Venus.
Salgo de la escuela y me dirijo a mi auto, lo pongo en marcha y sigo la ruta directo a casa. No hago paradas, no hablo con nadie, solo voy a casa y cierro la puerta tras de mi para luego caer al suelo envuelta en llanto. Está ha sido mi rutina el último mes.
Una llamada aparece en la pantalla de mi celular y como de costumbre cuelgo. Un mes ha pasado ya y aún sigo siendo incapaz de hablarle, solo recordarlo duele, duele saber que a pesar de odiarlo no puedo dejar de amarlo, duele que aunque lo deceo con todas mis fuerzas no logro sacarlo de mi cabeza. Mis labios lo reclaman, necesito oír su voz, necesito que me abrace como solo él lo hace, con ese característico frío que me hace sentir tan cálida.
El timbre de la puerta suena y automáticamente sé de quién se trata.
Me levanto y la abro aún con lágrimas corriendo por mis mejillas. Baal da un paso adentro y me undo en su amplio pecho para que me envuelva en un abrazo reconfortante.
Me he acostumbrado tanto a él, a su compañía. Se está volviendo un lugar seguro. Y eso me aterra, porque cada vez que alguien me hace bien, pasa algo y todo se oscurece.
—Todo va a estar bien.—me pasa la mano por la espalda intentando calmarme.
No digo nada, solo hago que las lágrimas dejen de salir, me separó y limpio mi rostro con el dorso de mi mano, lo invito a sentarse y también me siento.
—Pasaba para invitarte a almorzar, te haría...
—No tengo hambre.
—Tienes que comer.
—Quise decir que ya lo hice. Ya comí.—miento.
No tengo ánimo para comer.
—Bien ya se acabó.—se levanta de su asiento toma mi mano y me obliga a levantarme también para luego empezar a caminar fuera de mi casa.
—¿Que haces?.—intento resistirme pero él me arrastra.
—No puedes mentirme y esperar que no me de cuenta.—entramos en su auto y empieza a conducir sin darme tiempo de mencionar una palabra.
—Está bien, tienes razón, no comí, pero no por eso tienes que hacer esto. Comeré si eso quieres.—miento otra vez.
Lo intento de verdad que lo intento pero no tengo apetito.
—Deja de mentirme.
—Y tu deja de meterte en mi cabeza.
Tras algunas discusiones llegamos a la entrada de un hotel, subimos hasta la suit presidencial.
—¿Qué hacemos aquí?.—pregunto aún en la puerta.
—Necesito que veas esto por ti misma.—abre la puerta y me empuja dentro para luego cerrarla.
No hay luces encendidas. Solo una tenue iluminación gracias a la luz que se filtra por una ventana cubiertas con cortinas rojas oscuras. Frente a ella un sillón de espaldas a mí y alcanzo a ver solo unas piernas que no tardó ni un segundo en reconocer.
Se levanta del asiento y se tambalea un poco. Siento como mi corazón cruje al ver el horrendo estado en que se encuentra, es deplorable. Nunca lo había visto de esa forma, me parte el alma verlo así. Siento el impulso de abrazarlo y besarlo, esa llama dentro de mí que intento mantener apagada bajo miles de kilos de hielo se aviva y derrite todo a su paso. Su mirada encuentra la mía y sí, sé que a pesar de un mes sin verlo nada a cambiado, es capaz de descifrarme, de indagar en mi, de descubrir cada uno de mis sentimientos.
Está desarreglado, tiene la barba larga, un poco más flaco, el cabello largo... Pareciera cualquier tipo luego de divorciarse ser despedido y que se esposa se quede con sus dos hijos.
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Yo Tu Demonio. Tú Mi Infierno
Sonstiges¿Qué pasaría si el mismísimo diablo te ofreciera el infierno?. ¿Si te tentara de las peores formas posibles?. ¿Si la lujuria se apoderara de ti y de él?. ¿Si el mismo demonio te arrastrara a las llamas de su ardiente fuego?. O peor aún. ¿Qué pa...