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"No hay porque temerle al cambio, debemos temerle a lo que esté provoca".
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Belial.

Me levanto temprano y empiezo a prepararme para ir a la empresa, tengo una figura que mantener con Jack. Luego de ducharme y vestirme bajo a desayunar.

En la mesa están Jack, Venus y su novio. Ese estúpido no ha salido de aquí en dos días. Dos días en los que no he podido hablar con Venus. Aunque también debo decir que no me he esforzado mucho por hacerlo. Luego de lo que pasó ese día en su habitación no me veo con la moral de hablarle. Luego de que mis ojos cambiaran de color me fui de su cuarto y no le dirigí la palabra el resto del día. Por más que intentó hablar conmigo no se lo permití.

—Buenos días.—comento acercándome a la mesa.

Todos responden a mi saludo. Y empiezo a desayunar.

La tensión entre ella y yo es bastante grande. No me mira y yo solo la veo aveces por el rabillo del ojo. Pero es lo mejor por ahora, hasta que logré solucionar este problema.

Obviando el incidente con Baal —cosa que le voy a hacer pagar muy caro—todo iba bien hasta que me pasó eso. Me da hasta repugnancia decirlo, mis ojos cambiaron. Esto es lo peor que le puede pasar a un demonio, y más si eres el príncipe y heredero del infierno.

—Con permiso.—me levanto de la mesa sin terminar completamente mi desayuno, pero asqueado de ver a ese imbécil tan cerca de lo que es mío.

—¿Me vas a esperar para irnos juntos?. —pregunta Jack.

—Creo que mejor te veo allá, tengo un asunto que resolver y no quiero que se me haga tarde. —respondo abrochándome el botón del saco. Me dirijo a la salida no sin antes echarle un último vistazo a Venus quien aún sigue esquivando mi mirada.

Salgo en mi auto y me dedico a deambular por las calles pensando en todo. Ella, yo, las cosas que no sabe. ¿Qué pasará cuando le diga todo?. Lo más seguro es que me va a odiar.

Pero eso ahora mismo no es lo más importante, pensándolo mejor sí que tengo algo que solucionar. Baal, solo de pensarlo me hierve la sangre, no puedo creer como fue capaz de intentar hacerle daño. Pero voy a hacer que se arrepienta, voy a darle dónde más le duele.

Estaciono mi auto y me transporto al infierno.

Aparezco en la sala principal. Mi padre no está y agradezco internamente, así podré encargarme primero de Baal.

Camino hasta la habitación de Baal, estoy seguro de que está ahí. Acompañando mis pasos en mi cabeza creo cientos de situaciones en las que le hago sufrir de las peores maneras posibles.

Entro de golpe y lo encuentro de pie observando hacia afuera. Ni siquiera sé inmuta ante mi presencia.

Me acerco lo giro de golpe y lo agarro del cuello del traje. Lo miro a los ojos con toda la rabia que tengo acumulada.

Pero me quedo helado, estaba llorando. Tiene los ojos llorosos, perdidos. Cómo cuando recuerdas algo que te pone triste. O al menos eso le pasa a los humanos, los demonios no lloramos, carecemos del poder de sentir esas emociones. Para que algo pueda llevarnos hasta ese punto tiene que ser sumamente importante. Y conociendo a Baal solo hay una cosa que podría ponerlo así.

Mierda.

En un movimiento su puño se estrella contra mi cara y me deja caer al suelo. Cuando reacciono el se viene encima de mi y empieza a golpearme con toda su fuerza. Una y otra vez me golpea con mucha rabia. Hago uso de mi fuerza y me lo logro quitar de encima. Me paso la mano por la mandíbula y cuando observo mi mano veo manchas de sangre.

Yo Tu Demonio. Tú Mi InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora