capitulo 9

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El día de mi boda había llegado y el bullicio llenaba cada rincón de la casa. Podía escuchar los pasos apresurados de mi madre y mi hermana, que corrían de un lado a otro en busca de mi kimono de bodas, mientras mi padre se ocupaba de preparar los caballos para nuestro viaje hacia el templo de Sukuna donde se llevaría a cabo la ceremonia.

Mientras tanto, yo estaba sumergida en la bañera, buscando un momento de calma en medio del torbellino de emociones que me embargaba. El miedo y los nervios se entrelazaban en mi interior, y sentía como si el aire se volviera cada vez más escaso. Inhalé profundamente, tratando de encontrar la serenidad y la claridad que tanto necesitaba.

De repente, la puerta del baño se abrió y las voces de mi madre y hermana llenaron el lugar quienes entraron con emoción y un entusiasmo desbordante. Pero en mi interior, sentía una desconexión. Aunque ellas parecían más emocionadas que yo, sabía que mi corazón no estaba alineado con los planes que se estaban llevando a cabo.

-¿Sucede algo?- pregunté, apartando el agua de mi rostro con un gesto suave, para poder observarlas con mayor precisión.

-¿Qué camisón prefieres?- inquirió mi madre, sosteniendo en sus manos un delicado camisón blanco como la nieve.

Por otro lado, mi hermana me mostro un camisón negro, tan profundo como la noche. Examiné ambos detenidamente, la elección parecía ser más simbólica que práctica. Con tan solo una mirada a la expresión de mi madre, supe que anhelaba que eligiera el blanco. Ya que, ese color representaba la pureza y la inocencia.

-El blanco- murmuré con un tono apagado, resignada. No quería apagar su entusiasmo.

La idea de abandonar mi hogar, de alejarme de mi familia, me ponía muy mal sentía cómo mi pecho se contraía. Pero, después de todo este dia estaba destinado a llegar.

-Me parece perfecto- respondió mi madre, su voz llena de una alegría forzada.

Pero cuando me miró, su sonrisa se desvaneció, como una vela que se apaga con el viento. Mi hermana también parecía haber perdido su ánimo.

-Mi niña- susurró mi madre, un eco de tristeza en sus palabras.

Sabía, en lo más profundo de mi ser, que detrás de su entusiasmo desbordante, se escondía una tristeza profunda. También sabía que estaban haciendo todo lo posible por mantenerme distraída de mis pensamientos. Todo el día habían estado jugando a este juego de distracciones, intentando llenar cada momento con risas y charlas, pero la realidad siempre encontraba la manera de volver.

-Estoy bien... solo que aún me cuesta- confesé, dejando escapar un suspiro. -¿Podrían pasarme la toalla, por favor?-

Umiko me miró y sus ojos se cristalizaron, reflejando un mar de emociones no dichas. Sin decir una palabra, se giró y salió del baño, dejándome a solas con nuestra madre.

-Ten- dijo mi madre, extendiendo la toalla hacia mí. -Mi niña, ninguno de nosotros está contento con todo esto, pero por favor, haz un esfuerzo - Su mano acarició mi cabello con ternura, un gesto de consuelo. -No dejes que él se dé el lujo de verte así-

-Tienes razón, mamá- asentí levemente. Mi madre tenía razón, si Sukuna me veía decaída, se daría el lujo de disfrutar de mi sufrimiento, y eso era algo que no iba a permitir o eso creia.

-Esa es mi pequeña- dijo con orgullo, su voz resonando con un amor inquebrantable. -Te espero afuera.- Me dio un beso en la frente, antes de salir del baño, dejándome a solas.

Con determinación, me erguí del agua, sintiendo cómo las gotas resbalaban por mi piel y se perdían en la suave textura de la toalla que me envolvía.

[🥀sukuna y tu 🌕] lazo inquebrantable Donde viven las historias. Descúbrelo ahora