Medianoche.

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Desde que era joven, luego de haberme ganado mi puesto de teniente con mucho esfuerzo, trabajar junto con Adán fue un sueño cumplido para una admiradora como yo. Incluso con el paso de los años, aunque mi carácter se haya vuelto más apto para mis labores, mi fascinación por él jamás cambió. Me permitió conocerlo mejor, saber de sus gustos y ambiciones, que cosas odiaba, o cuáles prefería por encima de otras, se volvió mi amigo más íntimo por más que sea como un "jefe" en palabras de otros. Pero haber dejado que mis impulsos me ganaran me generó un gran miedo inexplicable, no quería correr el riesgo de perder la amistad que tanto tiempo tomó forjar.

Los pensamientos de Lute le hacían compañía en la habitación vacía, una pequeña terapia mientras se veía en el espejo, en busca de colocarse algún conjunto de ropa cómoda. Se preparaba para salir, o más bien, para buscar a Adán. Había recibido una llamada en su departamento del bajista de la banda de Adán, avisando que el ángel estaba fuera de control y, como ella es su número de emergencia, tendría que encargarse de su problemático comandante. Terminó por colocarse un vestido totalmente oscuro que le llegaba por encima de las rodillas junto a un abrigo del mismo color, no solía usar colores más llamativos, además que la noche era apta para ese conjunto.

Tendría que resignarse al decidir ir, no le agradaba a los lugares donde el ángel concurría con su banda, no era de su agrado el ambiente que se formaba, siempre terminaba en peleas. Al salir del edificio, caminó por las calles luminosas del cielo adornadas por algunas nubes, varios ángeles pasaban a su lado junto a sus grupos de amigos o familiares, provocando una mueca en el rostro de la albina, no estaba de humor para ver a otros siendo felices.

Las estrellas en lo alto daban la impresión de que la acompañaban en su trayecto, al verlas, un vivo recuerdo de aquella vez que cenó con Adán la hicieron suspirar melancólicamente. Puede que la cita haya sido un fracaso, pero le permitió compartir un momento agradable fuera del trabajo. Daría lo que fuera por volver a ese momento y experimentar su emoción.

El club nocturno se podía divisar por sus luces de colores, y grandes carteles, pero solo era pura apariencia. El verdadero club se encontraba bajando una escalera metálica, que Lute apenas podía pisar sus escalones de lo húmeda y sucia que estaba. Dio un pequeño golpe a la puerta de metal, la cual se abrió sin problema, cosa que la desconcertó porque siempre había alguien cuidándola. Dentro, las risas y charlas de los ángeles acompañaban a las melodías fuertes que resonaban por todo el lugar, el alcohol no podía faltar, ni tampoco la gran acumulación que apenas la dejaba caminar.

La albina buscó con sus ojos dorados a su comandante, al ser un lugar grande le llevaría unos cuantos minutos. Adán estaba apoyado vagamente sobre un cómodo asiento de terciopelo, con el pecho al descubierto y los nudillos ensangrentados, recitaba fragmentos de sus canciones como si tuviera un público oyéndolo. Su estado era deplorable, pero parecía alegre de poder seguir bebiendo las últimas gotas en su vaso de alcohol. Lute, al verlo en aquel estado, sintió una gran preocupación, incluso empujando a algunos presentes para acercarse más rápido a él.

¡Señor! Por fin lo encuentro. ¿Dónde está su camisa?

Luuute... Maldita perra, no estás invitada a mi fiesta.– Le dijo con desprecio, arrojándole su vaso vacío con poca fuerza que no llegó a darle. La albina solo suspiró ante su insulto y buscó dicha prenda con la mirada, pero no parecía estar cerca. En aquel momento, alguien se acercó a ellos.

¿Te encuentras mejor, Adán?– Preguntó el baterista, quien tenía el ojo derecho ligeramente morado y sangre en su nariz, el ángel le mostró el dedo medio como respuesta. Luego fijo su mirada en Lute. –Lamento si te llamamos a último momento, aquí está la camisa de Adán.

𝐄𝐥 𝐫𝐞𝐧𝐚𝐜𝐞𝐫 𝐝𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫 (Adam x Lute)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora