Confesiones.

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El reloj tocaba las diez AM, el calor de dos cuerpos acurrucados en la única cama de la habitación le hacían contraste al frío de la mañana. Lute, que desde que abrió los ojos estuvo media hora procesando que está sobre el pecho desnudo de su comandante, intentaba bajarse. Grave fue su error cuando sus intentos despertaron al ángel, quien la rodeó por completo con sus brazos y sus alas, proporcionándole un abrazo más fuerte contra su piel en busca de que deje de moverse.

Las mejillas de la albina estaban al dorado vivo, su cuerpo desnudo aún sensible por lo ocurrido anoche, le generaba escalofríos y dolor al ser apretada de tal forma. Entre nervios y molestia, golpea con la palma de su mano a Adán en su mentón para ser liberada y así poder separarse, costándole una queja adolorida del contrario una vez despertó.

¿¡Qué mierda te pasa!? ¿Cuál es la necesidad de despertarme así?– Se retorcía con ambas manos sobre su mentón, observando cómo la albina se enrollaba las sábanas al rededor de su cuerpo. Suspiró ante ello y decidió agregar con atrevimiento: –No te cubras, podemos hacer un mañanero.

¡No haremos eso! Esto está mal...– Se susurraba a sí misma aquello último mientras se levantaba de la cama con las sábanas cubriendo su desnudez. Se dirigió a los muebles de la habitación para buscarse ropa limpia, sentía la mirada de su comandante desde atrás de su espalda, haciendo que vuelva a hablarle mientras elegía su ropa. –Señor, es mejor que regrese a casa.

¡Vamos! ¿Qué es ese carácter? Apuesto que si hacemos el mañanero te sentirías mejor.– Hablaba despreocupado mientras alzaba ambas cejas en señal de que iba en serio. La mirada molesta de su teniente lo hizo reír, volviendo a seguirla con la mirada hasta el baño. –Lute, regresa. Verte con esas sábanas me la pone dura.

Un puertazo desde el baño fue la respuesta que obtuvo. Un suspiro escapó de sus labios, mientras se daba la vuelta sobre el colchón blando, buscando el regreso al sueño que había encontrado no hacía mucho. Apenas habían pasado quince minutos desde que su cuerpo había encontrado descanso en esa cama tan cómoda, con almohadas suaves que desprendían un tenue aroma a perfume. Los brazos de Adán rodeaba una de las almohadas, tratando de suplantar la ausencia del calor de Lute.

Pero su tranquilidad fue brutalmente interrumpida cuando una toalla cayó pesadamente sobre su espalda, obligándolo a salir del mundo de los sueños. Una queja soñolienta escapó de sus labios mientras enterraba su rostro en la almohada, pero fue la molesta voz de la albina la que lo despertó por completo, demandando su atención a pesar de su cansancio.

Señor, arriba. Me está llenando de plumas la cama.– Lo regañó, agarrando una de las plumas doradas mientras el ángel a duras penas podía sentarse en la cama. Al verlo desnudo, rápidamente le dio la espalda. –¡Y cúbrase con la toalla!

Sí, sí. Dame un respiro, ni siquiera me dejas dormir en paz.– Se quejó él con pereza, mientras envuelve dicha toalla alrededor de su cintura y se alejaba hacia el baño.

Lute lo observó atentamente hasta que desapareció de su vista, y entonces dirigió su atención hacia la cama. Plumas dispersas aún decoraban la cama desordenada, brillando con su color único e inusual entre los ángeles. Comenzó a recogerlas con delicadeza, una por una, pensando en tirarlas a la basura, pero al final decidió conservar una. Era de su comandante, y aunque se sintió como si estuviera loca al hacerlo, no pudo evitar el deseo de guardarla en su cajón personal. Una vez que terminó de quitar todas las plumas, procedió a rehacer la cama. Moviéndose con gestos lentos y deliberados, arregló las sábanas y almohadas hasta que quedó impecable.

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⏰ Última actualización: Jul 18 ⏰

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𝐄𝐥 𝐫𝐞𝐧𝐚𝐜𝐞𝐫 𝐝𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫 (Adam x Lute)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora