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Alan.

Salí de la reunión del consejo. ¿Cómo era posible que estuviera estresado con el trabajo a los veintidós? Creo que ser el sucesor de una empresa hotelera internacional no ayudaba mucho.

¿A quién quería engañar? No ayudaba nada. Estaba harto. Al contrario que muchas personas, no me gustaba que mi cara aparezca en revistas, que mi nombre fuese conocido...

Mi padre siempre había sido así, ambicioso y empeñado en expandir el imperio familiar. Pero yo no era él. No quería llevar la carga de las expectativas de todo un legado familiar sobre mis hombros. No me gustaba, yo no me quería dedicar a eso.

¿Pero quién lo haría si no? No tengo hermanos, por lo que no le podía pasar el marrón a nadie más.

Me monté en mi coche, iba a ver a Paula, decía que tenía algo importante que contarme y que fuese lo antes posible.

Preocupado, entré en casa, la ví sentada en el sofá de mi apartamento, tan guapa como siempre, pero parecía muy seria.

—¿Qué pasa? —pregunté, dejando mis cosas de la oficina en la mesa.

Paula me miró con frialdad. Clavando sus ojos verdes en los mios.

—Alan, necesito hablar contigo —dijo, con un tono lleno de desdén.

Se me formó un nudo en la garganta. No me gustaba la manera en que me estaba hablando, ni mucho menos en la que me estaba mirando.

—¿Qué sucede, Paula? —pregunté, intentando mantener la calma.

Ella suspiró exasperada, y puso los ojos en blanco.

—Estoy harta de tu actitud infantil, Alan. No puedo seguir fingiendo que esto funciona entre nosotros. No quiero estar contigo —dijo cortante.

El golpe fue brutal, intenté procesar lo que acababa de escuchar. No podía creer que estuviese diciendo esas cosas, que estuviese acabando con nuestra relación de esta manera.

—¿Qué quieres decir? —pregunté, con voz firme sin embargo.

Paula me miraba con desdén, como si fuera un niño caprichoso que no merecía su tiempo.

—Exactamente lo que he dicho, Alan. No puedo seguir fingiendo que esto funciona. Eres demasiado infantil para mí.

Asentí con la cabeza, supuse que ya no había nada más que hablar y como siguiese mirándola iba a perder la poca compostura que me quedaba.. Ella asintió también y se levantó para irse. Miré cómo se iba, cuando la puerta se cerró tras ella fue como si todo se derrumbase sobre mi.

¿Demasiado infantil para ella? ¿De verdad? No me podía creer que después de todo lo que habíamos vivido estos últimos años me dejase así, sin más, porque era muy infantil. ¿Desde cuando llevaba fingiendo que me quería?

Puede que sí que fuese un poco infantil, pero sólo tenía veintidós años. No me lo podía creer, ¿de verdad me había dejado? ¿Así?

Me resistí a llamarla y a suplicarle que volviese, ya me lo había dejado muy claro. Todo lo que quería hacer en ese momento era hundirme en el sofá y verme alguna película mala mientras comía helado.

Y eso fue exactamente lo que hice... durante una semana entera.

Volvía del trabajo después de haber comprado un bote de helado de esos gigantes y me turba al sofá, que todavía olía a ella y eso hacía que me pusiese mas triste aun. Me veía una película mala de lo que fuese y luego me iba a mi habitación. Había cambiado todas las sábanas, eso fue probablemente lo único saludable que hice en toda la semana. También ignoré todos los mensajes de mis amigos y mi trabajo lo hacía más mi equipo que yo porque me quedaba ausente. Es que joder, habian sido tres años de relación y no se había quejado hasta entonces.

Cantando a las estrellas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora