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Dahlia.

Alan me miraba con esos ojos azules llenos de desesperación, pero yo no podía permitirme el lujo de tener a un desconocido en casa toda la noche. Ya había cometido suficiente locura dejándolo entrar para cargar su móvil. Sin embargo, su cara reflejaba una mezcla de frustración y desesperanza que me hizo dudar mientras entraba de nuevo a mi habitación.

Suspiré y miré hacia al techo, donde las estrellitas de plástico me devolvieron la mirada como si tuvieran algo que decir al respecto de aquella situación surrealista.

—No te puedes quedar aquí—el simple hecho de que él viese como era mi vida en realidad me aterraba y que al día siguiente tuviese que ver a mi padre en el estado que vendría seguramente me hacía temblar de pies a cabeza.

—No tengo ningún otro sitio donde ir... No tengo dinero ni conozco a nadie aquí.

—Miller...

—Dahlia por favor, solo esta noche, te lo prometo—me miró suplicante—. Te lo compensaré.

Entonces recordé la conversación que había tenido con Claudia y Laia en la cafetería, eso sobre el destino y la promesa que les había hecho y pensé: a la mierda todo.

Solo sería una noche y desaparecería de mi vida.

—Vale.

—¿Vale? —preguntó.

—Si, vale, pero solo una noche.

Su cara se iluminó con una sonrisa y yo no pude evitar sonreír también. Tal vez era eso lo que necesitaba, un respiro de aire fresco, aunque ese aire tenga forma de chico rubio de ojos azules.

—No es por abusar pero...—dijo él entonces—. ¿No tendrás algo de comer? Es que llevo desde el almuerzo sin comer nada.

—Si, claro, ven.

Dije guiando a la cocina agradeciéndome a mi misma de haber decidido recoger mientras llamaba a Daniel.

𝄞☆𝄞

—Una de las chicas con las que estabas antes era tu hermana, ¿verdad? —me preguntó sentado en la mesa de la cocina mientras comíamos unos sándwiches.

—Sí, la más alta. ¿Cómo lo sabes?

—Os parecíais.

—Que va, ella es más guapa.

—Bueno tampoco la vi mucho. ¿Y vives aquí sola?

—Eh... No, vivo con mi padre, mi hermana se mudó hace unos meses.

Recuerdo que en aquel momento mi cerebro solo pensaba en una frase una y otra vez: "Que no me pregunte por mi madre."

Tal vez entendió mi expresión, tal vez podía leer mentes, no sé, pero lo entendió y no hizo más preguntas.

—¿Qué hay de ti? —pregunté cambiando de tema.

—¿No me habías interrogado antes? —dijo burlón—. Yo vivo solo.

—Supongo que en un piso carísimo de cuatrocientos metros cuadrados.

—Bueno a cuatrocientos no llega pero casi. Es broma, si es grande pero no me gusta, es demasiado grande para mi solo.

—¿Y no lo podrías compartir con alguien?

—Bueno lo compartía con mi ex.

—Si no quieres hablar de eso no hace falta que...

—No, da igual. Me dejó hace un par de semanas porque soy muy infantil.

—¿Puedo serte sincera?

—Claro.

—No es por ofender pero me parece una excusa bastante rebuscada.

Me miró de una forma extraña que no supe interpretar. No sabía porque había dicho eso, simplemente se me había venido a la cabeza y ni lo había pensado al decirlo. Eso no me pasaba nunca. ¿Qué me estaba pasando?

—¿Qué? ¿He dicho algo malo verdad?

—No, no, qué va—dijo sacudiendo la cabeza y volviendo a sonreír—. Es que Daniel me dijo exactamente lo mismo.

—Pues yo no sé él, pero si a mi me lo parece y ni siquiera conozco a tu ex...

—Será verdad.

—Lo has dicho tú, que conste—digo alzando las manos para relajar un poco el ambiente.

Seguimos comiendo un rato en silencio.

—Háblame de tus estrellas—dijo entonces.

—¿Y qué quieres que te cuente?

—No sé, porque las tienes, algún dato curioso...

—Pues... las tengo desde pequeña, brillan en la oscuridad, supongo que me las pusieron para no gastar dinero en una lucecita encendida toda la noche. Cuando crecí un poco las recolocaba para formar constelaciones y que sea más como el cielo real. Y un dato curioso... pues casi todas las estrellas tienen una canción apuntada.

—¿Una canción?

—Si, una canción que me haya gustado mucho o que me haya marcado o ambas. Solo se ven cuando se quitan, a veces se caen entonces cuando se cae una, antes de colocarla de nuevo pongo la canción que viene en la estrella que se ha caído, como para que recupere su esencia. Es una tontería pero no sé.

—Que va, no es una tontería, mola.

—Supongo.

Al rato nos fuimos de nuevo a mi habitación, agradecí tener una cama nido, una cama nido es básicamente una cama con dos colchones, uno normal y otro que está guardado debajo y se saca. No se si fue el destino, la casualidad o no lo sé, pero cuando entramos a la habitación se cayó un estrella frente a nosotros.

A sky full of stars

-Coldplay

Volví a pegarla en su sitio, era Alresha, una estrella de la constelación Piscis.

Cuando ya había sacado y preparado la cama donde dormiría Alan y ya estábamos los dos tumbados cada uno en la suya él preguntó:

—¿Qué canción era?

—¿Qué?

—La de la estrella.

—Ah, era "A sky full of stars" de Coldplay.

—Pues no rompamos la tradición—dijo sacando su móvil y buscando la canción en Spotify.

La canción empezó a sonar, puso el volumen bajo, yo apagué la luz y escuchamos la canción en silencio.

—Buenas noches, Miller—dije cuando la canción estaba por la mitad más o menos.

Él estuvo en silencio unos segundos antes de responder.

—Buenas noches, medio hoyuelo.

Me hizo gracia, hacía referencia a mi único hoyuelo. Aunque no me gustaba la idea de que ya me hubiese puesto un apodo cuando no nos volveríamos a ver.

Me quedé dormida con los últimos acordes de la canción y durante esos segundos me sentí bien, cosas que no sentía desde hace mucho y le agradecí al destino aquel curioso encuentro.


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Que monooooo. 

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Besosss✨💗😘

Cantando a las estrellas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora