Dahlia.
El karaoke se sentía diferente aquella noche, a pesar de que me lo conocía de punta a punta, iba todas las semanas y lo quería más que a mi propia casa, me sentía incómoda en mi lugar seguro.
Alan y sus amigos no habían llegado todavía, en parte me preocupaba, pero en lo más hondo de mi corazón, deseaba que no vinieran para no tener que abrir mi círculo todavía más. Lo peor de la noche era quien se encontraba ahora mismo tras la barra, en mi trabajo, en mi puesto, donde trabajo yo y él no debería estar. Era raro ver a Craig ahora que sabía que ya no nos sentíamos igual, continuamente me preguntaba si él alguna vez había sentido algo real por mi o solo me veía como un rollo temporal que se fastidió cuando yo empecé a tener problemas. Se fue con otra tras dejarme a mi abandonada en la camilla de un hospital, se fue con Camila, la misma chica con la que yo solía comprarme todo el tiempo, su "amiga" de siempre. Cuando estábamos juntos siempre decía que no era nada de lo que debía preocuparme, ya no sé si debía reírme en su cara al verlos juntos.
Me sentía estúpida al verlos juntos, ya que recordaba todas las veces que él me había prometido que no era nada, las veces que yo le había contado mis inseguridades hacía ella. Supongo que al final del día, al final eligen a la chica de cintura delgada y sonrisa perfecta sin problemas de verdad. Aunque hacía tiempo que había dejado de compararme tanto con ella, tenía problemas mayores, si que hubo un tiempo que ella era todo lo que yo quería ser y llegué a odiarla incluso por ello. Pero ya comprendí que el que lo había hecho mal fue Craig y no ella o yo.
Tras una batalla en la mesa me tocó ir a mi a por las bebidas. Llamé la atención del chico pelirrojo que estaba de espaldas tras la barra.
-¿Qué te pongo? -preguntó Craig antes de girarse-. Ah eres tú.
-Sí, soy yo, ponme tres refrescos. De naranja por favor.
Me echó un repasó nada disimulado a la que se giraba hacía la nevera. Mi respuesta fue una cara de asco.
-¿Qué haces por aquí? No trabajas hoy.
-Vengo aquí siempre, el intruso eres tú-respondí mientras miraba exasperada lo lento que iba.
-¿Y a qué se debe que te arregles por primera vez en tu vida?
-No te importa, y date prisa.
-Menudos humos, tampoco te cuesta nada decirlo. Si es un secreto me lo llevaré a la tumba, con tu madre, ya sabes.
Ahí fue cuando no pude más, cómo sabía cómo se abría la barra, pasé y me cogí los refrescos yo misma y me largué a mi mesa sin decirle ni una palabra más. ¿Cómo puede algo destrozar tu buen humor en segundos? Encima a propósito.
-¿Cómo puede dar una persona tanto asco? -solté nada más sentarme y ellas supieron enseguida de quién hablaba.
-Pues es tú ex.
-Pues eso-resoplé-. En fin, parece que no vienen, así que estaremos tranquilas.
-Dales tiempo, hemos llegado nosotras pronto.
-¿Y si pasamos del karaoke? -sugerí.
-No, no, no. Ya no te puedes echar atrás ahora.
-Te los has dejado con las prisas, guapa-interrumpió Craig dejando unos frutos secos de aperitivo en la mesa. Me miró y al segundo miró detrás de mí con cara de asco-. Parece que ya no me tienes que contar por qué te has arreglado, ya lo veo.
Me giré en su dirección y ví a Alan entrando por la puerta mirando a su alrededor hasta que sus ojos conectaron con los míos y el tiempo se paralizó un instante hasta que me sonrió y yo aparté la vista un poco cohibida y miré detrás de él. Entraron dos chicos, uno de piel morena y pelo rizado, al igual que Alan pero oscuro y otro alto, pelo castaño y algunas pecas, que iba de la mano con una chica pelirroja de pelo largo. Supuse que esos eran Eva y Robert y el otro Daniel. Me sorprendió que ellos también se hubiesen arreglado, pero si era solo un karaoke.
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Cantando a las estrellas ©
RomanceÉrase una vez un chico roto y una chica aun mas rota. Érase una vez un chico que escapa de su vida y una chica que esta estancada en la suya. La vida de Dahlia era buena hasta el día del accidente, ahora está rota y perdida. Intenta mantenerse a flo...