La muerte es enigmática, imposible de entender. Llega sin apercibir y se va sin aguardar.No hay rastro de flores ajenas, no noto pisadas, ni aire de visitas próximas. Papá no ha venido a verla aún.
— Te voy a prometer algo, a ver si así por fin logro algo. Haré esa nota periodística y verás que ganaré el puesto.
Termino de limpiar su lápida. «Julieta Castillo Clark. », su nombre reluce, luego de limpiarla mejor.
Recuerdo cuando viajaba con ella, al pueblo de mis abuelos, a llevarles flores y limpiar sus lápidas.
Julieta, mi madre, se acostumbró a decirme que mis abuelos estaban soñando profundamente, que no despertarían jamás, porque estaban soñando cosas muy bellas.
Se reía cuando en ocasiones la agarraba desprevenida y decía -Mamá quiero soñar cosas lindas como mis abuelos, para no despertar más. Así no tendré que hacer tareas.—Nos vemos pronto mamá —digo apretando mi corazón.
Salgo del frío cementerio, yendo directo a la terminal de autobús.
Una vieja amiga, vecina, me intercepta en la acera.—¡Hola, Julietita! —me saluda emocionada.—Te veo de año en año. ¿Ya fuiste a ver a tu papá?.
—Hola. No, voy apurada, tengo clases de la Universidad.
—Sí, me imagino, tu tía nos ha dicho sobre eso. Es genial que sigas estudiando. Mírame a mí, plasmada en un restaurante y con un bebé a bordo.
Miro su vientre soplado. Me he perdido de muchos chismes.
—Oh, ya veo. Felicitaciones.
—No, ni me felicites. Fue no planeado
—. Niega con su cabeza arrepentida.—Vale —. Sonrío con pesar—.Me tengo que ir, lo siento.
—Sí claro, adelante. Pero insisto en que tienes que ir a ver a tu padre.
Mi cuerpo se paraliza, no hago ningún intento de irme.
—¿Por qué?,¿pasa algo? ¿Él está bien?.
—Oye tranquila, solo lo decía porque tengo semanas que no lo veo. Es cliente frecuente porque trabaja en las oficinas de al lado, pero ahora ya no lo veo. Quise ir a visitarlos, pero no he tenido tiempo.
Me preocupo demasiado por la información. ¿Y si está enfermo?
Desconcertada camino hacia otra dirección, le doy una palmadita en el hombro a la muchacha y mis pies se apresuran con nerviosismo.La casa está igual que siempre, del mismo color que le gustaba a mamá —amarillo cálido, bajo. —,el comedor de madera en el portal, y algunas plantas con hojas de colores.
Inhalo y exhalo, nerviosa, han pasado dos años en los que no había visto mi antiguo hogar, dos años sin ver a mi padre, dos años sin un abrazo paternal, y cinco sin la calidez de unas manos de madre.Mis pies llegan hasta la puerta, mis manos agarran el tocador en forma de carpintero y golpeo tres veces. Mi corazón se desboca, estoy demasiado ansiosa, nerviosa, preocupada.
Abren la puerta. Una mirada fría y sorprendida me recibe.
—¿Qué haces aquí?
Mis ánimos decaen.
—Hola sobrina, gusto en verte —le digo con ironía.
—Estoy ocupada, Ámbar. Dime qué haces aquí. ¿Vienes por dinero?
—¿Qué?... No, no vine a eso tía.
—¿Entonces?
—Tengo un papá, no sé si te acuerdas —digo atosigada ante tanta hostilidad.
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Sin mirar atrás #PGP2024
RomansaÁmbar y Owen eran dos almas hermosamente rotas, ambos parecían poesía frágil y exquisita. Cuando ambos colisionan inicia un viaje sin retorno donde dos seres infinitamente imperfectos consiguen hallar hilo y aguja, sentarse a coser fisuras por fisur...