Capítulo 15- Rescate

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Lo que me advirtió mi padre era cierto: cuando atravesé la capa de nubes me encontré con una oscuridad extraña, iluminada solo por la luna: la ciudad del Aire en la que había vivido estaba casi sumergida en penumbras, seguramente por la falta de combustible para alimentar sus redes de luz eléctrica. Imaginé que la fábrica tampoco estaría funcionando, y que los del Aire se habrían vuelto locos por la falta de insumos y alimentos. 

Traté de bordear los edificios sin acercarme mucho, buscando la entrada al sótano, y a lo lejos alcancé a ver formaciones de seres del Aire que pisoteaban los jardines flotantes haciendo alguna clase de entrenamiento. Todos tenían espadas en las manos. 

La guerra era inminente, pero ellos eran muy pocos, y yo debía liberar a mis pares para que se unieran a los de abajo y cambiaran el destino de nuestro pueblo.

Amparada por la oscuridad, entré al sótano y corrí a la habitación de mi hermano, al que sorprendí cuando golpeé con una de aquellas viejas claves que aún recordaba. Abrió la puerta con cautela, y yo me lancé a sus brazos: 

—¡Basham! —Tenía miedo de que por ser mi hermano le hubieran hecho daño, pero por suerte estaba bien. Detrás de él venía Galia: 

—¡Nilak! ¡Creímos que estabas muerta…!

Mi hermano no quería soltarme, pero yo no podía apartar los ojos del pequeño envoltorio que mi cuñada llevaba en brazos: 

—¿Es niño o niña…?

—Niño —me dijo ella, sonriendo entre lágrimas—. Ven a conocerlo…

Me moría por tener en brazos a aquel pedacito de vida que había nacido para embellecer ese mundo horrible, y mientras lo acunaba y lo llenaba de besos le dije a mi hermano que nuestra madre estaba viva, y lo hice deshacerse en llanto. 

                        ***

Basham sabía cuáles Alas de carbón eran de confianza y cuáles no, y logramos reunir a unos cuantos para decirles la verdad. Había que sacarlos a todos y llevarlos abajo, aunque no quisieran: si los dejábamos allí los iban a obligar a unirse al ejército del Aire.

Cuando vio que estaba viva, Pertus me quitó el aire con su abrazo, y Maika me dio unos sacudones por ser tan imprudente, aunque después tuve que consolarla cuando se largó a llorar como una niña. Los que se atrevieron a arrancarse los chips se fueron volando para reencontrarse con sus familias y apoyar en la defensa. Yo misma les quité el chip a mi hermano y a mi cuñada. Por suerte mi pequeño sobrino aún no tenía uno. Los tres debían irse lo más pronto posible a la Jurisdicción de los Mineros:

—Escóndanse en casa. Nuestros padres van a volverse locos de alegría cuando vean a su nieto…

Pero Basham no estuvo de acuerdo conmigo: 

—Es mejor que Galia y mi hijo vayan primero. Tú y yo tenemos mucho que hacer aquí. 

Yo no había olvidado a Shown, que aún seguía en la cárcel, y era cierto que necesitaba ayuda: 

—Está bien. —Pertus y Maika también habían decidido quedarse con nosotros—. Tenemos que ir a la cárcel. Pero primero necesitamos armas.

                           ***

Lo que conseguimos para defendernos vino del lugar menos esperado: 217, el sirviente de la familia del Supervisor que me había atrapado cuando me transformé en Alas de carbón. La mujer a la que servía, desesperada porque su esposo estaba atrapado en una cárcel de la superficie, se había marchado con su pequeño hijo a la casa de sus padres, y había dejado a su sirviente a cargo de la suya. Cuando me vio se acordó de mí enseguida, a pesar de que ya no era la chiquilla flaca y sucia que había conocido: 

—316… 

—Nilak. Soy Nilak. Y me imagino que tú también tendrás un nombre. 

Vaciló antes de responder: estaba demasiado acostumbrado a ser un número:

—Me llamo Cluff… Y puedo ayudarte. 

Me dijo que la casa del Supervisor estaba vacía, y que allí había algunas armas. Mi hermano no confiaba en ese hombre, y me susurró al oído:

—Mejor no vayas. Puede ser una trampa. 

Yo no tenía tantas opciones, y aparté a mi hermano con un gesto:

—Está bien, Cluff. Vamos a la casa del Supervisor. —Le hice una seña a Pertus—. Tú vendrás conmigo. 

Mi hermano se adelantó para acompañarme, pero yo lo detuve:

—Lleva a Galia y a tu hijo a nuestra casa, y luego vuelve.

No sabía en qué momento me había vuelto tan autoritaria, pero parecía que todos estaban dispuestos a obedecerme. Le dije a Cluff que, si quería unirse a nosotros, debía sacarse el chip antes de llevarnos a la casa del Supervisor. Se estremeció de miedo: 

—Pero… ¿es necesario? 

—Si no lo haces significa que estás con ellos, y que eres un traidor. 

—¿Y qué me van a hacer si no me lo quito? 

Me hizo gracia su cobardía, pero tenía que darle un buen susto para que me obedeciera. No parecía ser una mala persona, pero sí alguien capaz de traicionar al que fuera con tal de salvar su pellejo.

—Te ejecutaremos.

Pertus y Basham, que estaban ocupados planificando sus futuros movimientos, se quedaron congelados ante mis palabras, y a Cluff se le aflojaron las piernas: 

—Pero quitarse el chip debe doler mucho…

—No te preocupes —le respondí con ironía—. Te va a doler menos que un tajo en el cuello.

Maika se puso de espaldas, luchando por no reírse. Cluff estaba tan aterrorizado que extendió el brazo sin decir palabra, aunque gritó un poco, y cuando vio la sangre se desmayó.

                          ***

En la casa del Supervisor había un par de espadas y algunos cuchillos largos. No era mucha cosa, pero nos alcanzaba para los cuatro. Pertus y Basham eran más grandes, por lo que era mejor que llevaran las espadas, y Maika y yo podíamos llevar dos cuchillos cada una. No teníamos la más mínima práctica en lucha, pero con un cuchillo en cada mano podíamos defendernos de los Carceleros.

                          ***

Aún no había amanecido cuando caímos como una sombra en el centro del patio de las mujeres, en la cárcel. Quería buscar a 754, aquella Alas de fuego toda energía y furia, y poner un cuchillo en sus manos. Estaba segura de que ella sola iba a acabar con todos los Carceleros, si tenía la oportunidad. 

Las luces se encendieron, y comenzaron a sonar las alarmas. Media docena de seres del Aire, portando espadas, nos rodearon. Me arrepentí de haber llevado a mi hermano: parecía que no íbamos a salir vivos de esa.

Alas de carbón #ONC2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora