Capítulo 9- Un plan casi perfecto.

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—¡¿Sabotear la fábrica?! ¡Eso es un suicidio! —Mi hermano comenzó a gritar cuando sugerí la idea en nuestra siguiente reunión; los demás le dieron la razón—. ¡No vamos a ayudarte con semejante locura! 

Traté de hacerlos razonar:

—¡Es la única forma! Si logramos detener la producción de la fábrica, los del Aire van a volverse locos, y en la confusión podemos robarnos una de las cajas de cristal…

Cada uno de los del Aire consultaba ese objeto siempre que necesitaba averiguar algo. Parecía que toda la comunicación y los datos de la ciudad estaban acumulados en ellos. Era muy arriesgado, pero uno de esos aparatos podía darnos las respuestas a nuestras preguntas.

—Pero, ¿cómo podemos hacer una cosa así, si no somos más que seis? —me preguntó Maika.

Yo ya había pensado en la mejor forma de parar las máquinas: Shawn y yo podríamos llevar alguna clase de elemento escondido entre las ropas, y esperar una distracción de los Vigilantes para tirarlo en los motores que se encargaban de mover las cintas que transportaban las cajas de alimentos. Eso provocaría un caos importante, pero todo iba a ser peor si en cada sección Pertus, Maika, mi hermano y mi cuñada hacían otro tanto. No pude convencerlos, aunque vi el brillo en los ojos de Shawn, que me observaban con muda admiración. Dejé pasar unos días, y mientras tanto afiné con él, que estaba en todo de acuerdo conmigo, nuestro plan de romper los motores de nuestra sección: 

—¿Piensas que solo con agua se detendrán? 

—Seguro. Están movidos por electricidad, —Shawn parecía muy seguro mientras me explicaba. Sabía bastante del tema gracias a uno de los libros de los padres del niño que había cuidado; le interesaban mucho las máquinas y su funcionamiento—, y el agua va a provocar un cortocircuito. Seguramente se cortará la energía de toda la sección. 

—¿En serio? —Si la sección se quedaba sin energía, no solo iban a dejar de funcionar los mecanismos de transporte de cajas, sino las cámaras de seguridad, otra de mis preocupaciones—. ¿Y pasará lo mismo en cada sección en donde estén nuestros compañeros?

—Seguramente. Así será más fácil tomar a uno de los vigilantes por sorpresa, y desmayarlo para quitarle una caja de cristal…

Solo faltaba esperar que nuestros compañeros se convencieran de ayudarnos, y para eso también teníamos un plan: machacarles la idea en cada reunión que tuviéramos.

Semanas después, y a fuerza de ruegos y razones, por fin pudimos hacerlos entender que nuestro plan era viable: cada uno tendría que llevar una botella de agua a su sección, cosa que no estaba prohibida, y a una hora acordada la volcaríamos, escondidos de las cámaras de seguridad, en los motores de nuestros respectivos lugares de trabajo. 

El día acordado casi hicimos explotar la fábrica cuando los motores se incendiaron luego de hacer cortocircuito. Pertus se chamuscó algunas plumas cuando un haz de chispas saltó hacia él, pero aprovechó el caos para noquear a un Vigilante, al que le robó la caja de cristal. Después la escondió en un lugar seguro, antes de salir en medio de una locura de humo, gritos y corridas. 

No podíamos sacar tan rápido la caja de la fábrica, porque estábamos seguros de que nos iban a revisar uno por uno. Si no la localizaban la íbamos a recuperar al día siguiente, y después la llevaríamos a otro lugar. Habíamos pensado guardarla en el sótano, pero a último momento descarté la idea: los del Aire podían hacer una requisa allí, para buscarla.

—¡El jardín del viejo Saruf! —exclamé. Se me había ocurrido el lugar perfecto, y los demás se me quedaron mirando mientras les explicaba que había pasado un par de veces cerca del antiguo edificio donde hice mi primer trabajo, tratando de ver a 186, mi vieja amiga. Pero solo había visto el jardín, que languidecía de a poco, sin nadie que lo cuidara. Los macetones eran el lugar perfecto para ocultar la caja de cristal; nadie la descubriría—. Está abandonado por completo.

—¿Es un lugar seguro? —me preguntó Shawn, que tenía la cara tiznada y los ojos agrandados por el susto. Estábamos cerca de la fábrica, como nos habían ordenado los Vigilantes, esperando a ver si se reanudaba el trabajo. 

—Sí, muy seguro. —Yo no sabía si era tan seguro, pero tampoco tenía más opciones.

                          ***

Dos días después nos atrevimos a sacar la caja de cristal de la fábrica. Aún se estaban reparando las secciones que habían resultado más dañadas, y nuestro principal trabajo era el de limpieza. Pertus buscó la caja de cristal con ayuda de Maika, que lo cubrió de la cámara de seguridad simulando que barría el piso, y cuando salimos me la pasaron con disimulo, envuelta en un trozo de tela gris, arrancada de un uniforme. 

El día anterior habíamos visto corridas y discusiones de los Vigilantes. El que Pertus había noqueado ya no estaba; no sabíamos si el golpe lo había llevado al hospital, o estaba encarcelado por perder su herramienta de trabajo. Antes de dejarnos ir, porque dentro de la fábrica no se podía hacer nada más que reparar los daños, nos habían revisado a todos, uno por uno, haciéndonos pasar por una máquina, pero por supuesto que tampoco habían tenido suerte.

Me fui con ese objeto peligroso y me desvié, como hacía de vez en cuando, hacia el edificio del viejo Saruf. Una sola vez un Supervisor me había pescado allí y me preguntó a qué iba a ese lugar, y yo le confesé que buscaba a 186. Me miró con un gesto despectivo, pero no me dijo nada. Parecía que no tenía prohibido ir, aunque no debía abusar de mi suerte.

Aterricé con lentitud sobre la alfombra verde, que ya no lucía tan perfecta como la recordaba: estaba llena de tierra, y tenía agujeros y sectores desteñidos. Me dio pena por el viejo Saruf: era un cascarrabias pero amaba su jardín, y le habría dolido verlo así.

No podía distraerme con mis recuerdos: hice un pequeño pozo en uno de los macetones, enterré el paquete con la caja de cristal, y después salí de allí a toda prisa. Ya vería la forma de estudiar ese aparato con detenimiento.

Pasado el tiempo se me ocurrió una   forma de volver al jardín del viejo Saruf sin que me descubrieran; por desgracia esa iba a ser la peor de mis ideas.

Alas de carbón #ONC2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora