Parte 10

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Deslizo mi dedo entre las cortinas de la ventana del salón lo suficientemente ancho como para dejar que un ojo mire a través de la grieta. El vidrio está polvoriento, pero puedo ver lo suficientemente bien como para ver a dos tipos apoyados en la barandilla, con largos mantos negros (es decir, ¿con quién están bromeando?) y tratando de no parecer sospechosos mientras me miran fijamente, pero no me ven. ¡Ja! Oportunidad gorda, malditos idiotas. Me río para mí mismo y deja que las cortinas vuelvan a su lugar.

-¿Cuántos hay esta vez?

Me doy la vuelta y me meto las manos en los bolsillos de los vaqueros. Hermione está sentada en el suelo, enterrada hasta la barbilla en libros y pergamino, leyendo un libro del que no tengo ni idea de qué se trata.

-Solo dos ahora mismo. Diferentes tipos de los de esta mañana, pero todavía sin cerebro como los demás.

Ella respira hondo y exhala, con un aspecto aliviado.-Eso es bueno... muy bueno.

Asentí con la cabeza, también me siento aliviado de que estemos a salvo, al menos por ahora. Me inclino para recoger un libro de la pila: 100 usos para el aloe.-¿Qué diablos es Aylo-ee?

-Se llama aloe y es una planta.- dice Hermione en voz baja como si hubiera hecho la pregunta más ridícula del mundo. Así que está de este humor, ¿verdad? Brillante.-Es una planta muggle, Ron.

¿No hay manera, joder? Creo que con sarcasmo. La miro fijamente a su cabeza inclinada y digo sarcásticamente para tratar de aligerar el estado de ánimo.-Correcto. Entonces eso explicaría por qué no lo sé entonces, ¿verdad?

-Sí, supongo que tienes razón.-dice Hermione pensativamente y reanuda la lectura como si mi tono no la molestara en lo más mínimo. Puede que esté tratando de parecer tranquila, pero sé que todavía está pensando en lo que Harry podría haber aprendido y se preocupará por él hasta que aparezca en unas horas.

Lo hemos estado tomando por turnos durante las últimas dos semanas bajo la capa de invisibilidad, saliendo de la casa para espiar a los trabajadores y visitantes que van al Ministerio, y Hermione no es la única preocupada por estos viajes de reconocimiento. Ella debería ver cuándo solo nos fuimos Harry y yo de aquí, esperando a que vuelva, sin miedo de que haya sido capturada o algo peor. Me sorprende que me queden uñas y que Harry aún no me haya asombrado con todas mis quejas sobre la terquedad de Hermione y la amenaza de salir y encontrarla si no muestra su cara exactamente a las seis en punto. Todos estamos preocupados el uno por el otro y creo que nos está llegando a cada uno de nosotros.

—¿Puedes al menos volver a poner el libro donde lo encontraste? Tengo un sistema.

—¿Esto es un sistema?—Me rio y hago gestos con mis brazos salvajemente a lo que me parece un desastre digno de la lengua de mi madre.

—Sí, Ron, todo está organizado... Solo déjalo aquí.- sopla y se suman para el libro, mirándome con impaciencia. —¿A menos qué quieras leerlo?- ella pregunta con una sonrisa.

—Creo que sí, gracias —digo, tratando de aparentar molestia—. Nunca se sabe cuándo una planta muggle podría ser útil... en el mundo mágico.

Me dejo caer en el suelo tan cerca de su lado derecho como puedo, molesto a propósito. Abro el libro en una página al azar con más florituras de las necesarias y finjo leer con profundo interés. Siento la suave tela del suéter que le di deslizarse por mi brazo mientras ella se inclina hacia adelante, estirándose para alcanzar un libro frente a nosotros. Está tan cerca que puedo escuchar su respiración, y cuando la miro de reojo puedo decir que su mente está tan lejos en la distancia que bien podría estar en otro planeta. Inclino mi cabeza hacia su cuello para oler su fragancia a vainilla y demonios, ¡huele fantástico! Tendré que preguntarle cuando esté de mejor humor dónde compra esta cosa para asegurarme de que nunca se quede sin ella. Luego, de repente, ella gira la cabeza para mirarme y retrocedo justo a tiempo para no recibir un golpe en la cara llena de cabello, y finjo volver a leer.

Mírame (Romione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora