Parte 14

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Últimamente las cosas han sido, a falta de un término mejor, una mierda total. Siento que hemos estado en esta cacería (si se le puede llamar así) durante meses en lugar de semanas. La situación de la comida no ha mejorado, y la tensión en esa maldita tienda está llegando a un punto en el que uno de nosotros podría estrangular al otro. Y si tengo que escuchar a esos dos hablar de estos jodidos Horrocruxes una vez más... Sí, sé que por eso estamos aquí: buscándolos. ¡Pero joder!

Y nunca es nada nuevo, ¿verdad? Siempre se mencionan los mismos lugares y luego se descartan, uno tras otro. Y Harry, con esa visión que tuvo, con ese rubio, que podría significar algo, pero nada a la vez, y no nos sirve de nada...

Luego está Hermione, con su lengua chasqueante, desaprobando cada maldita palabra que digo; sus miradas me dicen que me calle cada vez que menciono el hecho de que estamos hambrientos. Claro, pero está perfectamente bien que Harry se ponga a hablar sobre visiones, orfanatos y casi decir el nombre de Quien-Tú-Sabes a diestra y siniestra.

Y toda esta mierda de –pongamos las cosas en pausa por ahora– me está volviendo loco. ¡No sabía que se refería a todo, joder! Incluso los besos están fuera de la mesa, mientras tengamos este maldito guardapelo colgando sobre nosotros.

He dejado a Harry de guardia para seguir a Hermione, que se había ido furiosa hace quince minutos después de una discusión entre nosotros sobre los hongos. Cuando llego a un claro en el bosque, la veo sentada en el suelo con la espalda contra un árbol, los brazos envueltos alrededor de las piernas dobladas. El guardapelo brilla intensamente por un momento contra el sol bajo mientras descansa sobre la parte delantera de su jersey. Frunzo el ceño, resentido por el hecho de que tenga que usarlo, y triste porque sienta que tiene que esconderse de mí, y llevar la peor parte de su abuso sola.

Y ahora es mi turno, y aunque lo odio, no me importa, realmente; mejor yo que ella, supongo. Respiro hondo y camino hacia ella, pisando a propósito una ramita, rompiéndola ruidosamente bajo mi pie crecido, para hacerle saber que estoy allí. Ella salta de pie, y su varita está apuntándome cuando entro en el pequeño claro.

–Solo soy yo– digo con las manos levantadas, las palmas hacia adelante en señal de rendición.

–Ron, me asustaste– suspira aliviada y, después de mirar furtivamente a nuestro alrededor, guarda su varita y se inclina para recoger la pequeña pila de leña que había salido a recoger después del almuerzo (si es que se podía llamar almuerzo a la papilla que comimos).

–Lo siento, traté de no asustarte. Toma, yo las llevo– digo amablemente, aunque parece a punto de lanzar un hechizo a algo. Parece sorprendida por mi caballerosidad, pero me entrega la pila de todas formas.

–Están mojadas– dice con tono cortante, evitando mirarme, y se limpia las manos en sus jeans.

–No importa, solo usamos un hechizo de secado– digo encogiéndome de hombros.

–¡Claro! ¡Un hechizo de secado!– se da una palmada en la frente, luego dice enojada, más para sí misma que para mí –¿Por qué no pensé en eso? Pérdida de tiempo...

–Hermione, no es gran cosa. Además, son solo ramitas– digo, arqueando una ceja mientras ella me fulmina con la mirada. ¿Qué demonios hice ahora? –Joder, ¿qué te pasa hoy?

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¿Qué me pasa? ¿Cómo puede siquiera hacerme esa pregunta? ¡Él sabe perfectamente qué es lo que me pasa! Además, ¿no le dije que quería estar sola? ¿No puede seguir instrucciones simples? No, claro que no; es Ron, después de todo. Hace y dice lo que le da la gana, ¿no?

–¿Qué crees que me pasa?

–Joder, Hermione. No tienes que ser una...

Me acerco a él, tan cerca que casi me rompo el cuello para mirarlo con odio. ¿Por qué tiene que ser tan condenadamente alto?

Mírame (Romione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora