Los Gigantes

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Eran un día casi cualquiera. Era soleado y brillante. La carretera gris era bañada por luz dorada del alba y sus laterales estaban adornados con el verde del pasto de la naturaleza floreciente, siendo siempre cálida fresca por el rocío de una noche húmeda.

Podías respirar el aire puro y limpio, lejos de la ciudad, incluso por la ventanilla se colaba el olor caracteristico salado del mar, avisando su proximidad. Las aguas estaban tan llanas como un plato de color turquesa, por mientas, las aves caribeñas se sabullian en ella de vez en cuando buscando su alimento. El sol sobre el mar parecía algo sacado una ecena de ficción, era tan hermoso y deslumbrante que tenía que concentrarme en la carretera para no chocar ni quedarme ciega.

Por otro lado, mi hija miraba atontada la dirección opuesta a mi ventana. Miraba absorta las montañas, que parecían lomas de color verde esponjosas por la exuberante naturaleza.

Entonces, se me ocurrió algo.

— Son maravillosas, ¿verdad? —

Mi niña solo asiento con la cabeza mientras sequía mirando por la ventanilla.

Yo sonreí abiertamente al retrovisor.

— ¿Sabes algo curioso? —

Esta vez negó y miro al espejo para ver mis ojos.

— Esas montañas son gigantes durmientes. —

— Están dormidos? —

— Sí. — le aseguré sonriendo aún más a mi pequeña.

— Cuenta una leyenda, que eran tan altos que podían tocar las nubes, y sus pisadas creaban lagos, llanuras y praderas. Increíble, ¿no?—

Mi pequeña abrió la boca con horror.

— Oh, no te preocupes. Eran unos gigantes muy benévolos. Cuidaban de sus tierras y sus habitante. Eran grandes guardianes. —

— ¿Y de que protegían las tierras, mami? —

Yo señale el mar con mi pulgar.

— Del océano —

— ¿El océano? —

— En el mar, hay grandes monstruos marinos que deseaban conquistar cada rincón de la tierra. El mar era un lugar muy peligroso y un gran misterio, así que eran muy fuertes y codiciosos. Los gigantes lo sabían y defendían su tierra. Aquí, hubo una batalla entre gigantes y Moustros marinos que eran tan grandes como ellos. Al final, los gigantes lograron expulsar a los mostró marinos con grandes esfuerzos, pero quedaron agotados, así que decidieron dormir cerca de la costa para cuando vuelvan los monstruos, despertar a tiempo y enfrentarlos. Pero los días, meses, años y siglos pasaron y los monstruos no regresaron. Los gigantes se sumieron en un sueño casi eterno esperando a ser llamados para salvar y ser guardianes de estas tierras. Muy heroico, ¿no crees? —

Los ojos marrones de mi rayito de sol centellaron con aún más ilusión, dedicándose a escudriñar las montañas para ver la silueta de los gigantes dormir.

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