Capítulo veintiseis.

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Dos días después

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Dos días después.

Las vacaciones improvisadas habían llegado a su fin, y mientras todos volvían a sus vidas cotidianas, Brandon y yo conducimos hasta el otro extremo de la ciudad para ver a nuestros padres. Aún me quedaba dar este último paso antes de irme indefinidamente del país, tenía que resolver un asusto que llevaba ya mucho tiempo pendiente: visitar el lugar donde crecí, y a las personas que me ayudaron a ser quien soy.

Despedirme de ellos, sin saber cuando los volvería a ver, era un proceso difícil, y le agradecí mil veces a Brandon por querer apoyarme en todo. Enfrentaríamos un último problema juntos, ya que dentro de poco me tocaría hacerlo sola.

—¿Lista, hermanita?

Asentí, otorgándole el permiso de pulsar el timbre y pocos segundos después, como si alguien hubiera estado esperando ansiosa detrás de la puerta, esta se abrió, dando paso a la imagen del cuerpo pequeño de mi madre. Una señora con el cabello teñido de dorado, portando una sonrisa casi imperceptible—pero que a la vez, destellaba emoción y alegría—en su rostro ovalado. Mamá puso sus ojos marrones sobre mi, para luego pasarlos a mi hermano; estaba feliz de vernos, aunque era casi improbable que lo aceptara en voz alta.

—¡Albert, llegaron los niños!—gritó ella, abrazándonos.

—Espero que no hallas extrañado demasiado a tu hijo favorito.—Brandon me sacó la lengua, y mamá le dio un ligero golpe de reprimenda en la cabeza.

—¡Pero miren quienes se dignan a aparecer! Los pequeños Potter.—la sonrisa contagiosa y gigante de papá se hizo presente mientras se nos unía al abrazo.

Cuando las emociones nostálgicas del momento pasaron, entramos en la casa; y mirara a donde mirara, cientos de recuerdos invadían me mente, pero me negaba a llorar delante de mis padres, y no era porque no les tuviera confianza, al contrario, solo que si lo hacía, ellos pensarían que no soy lo suficientemente fuerte para irme a recorrer el mundo con el chico que me gusta. Y por muy tonto e infantil que sonara, su aprobación era muy importante para mí.

—¿A qué se debe su repentina y sospechosa visita, pochuelos de hipogrifo?—habló papá, con las cejas enarcadas.

—Bueno, será mejor que se sienten. Alegre les trae una bomba.—mi hermano se dejó caer en el sofá, guiñándome un ojo.

Traidor....

                                         *******
Alejandro.

El viaje de vuelta a casa se hizo más largo de lo que esperaba, tal vez porque no tenía a Alegre para calmar la ansiedad que me provocaba pensar en la importante conversación que estaba a punto de tener. Sin darle más vueltas, metí la llave en la cerradura y abrí la puerta de casa; el familiar aroma de las galletas de mi hermanas nos recibió.

—Hola, chicos.—Elsa nos abrazó uno por uno—¿Qué tal la pasaron?

—Increíble.—respondió Charlie, sonriendo.

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