Capítulo veintisiete.

66 12 4
                                    

Alejandro

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Alejandro.

—¿Puedes sacarlo del baño de una vez?—preguntó Pol, que comenzaba a ponerse nervioso.

—¿Por qué no nos cuentas lo que sucede a nosotros y luego lee hacemos un resumen a Charlie? Llevamos más de veinte minutos esperando.—se quejó mi hermana.

Maldecí mientras me encaminaba al cuarto de baño, donde después de varios toques en la puerta, esta por fin se abrió, dejando ver a un alegre y sonriente Charlie.

—Te has quedado a gusto, ¿cierto?—le mostré la hora en mi teléfono, enarcando una ceja.

—Pues la verdad es que si, y te recomiendo que no entres hasta que el extractor haga su trabajo.—contestó con voz cantarina.

Cuando por fin estuvimos todos reunidos en el salón, no pude evitar que mi cuerpo se tensara de forma casi dolorosa. Los segundos transcurrían de forma más rápida, y el discurso que había preparado se desvanecía a medida que las miradas sobre mi se volvían más intensas y curiosas; aunque en un detallado rápido de sus rostros, me percaté de que la única que parecía perdida era Elsa, mientras que mis primos ya sospechaban el camino que tomaría la charla.

—Te escuchamos.—Charlie me incitó a continuar.

—Ni siquiera se por donde empezar.—evité el contacto visual, tomando un tiempo para respirar profundo y aclarar las ideas—Es una conversación bastante dolorosa, y no quiero hacerlos sentir mal ni revolver historias del pasado, pero es algo que considero necesario para poder cerrar ese ciclo.

—¿Es sobre la muerte de nuestros padres?—inquirió Elsa, con un toque de molestia y tristeza que me dificultó entender su expresión.

—Si, hermanita.—asentí, temiendo su reacción.

—No lo comprendo.—soltó una risita irónica—¿Por qué tenemos que hablar de esto ahora? No quiero hacerlo.

—Elsa, déjalo hablar.—exigió Pol, aprovechándose de la autoridad que siempre había tenido sobre ella.

Mi hermana apretó la mandíbula con frustración, pero se mantuvo en silencio. Agradecí internamente a mi primo por la ayuda, y sin una preparación previa, comencé lo más directo posible:

—El accidente de papá y mamá nos trajo muchos días malos, pero pudimos superarlo y continuar con nuestras vidas a pesar del vacío que dejó su pérdida.

—¿Estás seguro de que todos logramos superarlo?—preguntó Charlie con delicadeza.

—Tienes razón, yo no pude hacerlo.—ni siquiera intenté borrar la pequeña sonrisa que se formó en mis labios—Y créanme cuando les digo que aceptarlo delante de ustedes es algo verdaderamente liberador; es la primera verdad que les digo en mucho tiempo.

Cambios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora