Microrrelato solitario

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-Es la soledad-

Digo en voz alta tratando de ahuyentar a las sombras, o de abrazarlas sin sentirme culpable.

Jamás he estado aquí. Ando a ciegas en cada paso. Helada en estos brazos. Ando a mitad, fingiendo plenitud.

-Ante lo nuevo, solo resta ser valiente. La soledad es lo nuevo-
Vuelvo a decir, y no pude evitar que me oyese.

Se dilata mi pupila hasta perderse, con cada emoción como si acabara de nacer. Descubriendo cómo sentir de veras, sobretodo en las noches más densas, dónde solo me cobija el silencio. Perverso.

Pero mentiría si dijera que a veces no me entrego. A cada pensamiento, sin ser pesado en la balanza de la razón, del principio, de lo correcto. Mentiría si dijera que mis manos no han descubierto placeres sobre mi piel.

-Te mostraré quién eres en realidad-
Habló ella.

Solo basta que la soledad haga el intento de abrazarme fuerte pensando que ayuda, cuando solo lastima más. Solo basta pensar y sentir de más, para ver todo negro y olvidar quién soy. Solo basta el recuerdo de un adiós bien ejecutado y de otros más discretos, pero igual de letales.

La soledad y el dolor jamás serán amigos, pero suelen revelar lo verdadero. Lo que realmente nos late dentro. Ira, odio, vacío. El corazón no late solo por oxígeno, late por razones, late a veces porque no hay remedio. Pero aunque lata, eso no quiere decir que estamos vivos.

No es que sea fuerte, es que no hay más adjetivos para esta guerra que sabe sonreír ampliamente mientras disimula el bombardeo por el lado invisible, y del que nadie habla. El puente rojo, del corazón a la mente.

A veces soy ángel, pero otras, un perfecto demonio. Pero digamos, que esta es mi manera de luchar. A veces lo doy todo, a veces, solo la mitad. A veces no puedo. Soy humana, y ella no tiene piedad.

-No, yo soy buena, debo ser buena, quiero ser buena-
Respondo.

Soledad, no me mires porque si lo haces veo todo lo bajo que estoy cayendo. Veo que suplico, veo que necesito, veo que tortura. Veo que estoy sola, y que ya las manos no me caben en los bolsillos. No me mires, por favor, que aún poseo algo de dignidad.

No me mires porque ya tienes demasiada evidencia en tus silencios. ¡Oh soledad tu estás robando cada trozo de mi prudencia!

Seco mis lágrimas.
Yo quiero ser buena. Yo soy buena. Aunque no esté hecha para ello.

-Mira a dónde te ha llevado ser buena, a mis brazos que no son suficientes para ti, para nadie-

Volvió a hablar y me dejé llevar. Hizo que otra herida se abriera. Una que no sabe cómo curarse. O quizás las manos que deben hacerlo jamás han querido ensuciarse en realidad.

-Tú solo eres consecuencias de un espacio vacío-
Respondo. En esta lucha no le permitiré a la soledad la última palabra.

-Quizás, ese espacio, siempre lo estuvo, quizás siempre fue mío-

Hago silencio, mientras parece que con ello gana. Pero me agarro de la cordura y ahora lo veo, la soledad solo fue consecuencia heredada de un amor que solo quedó en palabras.

Y me siento mal ahora por dejarla ser y que me haga mirar a otro lado. A un lado que solo quedará en miradas indebidas, pero siento que calla cada verdugo que en mi mente azota. Un lado que es pecado evidente, pero se siente como un tiempo de gracia. Un pecado que no es mío, sino más bien de esas manos que no supieron quedarse pero, sí cómo irse.

Digamos que soy lo que queda de un alma que lucha cada día por quedar menos sola.
Digamos que cada pensamiento que no se entiende es entender lo que vivo de alguna manera.
Digamos que solo sabrá abrazarme quién ha estado soñando con un abrazo. Quién le ha ganado al silencio y sus miles de torturas.

-Quizás, pero eso no quiere decir que yo te quiera. Lo siento soledad, me has hecho sangrar y puede que lleguen más heridas. Pero sigo de pie en la guerra. No seré yo quien pierda-

Le grito y ella se ríe.
Sé que jamás podría ganarle, pero la dignidad es algo que me niego a darle.
Tiene mis noches, y ya eso es mucho de mí.

El Antagonista de las EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora