ENZO.-Deberíamos irnos a dirección, ¿no crees? -pregunté, de pie, poco después de habernos acabado el cigarrillo. No entraba en mis planes llevarme el primer día una expulsión.
-Vaya... -frunció el ceño antes de dejar escapar una sonrisa-. ¿Tan rápido ha desaparecido el chico malo que no asumía responsabilidades?
-El chico malo quiere evitarse problemas. -contesté.
-Entiendo... -respondió mientras metía su mano en el bolsillo de mi pantalón, tratando de agarrar el tabaco. Ya sea intencionadamente o no, esa chica sabia como y cuando provocarme.
-Ves tirando, yo me quedare aquí. -contestó desafiante, mientras se encendía el cigarro sin apartar la mirada de mis ojos.
Cuando dio otra calada, inevitablemente, mis ojos se dirigieron a sus labios mientras mis deseos palpitantes de morderlos crecían cada vez más. Una cálida brisa golpeó nuestros mechones de pelo, deteniendo el tiempo a nuestro alrededor por un efímero segundo y creando una tensión inexplicable entre nosotros. Ambos sabíamos lo que sucedería si continuábamos así. Con la falsa creencia de intentar escapar de esa situación por el bien de ambos, casi rozando mejilla con mejilla, incliné mi cuerpo para agarrar un cigarrillo de la cajetilla que descansaba sobre la mesa en la que ella estaba sentada. Podía sentir su cálida respiración golpeando mis facciones, que desaparecía poco a poco, mientras se disponía a encenderme el cigarrillo que descansaba sobre mis labios.
-¿No serás tu la chica mala? -traté de cortar la tensión que nos envolvía mientras intentaba controlar mis impulsos. Sentía que no era el momento ni el lugar indicado.
-¿Qué pasa? ¿Te asusta? -Comprendí que mi pregunta, inevitablemente, parecía ir con segundas.
-Pocas cosas me asustan... -desvié la mirada hacia las ramas de los arboles, que se movían en un vaivén continuo.
-Tus ojos no parecen decir lo mis... -Sobresaltamos ante los gritos de alguien.
-¡Alessia! ¡Enzo! -Escuchamos a lo lejos a un hombre encaminado con pasos decisivos hacia nosotros.
-Mal asunto... el director. -irónicamente contestó, divirtiéndose ante la situación. ¿Exactamente que le hacía gracia?
-¿Os parece normal fumar en el liceo cuando deberías estar en mi despacho? -replicó enfadado un hombre trajeado, la verdad, bastante apuesto.
Me destine a hablar tratando de calmar la situación pero, casi al instante, me interrumpió.
-¡Papa! -¿Su padre era el director? Menuda genética tenían esos dos-. Entiende que no quería verte la cara por segunda vez.
-Ya hablaremos Alessia -contestó tajante fijando la mirada en Alessia y después desviándola a ambos-. Ya tengo suficiente por hoy, marcharos a clase.
-Ahora entiendo por que no te preocupaba ir a dirección -contesté una vez comprendida la situación, mientras nos alejábamos del director-. Desconocía ese as en la manga.
No se limitó a contestarme nada; algo le pasaba, pero por lo que reflejaba su aspecto deduje que no era el momento de preguntarle. Nos dirigimos, en silencio, hacia la clase de educación física.
Supuse que nuestros destinos se separaban por nuestras elecciones académicas, ya que nos encaminábamos en direcciones opuestas. La razón exacta por la que había dejado de nadar se me escapaba. Sin embargo, el instituto disponía de una piscina enorme y al elegir nuevamente esta optativa, tendría la oportunidad de sumergirme de nuevo en sus aguas, buscando así desconectar del caos del mundo exterior.
Una vez incorporado en los vestuarios, me quite la camiseta y me dispuse a abrir la mochila en la que descansaba el bañador, este ya venía incluido con el uniforme del liceo. Pero antes de que pudiera desvestirme del todo, me sorprendió ver al chico del día anterior, rompiendo el silencio con su presencia inoportuna. ¿El también nadaba? En todo caso, mis esperanzas de nadar tranquilo y en paz se desvanecieron.
-Fíjate tu... no sabia que el paliducho nadaba -recalcó saliendo por detrás de las taquillas con esa chulería que me incitaba a pegarle-. ¿Qué te apuestas a que si te hecho una carrera gano?
Con apenas 10 minutos antes de que las clases empezaran y el bullicio de estudiantes inundara el lugar, sentí que era el momento perfecto para derribar su arrogancia y hacerlo aterrizar en la realidad. Estaba decidido a mostrarle lo ridículo que era, esperando que todo le cayera del cielo. En el fondo, sabía que me lo agradecería. Después de todo, ¿Quién estaría presente para presenciar su humillación?
-Acepto -Ni se inmutó cuando contesté-. ¿Me vas a dejar desvestirme? o ¿Tienes otros gustos que desconocía?
Abandonó los vestuarios, mientras yo terminaba de desvestirme para colocarme ese bañador que dejaba poco a la imaginación.
Poco después salí por la puerta del vestuario. Ahí se encontraba esperando con confianza mi llegada mientras estiraba con determinación cada parte de su músculo. No iba a engañarme, lo consideraba un buen rival; su espalda y piernas resaltaban con diferencia, reflejando las muchas horas que dedicaba al entrenamiento. Con firmeza me acerqué a él y, acto seguido, recalcando su comportamiento, me dispuse a hacer lo mismo.
-Enzo, ¿verdad? -preguntó mientras estirábamos.
Asentí con la cabeza.
-Giovanni, encantado -¿Se podría esconder una buena persona detrás de toda esa fachada? pregunté en mi fuero interno-. Será ida y vuelta, el que llegue antes gana. ¿Listo para perder paliducho?
Retiro lo dicho.
-Que gane el mejor -respondí justo antes de lanzarme al agua, sintiendo el choque de temperatura al sumergirme.
Había pasado tanto tiempo que apenas recordaba lo gratificante que era nadar y lo veloz que el agua fluía entre mis brazadas. Al inclinar mi cabeza para tomar una bocanada de aire, noté que en la mitad de la piscina la competencia estaba reñida. Decidí estirar aún más mis brazos para deslizar la mayor cantidad de agua posible entre mis movimientos. Casi había llegado al final de la ida, preparé mi posición para realizar el giro y lanzarme desde la pared con toda la fuerza posible. A diferencia de otros deportes, en la natación la técnica lo era todo, y no importaba cuán rápido fueran tus brazadas, no garantizaba necesariamente que avanzaras más rápido.
Ejecuté el impulso con toda mi fuerza y, al tomar otra bocanada de aire, noté que había tomado la delantera, aunque fuera por una pequeña distancia. Me quedaban aproximadamente 3 metros y la victoria estaba a punto de ser mía. Sin embargo, de repente, una extraña angustia invadió mi cuerpo. Sentí cómo mi cuerpo se volvía más pesado, dificultándome las brazadas y la respiración. Mis intentos desesperados por escapar fueron en vano. Mi cuerpo se negaba a obedecer y el agua me envolvía lentamente, arrastrándome hacia lo más profundo.
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Enzo, Fragmentados
Fiksi RemajaSomos como cristales frágiles, esculpidos por las experiencias y los miedos, y con cada golpe, nos volvemos más resilientes. Pero también somos cristales que temen fragmentarse, que temen revelar nuestra autenticidad y vulnerabilidad al mundo. En nu...