Diadema con orejitas de oso.

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Gigil

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Gigil. 

Origen tagalo. 

«El incontrolable deseo de apretar a alguien por ser demasiado adorable»

Mientras los copos de nieve caen implacables sobre el mundo exterior, pintando todo de un blanco prístino, dentro de nuestro hogar se respira una calidez que contrasta vivamente con la escarcha de afuera. La casa parece envolvernos en un abrazo cálido y seguro, protegiéndonos del frío invernal.

Con el suave sonido de mis pantuflas contra el suelo, bajo las escaleras, sintiendo la suavidad del tejido de mi pijama moverse con cada paso. El silencio matutino es apenas interrumpido por el eco amortiguado de mi andar y una sensación de paz se asienta profundamente en mi corazón.

Al llegar a la sala, la escena que se despliega ante mí es casi mágica. Jules está sentado en el suelo, sobre la alfombra color vino, completamente absorto en el espectáculo de luces que ofrecen los adornos del árbol de Navidad. Las pequeñas luces parpadean en un baile de colores, reflejando destellos en sus ojos contemplativos. La chimenea está encendida, lanzando un resplandor cálido que ilumina la habitación y aumenta la sensación de confort.

En sus manos, Jules sostiene una taza que humea y el dulce aroma a chocolate caliente se extiende por el aire, invitándome a acercarme. Él se da cuenta de mi presencia y me regala una de esas sonrisas que siempre logran hacer que mi corazón se sienta más ligero.

—Buenos días —dice con voz suave, su tono tan cálido como la bebida en sus manos. Su invitación es implícita y me acerco para sentarme a su lado en la alfombra.

—Buenos días —respondo mientras me acomodo junto a él, dejándome envolver por el calor de la chimenea y la belleza del árbol—. Huele increíble.

Él extiende la taza hacia mí, ofreciéndome un sorbo. Acepto, y el sabor rico y chocolatoso es un perfecto complemento para el ambiente hogareño. Juntos, compartimos la taza y observamos en silencio las luces del árbol, disfrutando de la serenidad del momento.

—Es una mañana perfecta, ¿no crees? —comento, sintiendo cómo el calor del fuego y del chocolate me calientan por dentro.

—Lo es, especialmente contigo aquí —responde Jules, poniendo un brazo sobre mis hombros y atrayéndome un poco más cerca. Mientras la cercanía de nuestros cuerpos intensifica el calor del ambiente, mi corazón late con una rapidez que me sorprende a mí mismo.

Me recargo aún más en su cuerpo, disfrutando del calor compartido y el delicioso chocolate caliente que parece fundir todas las barreras entre nosotros.

—Oye, Arthur, ¿quieres que te dé tu regalo? —pregunta Jules de repente, después de que terminamos la bebida y un silencio cómodo se instala entre nosotros. La pregunta me toma por sorpresa, mis ojos se abren ampliamente al no esperar esa acción en este momento tan tranquilo.

Hermosamente caótico « lgbt »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora