El hombre que alguna vez fue mi padre.

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Gökotta.

Origen sueco.

«Levantarse temprano en la mañana con el propósito de ir afuera y escuchar el canto de los primeros pájaros»

Los primeros rayos del sol matutino se cuelan por la ventana abierta, filtrándose entre las cortinas blancas que bailan suavemente al ritmo del viento gélido. Afuera, la nieve se amontona en el alfeizar, formando pequeñas dunas blancas que parecen invitarme a un mundo invernal.

Mis ojos, uno marrón y el otro azul, se abren lentamente, parpadeando mientras se acostumbran a la luz del nuevo día. Bostezo ampliamente y me estiro con comodidad, disfrutando del calor de las cobijas que me envuelven como un abrazo cálido.

Al moverme, siento la presencia de otro cuerpo junto a mí, y por un instante, mi ceño se frunce en confusión. Luego, con la memoria aclarándose como el cielo tras la nevada, recuerdo: correcto, dormí con mi padre en su antigua habitación en la casa de mis abuelos.

No es algo habitual, pero anoche, después de ese momento afuera en el jardín, simplemente subimos y nos quedamos dormidos aquí, sumidos en la nostalgia de los viejos tiempos y el confort de estar juntos.

La situación tiene un toque de humor, considerando que solía colarme en esta misma habitación cuando era un niño, buscando consuelo tras una pesadilla o simplemente queriendo estar cerca de él. Mirando a mi padre, que aún duerme profunda y serenamente, no puedo evitar sonreír. El papel se ha invertido ligeramente; ahora soy yo quien proporciona la presencia tranquilizadora.

Con cuidado, para no despertarlo, me deslizo fuera de las cobijas y piso el suelo frío. El contraste entre el calor de la cama y el frío del piso de madera me hace estremecer, pero es un recordatorio vivificante de que estoy aquí, en este lugar lleno de recuerdos y amor familiar.

Me acerco a la ventana y aparto las cortinas para mirar mejor el paisaje invernal. La belleza tranquila de la mañana nevada es casi poética y me tomo un momento para respirar profundo, llenándome de la paz que solo este lugar parece ofrecer.

Hoy es un nuevo día, un día que promete más recuerdos felices y momentos de conexión.

A medida que el amanecer se despliega ante mis ojos, los primeros cantos de los pájaros se filtran a través del aire fresco, cada nota una melodía que parece celebrar el comienzo de una oportunidad más de vivir.

El cielo, un lienzo expansivo, se tiñe de naranjas brillantes, rosas suaves y azules tenues, mezclándose en una pintura que cambia con cada minuto que pasa. La temperatura, aunque fresca, no es tan cortante como en días anteriores, lo que añade un toque de bienvenida a la mañana.

Me asomo por la ventana, observando cómo algunas avecillas revolotean de rama en rama, sus movimientos ágiles y despreocupados añadiendo vida al paisaje tranquilo de mi jardín. El sol, aún bajo en el horizonte, proyecta largas sombras y destellos de luz que danzan sobre el suelo cubierto de blanco, transformando cada parte en un pequeño espejo que refleja la luz del amanecer.

Respiro profundo, llenando mis pulmones con el aire fresco y ligeramente perfumado del exterior. Hay algo en este momento, en la pureza del aire matutino y en la serenidad del entorno, que me llena de una paz profunda y revitalizante. Siento cómo cada inhalación disipa los remanentes de cansancio o preocupación, dejándome renovado y más despierto a las posibilidades del día que comienza.

Quizás sea la belleza del amanecer, o tal vez el canto de los pájaros, pero algo en el aire me hace sentir que hoy puede ser un día especial, lleno de pequeñas maravillas y momentos de alegría.

Hermosamente caótico « lgbt »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora