2. La Mansión

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Pasaron algunos días luego de haber coincidido con Damián. La escuela no ha sido muy diferente al primer día, la mayoría de cosas que hemos hecho es presentarnos, copiar el metodo de evaluación y negociar con los maestros el valor de los exámenes y las tareas.

Hoy es viernes. Me levanto a las 5:30 para bañarme, escogí una camisa amarilla, unos jeans celestes y un suéter verde. Otra vez está lloviendo.

Bajo a desayunar. Mi mamá está sentada viendo las noticias en su celular.

—Parece que no dejará de llover hasta la próxima semana —dice.

—Bueno, no hace calor, así que no me quejo —respondo—. Por cierto, buenos días.

—Buenos días hijito —dice abrazándome y dándome un beso en la mejilla.

Desayuné con ella unos huevos revueltos con tocino. La verdad, olía delicioso.

Una vez terminamos de desayunar, subí a mi baño para lavarme los dientes.

Terminé de arreglar mi mochila, volteé a verme una vez más en el espejo.

—Huh. Parece que hoy me veo más lindo que de costumbre... —pensé— Ese día Damián me vio empapado. Debí haberme visto... Curioso.

Aproximadamente a las 6:40 salí de la casa con un paraguas. El autobús no tardó tanto en llegar.

Una vez que llegué a la escuela el paisaje era desalentador. No había nadie afuera, era imaginable, la lluvia estaba especialmente fuerte hoy. Aún así me bajé del autobús y caminé a la entrada de la escuela. Una cartulina mal puesta decía "Se suspenden labores hasta el lunes 12 de septiembre.".

—Pff —bufé.

Al dar la vuelta, vi que una figura se acercaba. Aún no salía el sol, así que sólo veía la silueta de una persona alta viniendo en dirección mía bajo la lluvia.

Como buen latinoamericano, una sensación de miedo me recorrió el cuerpo.

—Valió —pensé.

Comencé a caminar en dirección contraria sin parecer sospechoso.

Cuando mi sexto sentido dejó de hacerme sentir seguido, volteé a ver. Esa persona ni siquiera me siguió. Estaba parada frente a la puerta de la escuela.

Me acerqué un poco ocultándome tras un árbol mientras me quitaba la mochila. Observé a esa persona quitarse la capucha de su impermeable. Era...

—¿Damián? —pensé.

¿Qué debía hacer? No lo había visto en toda la semana. Pensé en salir de mi escondite y hablarle, pero rápidamente sentí los nervios en el estómago.

No podía simplemente salir y decir "Hey, Damián, ¿Cómo has estado?" como si lo conociera de hace mucho... Aunque después de todo, me compró ropa, pero fue sólo una vez que nos vimos.

—¿Qué haces ahí escondido? —dijo una voz conocida justo detrás de mí haciéndome sobresaltar.

—¿Y-yo? Eh, nada. ¡Nada! —respondí con visibles nervios. Raúl sólo me vio con cara de que no me creía.

—Si tú lo dices —dijo suspirando—. No hay clases.

—Sí, eso vi.

—Espera... Ese que va ahí, ¿No es tu amigo con el que estabas hablando el lunes? —exclamó señalando al encapuchado que ahora estaba caminando en nuestra dirección.

Mis nervios se alteraron aún más. Sólo alcancé a darle un jalón a Raúl, que malamente lo hizo caer sobre mí en una posición poco decorosa.

—¡Ah! —gritó.

Las Flores de DanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora