uno. (v-1)

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¿Sabes cuándo estás realmente solo? Cuando tu mayor fuente de entretención es conversar con la señora de la tienda.

No se está quejando en si, pero ya es aburrido escuchar a la señora May hablar de las flores, la luna o el océano una y otra vez.

Ya lo ha estado escuchando todo el verano.

Lo único divertido es cuando deja de hablarle a los clientes sobre eso y se gira a verlo, viendo que no la ha estado escuchando en todo el rato que llevaba de discurso.

Esa tarde, después de haber acompañado a su hermano a jugar al parque un rato con sus amigos, en lugar de volver a casa como naturalmente irían, se quedó en el pequeño negocio.

Allí, la señora May terminaba de atender a una madre y su hija, quienes al ver entrar a Bill, agradecieron que por fin hubiera alguien en quien la señora pudiera fijarse.

La madre le agradeció rápidamente a la señora y se fue de la misma manera con su hija.

La señora May era muy buena vendedora y muy amable, pero a veces no sabía cuando callarse. Un poco cotorra.

Quizás cuando uno llega a viejo, se pone así.

─¿Y tú? ─dijo, despegando la vista de las clientas recién idas─. ¿Acaso no tienes amigos que siempre estás con esta vieja?

Bill Denbrough sonríe levemente.

Pese a que las conversaciones se vuelven repetitivas y algo monótonas, no puede evitar seguir hablando con ella.

La señora May sabía que Bill tenía amigos, pero lo veía tan aburrido que dejó un momento sus temas de señora canosa para hablar de él.

Esa era otra de sus características: le gustaba molestar a la gente. Tenía algo de chismosa también.

─Sí, si tengo amigos. Pero ninguno está ─cuenta el menor, recargándose contra el mostrador de espalda.

─¿Y eso por qué?

Suspira; Ben se fue a Nevada con su familia lejana un par de semanas, Beverly fue a casa de su tía, Eddie está "enfermo", Stan no lo dejan salir y Richie está en California hasta el fin del verano.

Así que está solo. Solo en una calurosa tarde de verano.

─Muchas cosas, pero el caso es q-que estoy solo ─explicó, cruzándose de brazos.

Va a ese almacén desde que tiene memoria, por lo cual la señora de cabello ondulado y blanco, de anteojos y ojos celestes lo conoce desde pequeño.

No ha hecho nada productivo en el día y, en general, en la última semana, más que ver televisión, jugar un rato con su hermano pequeño y leído un rato antes de salir.

La campanilla de la puerta suena nuevamente, indicando que ha entrado un nuevo cliente.

Y ahí, con la simpleza y tranquilidad que lo caracterizaría, y como si no fuera él el responsable del mar de emociones que sacudiría la vida de Bill, entró al local.

Pero ninguno lo sabía.

Como de costumbre cada que entraba un nuevo cliente, Bill baja la mirada y se mueve un poco al costado, no interesado.

Este desinterés desaparece en cuanto, mirando el suelo con la pequeña tensión que aparece a cada persona introvertida como él cada que se conecta con gente desconocida, se fija en los zapatos de la persona.

Naturalmente siempre está con la cabeza gacha, y por ello es que siempre se fija en los zapatos de la gente.

Generalmente se fijaba si es que tenían algún desperfecto, si eran nuevos, limpios, rotos, bonitos, feos...

Jamás se imaginó que alguien le haría pequeñas estrellas con marcador en los zapatos.

Las vans negras tenían varias estrellas blancas y negras en algunos sitios, como en los laterales y en la parte de adelante. Incluso en los agujetas tenían algunos puntos de colores, algo gastados por el tiempo.

Ahí, por curiosidad de ver quién era la creativa persona que pintaba sus zapatos, sube la mirada.

Y es como si de la nada hubiera olvidado todo. Por una milésima de segundo, hasta se olvidó de su timidez.

Se quedó perdido en la apariencia del chico quien, como era de costumbre con los clientes, se tragaba pacientemente la charla con la señora May para recibir lo que habían pedido.

Debía tener su edad. Era un poco más bajo que él, tenía el cabello largo y algo despeinado, pero tampoco parecía importarle.

Siendo una persona que le gusta observar, a Bill se le hizo curioso el hecho de que no haya bajado la vista para ver su ropa. Solo sabia que vestía una camisa delgada blanca, manga corta.

Normalmente le gustaba ver a la gente de pies a cabeza. Pero no sabe por qué con él no pudo.

Se quedó en su rostro, en su perfil, en su suave sonrisa de cortesía ante la señora parlanchina, como achinaba los ojos cuando se reía de sus incoherencias, algunos pequeños lunares en su piel, como su cabello caía irregularmente por los costados de su rostro.

Era...

─Uno con quince, serían ─dijo la señora, con esa sonrisa contenida de que quería largar alguna viboreada del joven frente a ella.

Él asiente, le pasa el dinero y recoge el pote de jabón en polvo que había comprado.

─Gracias ─le respondió, empezando a darse la vuelta y, al toparse con Bill mirándolo con una intensidad que éste no controló, le sonríe.

Tenía una mancha de pintura azul en la mejilla y, aunque no pudo mirarlo bien de frente por la velocidad ─y de que le dio vergüenza y bajo la vista─ en el cabello también.

Finalmente, se da la vuelta y sale de la tienda, bajo la tímida mirada de Bill sobre él.

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he say, lana del rey, can you serve me lemonade? i say yes bill, i can.

. 𝐀𝐍𝐄𝐔𝐑𝐘𝐒𝐌 ⭒๋࣭ ⭑ bill denbroughDonde viven las historias. Descúbrelo ahora