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Dolor... En la oscuridad, solo podía sentir dolor. No importaba la sensación fría en su cuerpo; solo prevalecía el dolor. Su brazo estaba inmóvil, su pecho cubierto con algo, pero no importaba; el dolor no se iba. Poco a poco empezó a abrir sus ojos, cambiando la oscuridad por una luz cegadora. Cubrió sus ojos con la única extremidad disponible y se levantó, dejando atrás la sensación fría. Se acomodó en su sitio; cada movimiento que daba era una punzada aguda, un recordatorio del ataque que sufrió. Aunque estaba agradecido por estar vivo, el miedo y la incomodidad lo abrumaban.

Su respiración estaba tensa; movió un poco su cabeza para ver a su alrededor. La luz blanca cubría el lugar, iluminando todo. Las paredes eran de madera de un color café oscuro, junto con imágenes de diferentes animales y un esquema de su anatomía. Había estantes llenos de cosas y gabinetes con puertas de cristal con otros suministros. Miró abajo de sus pies y se dio cuenta de que estaba en una mesa de metal. El sonido del agua correr llamó su atención; giró su cabeza y captó la presencia del ser humano, quien estaba de espaldas lavándose las manos. Terminó y se secó las manos con un trapo que estaba al lado del lavabo. Se volvió en su eje, y sus miradas se toparon.

El humano se encontró con el búho viéndolo; la ave tenía la cabeza volteada, mirándolo fijamente. Dio unos pequeños pasos y se acomodó; su cuerpo estaba en la posición correcta. Dejó el trapo en el lavabo y levantó sus manos como señal de no hacerle daño. El animal estaba tenso; sus plumas estaban extendidas, su pecho subía y bajaba rápidamente. El no apartó la mirada del ave, y el ave de él. Se movió hacia unos estantes y con su mano agarró un frasco; lo destapó y, con paso lento, se acercó al búho. El búho se alejó un poco pero detuvo su paso cuando vio el contenido del frasco que el humano tenía; solo eran galletas para animales. El humano dejó un poco para él. Sabía que el alimento no era el correcto, pero debía demostrar que no era un peligro, así que utilizó las galletas que daba a las mascotas que atendía para que se distrajeran o si se habían comportado bien durante su chequeo.

El búho intentó relajarse; vio que no era una amenaza. Su estómago aún estaba vacío, no pudo comer bien, así que se acercó un poco al montículo que estaba enfrente y comió un poco para demostrar que confiaba un poco en este humano. Le disgustaban los humanos, pero sabía que algunos no eran una amenaza. Aún le fastidiaba su presencia; las únicas interacciones que tenía eran cuando venían los observadores de aves o cuando molestaba a los que acampaban en el bosque durante el verano. Vio que el humano dejó el frasco a un lado y se acercó un poco a él. Se dió cuenta que extendió sus manos hacia él con la intención de agarrarlo; al principio le dio pánico, pero se dio cuenta de que era un error. Si él quisiera lastimarlo, ya lo habría hecho. Además, él trató sus heridas, así que se tranquilizó. Sintió sus manos rodear su cuerpo con mucho cuidado; lo elevó de la mesa donde estaban y se dispuso a salir de esa habitación.

Su cuerpo sintió calidez, y vio la sala del humano un poco desordenada, pero no importaba. Vio que iban hacia un sofá; lo dejó en el sofá, posicionándolo frente a la chimenea. Cuando lo dejó, su cuerpo sintió la suavidad que daba y se dio cuenta de que el humano se retiró hacia la puerta principal, saliendo de su hogar y dejándolo solo. O eso pensaba.

No pasó ni un segundo cuando sintió el movimiento en el sofá; su mirada se encontró con los hijos de su amiga, quienes demostraban un buen estado. Era un alivio; ellos estaban bien, lo que significaba que su amiga también lo estaba, ¿cierto? Pero cuando iba a soltar una palabra, fue abrazado por los tres zorritos.

.- ¡Oigan! ¡¿Qué les pasa?! Aún estoy lastimado, ¡no se avalancen así, me van a matar! –dio su queja, pero fue opacada por pequeños llantos generados por los niños–.

.- Pensé que te mató ese tejón –mencionó el segundo, separándose, seguido por sus hermanos, dejando en paz al búho–.

.- Igual, –la niña menciono–.

Enduring ColdnessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora