21

957 82 38
                                    

Agosto, 2016.

— Lamento mucho haberte hecho venir, mi niña.

— Oh abue, deja de decir eso, ¿cómo no iba a venir? — Aquella pelirroja tomo entré sus manos la pecosa y arrugada mano de su familiar, dándole breves caricias.

Ambas mujeres se encontraban fuera del consultorio médico, esperando ser atendidas. La pelirroja había llegado con su familiar muy preocupada desde temprano para llevarle al médico, insistiendo en no dejarle ir sola.

— Pero, sé que aún estas de luto, solo han pasado un par de semanas. Tu rostro lo dice todo, a mi no me puedes mentir.

Sayuri mordió su labio, cerrando los ojos por un momento, buscando darse fuerza así misma. Aquella anciana a quien consideraba una madre, la conocía a la perfección, no tenía caso alguno mentirle; claro que se sentía mal, tenía el corazón partido y no sabía cuanto más podría soportarlo.

— Lo sé, no te niego que no estoy bien, pero abue Hana, tú salud no ha mejorado tampoco en estos días, ¡mírate! Incluso estás más delgada. — La mujer mayor sonrió, intentando tranquilizar a su nieta. Desde hace un par de semanas venía sintiendo malestares y a pesar de las medicinas, no había mejoría. — Enserió deberías considerar mudarte con nosotros o cerca de la casa, Satoru no tendrá problema alguno.

— Eso ya lo sé, pero no quiero ser ningún problema y toda mi vida he estado aquí en Nagoya, no pienso abandonar mi ciudad natal.

— Abuela, no seas terca. — Resoplo, regalándole una mirada de fastidio.

— Y que terca eres tú también, con tu insistencia. — Ahora la pelirroja le miró ofendida, no había manera de ganarle. — Por cierto, ¿cómo está Satoru y el niño?

De nuevo, un suspiro salió de los labios de Sayuri, definitivamente había sido un año duro, difícil de digerir y de sobrellevar.

— Satoru está bien o eso hace creer, sé que no esta del todo bien, sin embargo, sigue alejándome, se guarda las cosas para él mismo. — Bajó la mirada, dejándola fija sobre sus botas color vino, aquellas que el albino le regalo con mucho cariño hace dos años, para su cumpleaños número veintitrés. — Y Megumi es un torbellino, esta en plena adolescencia y todo lo que ha pasado no le ha sentado nada bien, no me la deja fácil, me complica mucho las cosas; muchas veces no sé cómo sobrellevar algunas situaciones con él o como ayudarle, yo misma soy un desastre.

Soltando la mano de la mayor, llevo ambas manos a su cabeza, pasándolas por sus ya crecidos cabellos rojos, aquellas hebras sedosas que comenzaban a llegar ligeramente por debajo de sus hombros.

La fémina mayor le miró con preocupación y compasión, sabía que las cosas entre la pelirroja y el albino que conoció años atrás últimamente eran difíciles. Aquel muchachito con dulce carisma, se ha apagado con los años, llevándose entre los pies la linda relación que tenía con su nieta.

— No dudes en que haces un buen trabajo y tu mejor esfuerzo, pude ver de cerca como cuidabas a ese par de chiquillos huérfanos sin que fueran familia de sangre o allegados, simplemente les disté un hogar porque esos dos se ganaron tu corazón en cuanto los viste, y porque te hacia ilusión formar un hogar con Satoru. — La señora Hana, acaricio la espalda ajena. Sayuri levantó su vista, mirando directamente a los contrarios ojos color miel. — Has jugado un rol maternal muy importante en la vida de ellos dos, nunca dudes en que les has dado todo; le diste todo lo que pudiste, no fuiste una mala tutora, no fue tu culpa lo que pasó, Sayuri.

"No fue tu culpa lo que pasó". Aquellas palabras resonaron en su cabeza, provocando que un par de lágrimas cayeran, sintiendo su corazón quemar dentro de su pecho.

𝐒𝐚𝐭𝐮𝐫𝐧𝐨 || 𝗚𝗼𝗷𝗼 𝗦𝗮𝘁𝗼𝗿𝘂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora