Félix

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Often (The weekend)
Bitches down to do it either way, often
Baby, I can make that pussy rain, often
Often, often, girl, I do this often

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Sabado 12:30 AM

Besé sus labios y se frotó contra mi, resople y le di la vuelta, acaricie su espalda y aquella dio saltitos suaves, sus cabellos castaños se sacudían suavemente por sus movimientos, me aferre a sus caderas con las manos y clave mis uñas.

La rubia abrió la puerta de su oficina y me vio de mala manera, con tanto fuego en la mirada que me excitó más que mi esposa sobre mi regazo, aquella tenía la mirada encendida, con rabia.

La castaña se detuvo y la levante de mis piernas, sintiéndome obligado a hacerlo por la mirada de aquella, sonrió y salió hacia el pasillo que la guiaba hacia afuera.

—¿Qué? ahora te da vergüenza, no seas ridículo cariño. Dijo, giré los ojos y la empuje hasta que se sentó irritada en el escritorio—Caro, es una oficina no un motel. Le espeté—Bueno, no sé si a tu asistente le den tantos celos verte con tu esposa, Félix.

—Se ve vulgar, ese es el problema, a mi asistente le importa una mierda si lo hacemos o no, entiéndelo, no sé porque quieres actuar tan inmadura aparentando ser algo más que no somos.

—Vete a la mierda, si quieres hazlo con ella. Me espetó con molestia, sus labios se presionaron e hizo un puchero—No me digas que te pondrás a llorar, no me jodas tanto y sal de mi oficina, necesito arreglar unas cosas.

—Creo que me estoy arrepintiendo de haberme casado contigo.

—Todavía tienes tiempo de decirme que no me quieres, no me molesta mucho.

Aquella se echó a llorar y salió de la oficina, giré los ojos, aquella tenía actitudes bastante irritantes, era una mimada, pero... Me case con ella por compromiso a sus padres solo que sentía algo por ella, muy seguramente solo... Afectó como de amigos. Me acostaba con ella porque me rogaba que lo hiciera y muy probablemente ella sabía que no la quería pero seguía ahí.

Suspire y clavé mi mirada en el computador lleno de cifras frente a mi, la rubia entró a la oficina, meciendo sus caderas y los vuelos de su vestido blanco con altura de unos cinco dedos arriba de la rodilla, tenia el cabello recogido en una coleta desordenada y los labios rosas como los de un ángel, el rubor decoraba sus mejillas, su semblante relajado era un poema, tenia un par de tacones gris claro, no muy altos, volteo a verme de reojo y la comisura de sus labios se elevó en una linda y cálida sonrisa, solo para mi.

La observe de pies a cabeza y su figura en ese vestido se veía inexplicable.

Cada centímetro de su cuerpo me pedía a gritos que la tocara, pareciera que caminaba en una perfecta cámara lenta.

Suspire y le regresé la sonrisa, era coqueta, demasiado, me estaba volviendo loco por dentro, mi pene estaba apunto de explotar por su causa, hacia que mi cerebro se pudriera lentamente.

Me levanté y la seguí, tenerla ahí era un castigo.

—Samantha, por favor... Concede mi deseo

—¿Ahora me tutea, jefe? Preguntó apoyando una de sus manos en el archivero a su lado, estaba a unos pocos centímetro de mi y de el escritorio, podía agarrarla y aventarla al escritorio para arrancarle el puto vestidito.

—Ahora mismo no soy tu jefe, soy Félix.

—En ese caso no concedo su deseo, no soy un hada madrina para hacerlo, y ser otra más de las chicas fáciles de esta empresa con la que se a acostado no esta en mis planes, una disculpa, Félix.

—Deja de hacerte la difícil. Podían sentir como el deseo le quemaba poco a poco la piel, tenía tantas ganas de que la tocara como yo tenia tantas ganas de tocarla.

Suspiró y se acercó a mi, sentí su aliento caliente rozar mi piel como el aire, la vi a los ojos, me perdí en su mirada, tratando de descifrar en lo que pensaba.

Sonrió, agarré su mejilla y uní mis labios a los suyos, no tuve que poner mucha presión para ello, solamente se dio, sus labios me guiaron en un beso suave, provocativo, que me quemaba por dentro, jadeé y la apoyé contra el archivero, agarre su cintura y apoyó sus manos en mi cuello, las deslizo hasta mis cabellos, dándome pequeños jalones, deslicé mi mano por su pierna y trate de subir aún mas pero ella me apartó de un jalón y me observó mientras recuperaba el nivel normal de su respiración.

—Aún no. Dijo mientras me veía a los ojos con algo especial en ellos, fruncí el ceño, ella estaba jugando conmigo y yo no tenía más remedio que rendirme y dejarla en paz para hacer su trabajo, por el que la contrate.

Debería ser profesional para no perder la empresa y yo estaba seguro de que no quería eso, ahora su ropa estaba desalineada, sus cabellos despeinados y su labial estaba corrido. Solté mi agarre de su cintura y abrí la puerta de la oficina, salí y la cerré con agresividad.

La escuché suspirar y soltar una risita, jugaba conmigo y de eso estaba 100% seguro.

Caminé y rodee el escritorio, me senté y solté un suspiro, todo su ser me estaba estresando de una manera estúpida, necesitaba tenerla solo para mi, todos los malditos días la veía irse con un joven diferente.

Ella la pasaba de maravilla muy seguramente todos los días, estaba tan necesitado de ser alguno de los chicos con los que salía que era capaz de pedírselo de rodillas. Rogarle estaba en mis posibilidades humanas, no me molestaba mucho humillarme si como recompensa terminaría dentro de ella una y mil veces hasta que me exprimiera y no pudiera usar las piernas.

Estaba seguro de que ella prefería eso a que la molestara como lo hacia todos los días, perdí mi mirada en el computador y escribí y arregle un par de cifras, no podía concentrarme del todo y eso me volvía loco, era molesto saber que hace tanto no me perdía por sexo y ahora por su culpa no podía parar de pensar en eso, mi esposa dejo de ser un consuelo el día en el que vino con una falda más corta de lo habitual, el día en el que empezó a usar escote y sus lindos y pequeños senos se empezaron a notar, cuando sus caderas se veían mas definidas y cuando le pregunté el porqué me dijo que hacía ejercicio todos los días para verse linda, me volvía loco poco apoco y no tenía ni un poco de capacidad para resistirme a cogerla tantas veces en la misma oficina, en su escritorio, en el lugar donde lo hice con mi esposa...

Su silencioso tipo de seducción me volvía un idiota cuando estaba cerca, y realmente no era su culpa ser una chica hermosa.

Claro, ¿Quién iría a meterse con su jefe? Salió de la oficina y cuando pensé que iría al baño, cerró la puerta de salida con seguro.

Volvió hacía mi y sonrió, giró la silla hasta que quede frente afrente con ella y la observe embobado en sus senos justamente frente a mi cara.

Se sentó sobre mi regazo lentamente, acomodándose sobre mi con sutileza, movimientos sexys y delicados, se frotó contra mi pelvis y solté un gruñido.

—¿Esto es lo que quiere? Murmuró, asentí lentamente y su mirada me absorbió.

—Te quiero sobre mi, saltando como nadie lo a hecho.—Vi a su esposa hacerlo hace un par de días, no creo que la iguale, se veía que lo disfrutaba mucho, Jefe. Dio un saltito y clave instintivamente mis dedos en la tela que cubría la piel de sus caderas.

—Te equivocas, no disfruto mucho lo que hace.

—Pobre... Usted la trata muy mal. Susurró y acercó su boca a mi cuello para dejar un par de besos en la superficie, eran mojados y tan dulces, solté un jadeo, subí mis manos a sus senos y acaricié sus pezones erectos y duros como piedras a través de la tela, un pequeño gemido salio de sus labios cuando pellizqué.

—Déjame probarte, Samantha.

—Entonces espero que hoy salga temprano y me lleve a mi casa.

Solo una vez || Riverduccion Donde viven las historias. Descúbrelo ahora