Samantha

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01:02 PM Los Ángeles, California.

El chofer manejó por las calles de LA con regularidad y Félix me envolvió en sus brazos, apoyé mi cabeza en su hombro y me perdí en sus ojos café oscuro brillantes, sus labios carnosos se movían en parloteo que era incapaz de escuchar, solo estaba viéndolo, admirando todos y cada uno de los detalles en su rostro perfecto.

Me observó y habló de nuevo mientras me veía fijamente, asentí con suavidad y me perdí mentalmente en una laguna de sentimientos encontrados, me sentía extraña, como si estuviera atrapada en sus brazos, sus caricias y todo lo que tenía que ver con el, no podía salir de ese limbo infinito en el que me encontraba por su culpa, mi pecho se sacudía violentamente.

Sacudió una mano frente a mi rostro y me sobre salté.

—¿Ya tenemos los documentos listos para la junta de hoy? Preguntó mandando a la mierda el momento.

—Si... Respondí, mordí el interior de mi mejilla y perdí mi mirada en las calles.

Por Dios, ¿Qué tan difícil era simplemente evitar ese tema hasta que llegáramos al trabajo.

—¿Podemos solo hablar de algo más que no sea... Trabajo?

—Cariño, venimos por trabajo a Los Ángeles. Dijo, agarró mi mentón y besó mi mejilla, arrugué la nariz, apoyé mi rostro en su hombro mientras lo contemplaba mientras el hacía lo mismo.

Me sentía tontamente atraída por lo que sea que había en su mirada, el auto se detuvo y aquel despegó su mirada de la mía.

Era un imán que me atraía poco a poco, era el fuego que me consumía lentamente hasta incendiarme, hasta dejarme en cenizas.

Salí del taxi dejando a Félix discutir en inglés con el hombre que manejaba, recorrí el edificio de arriba a abajo con la mirada.

Había estado en LA muchas veces pero nunca en un hotel tan lujoso, siempre que venía con mi padre le daba flojera el hecho de reservar con una semana de antelación algún hotel caro.

Así que nos hospedábamos en hoteles más económicos, no había tanta fila para dos habitaciones.

El aire frío sacudía mis cabellos, mi enterizo negro que llegaba hasta arriba de la rodilla con una sudadera blanca era lo único que me mantenía con calor, no mejoraba tanto, pero no podía quejarme.

Caminé hacia Félix y el hombre que lo ayudaba a bajar las maletas, aquel me vio de reojo y sonrió, se acercó a mí y agarré mi maleta, mi bolso de viaje y mi mochila pequeña en la que tenía un par de cosas personales, pasaporte, cartera, tarjetero, celular y una cajetilla de cigarrillos.

No me gustaba mucho el sabor de el cigarro en mi boca, por lo tanto casi no fumaba, pero no había encontrado aún algún otro cigarro.

Al entrar a recepción Félix envolvió mi cintura con un brazo, se acercó a la mujer que atendía y daba las llaves, le regaló una sonrisa estúpida y gire los ojos.

—¿Todavía tienes el anillo? Pregunté desinteresada cuando mi mirada se perdió en sus manos llenas de venas, delgadas, largas y grandes.

—Si... Aún no e comprado algún suplente para esto, me gusta mi mano con anillos. Murmuró mientras rebuscaba algo en su cartera.

—Claro, te llevaré a comprar uno. Dije con sarcasmo, me volteó a ver y alzó las cejas.

—Bien...

1:23 PM.

—¿Es solo una habitación? Pregunté, salimos del elevador y aquel asintió dando un paso hacia adelante, apreté la correa de mi mochila con una de mis manos y me sacudí internamente. Supongo que solo éramos una pareja normal.

—No querían reservarme dos, no sé porque mierda, pero... Si. Aparte, me gusta dormir contigo. Dijo entre dientes mientras pasaba la tarjeta de acceso por la puerta, abrió esta y lo seguí, primero había un baño, a simple vista era normal, después estaba la habitación, una cama amplia con miles de cojines que nos servirían después y mesitas de noche con sus respectivas lámparas, frente a ella había una televisión enorme, placer visual.

Caminé un poco más rápido que el y me tiré de espaldas a la cama, el colchón era suave, pero no lo suficiente como para decir que me hundía.

Aquel desabrochó su chaqueta, la tiró al suelo y subió sobre mi, solté una carcajada. Aquel apoyó sus piernas a los costados de mi cintura y besó mis labios, lo agarre por las mejillas atrayéndolo a mi.

—No me gusta estar abajo. Murmuré, aquel sonrió contra mis labios y se tiró a mi lado, intercambiamos lugares rápidamente y sonreí gustosa.

—Prefiero que estés arriba. Se encogió de hombros—. ¿Ah si? Indagué, apoyé mis manos en su pecho cubierto Aún y aquel resopló—Como no tienes una idea.

—¿Y por qué? Cuestioné

—Porque me encantan tus tetas rebotando en mi cara—Dios, Félix ni siquiera tengo. Murmuré divertida, aquel deslizó su mano por debajo de mi sudadera y atacó mis senos con sus manos—¿Y estas joyas de qué son?—la falta de sostén debajo de mi enterizo hizo que mis pezones estuvieran a su alcance, arquee la espalda y me encorvé ligeramente frotándome instintivamente contra su cuerpo para tratar de saciar el dolor en mi entrepierna.

—Félix yo... Aquel clavó su mirada en la mía y mientras jugaba con mis pezones erectos con su mano libre agarró mi mejilla y besó mis labios agresivamente, deslicé mi mano hasta mi entrepierna para desabrochar la parte inferior del enterizo dejando mis bragas expuestas.

—Déjame...

—Tengo que quitármelas. Balbuceé.

—Solo muévelas, me estoy pudriendo por entrar—. Traté de mover mis bragas de lugar para dejar mi entrada al descubierto en un movimiento torpe, tardé un par de segundos hasta que aquel se desesperó y me aventó contra las sábanas, reí divertida y me hundí entre las almohadas, abrí las piernas y aquel se arrodilló frente a ellas, movió mis bragas de lugar y desabroché sus pantalones.

Mis manos eran torpes pero de alguna manera deslicé su zipper hacia abajo, sus interiores y todas sus prendas cayeron hasta sus rodillas, entró en mi de golpe, solté un grito y me aferré a sus hombros.

Un toque de puerta, voltee a ver a Félix, harta.

—¿Van a abrirme o seguirán haciendo lo que sea que están haciendo? La voz de Ryan me hizo carcajearme.

Félix apoyó su rostro en mi hombro y empezó a reír silenciosamente.

—¡Ya voy! Exclamó.

7:56 PM.

Mis pies descalzos tocaban suavemente la arena y su mano estaba entrelazada con la mía, mis ojos estaban en su perfil y los suyos en el atardecer.

Los Ángeles era un lugar hermoso cuando no se veían las miles de personas en drogas.

Deslicé mi vista hacia mis pies que alzaban arena, me sentía como una niña pequeña.

Félix empezó a acariciar mi mano con su pulgar y presionó para llamar mi atención.

—Me recuerda a ti. Murmuró señalando con la vista el atardecer rosa y naranja que estaba pintado como pinceladas en el cielo con un par de nubes, sonreí discretamente y mi corazón se aceleró.

Lo quería tanto... Que podía arrancarme el corazón del pecho si el me lo pedía.

Quería que me envolviera en sus brazos y me dijera que todo iba a estar bien, detuve mis pasos lentos y me paré frente a él, agarré su mano libre y aquel alzó las cejas, deslicé su anillo de matrimonio fuera de su dedo y jugué con el en mi mano—¿Puedo? Pregunté mientras admiraba su rostro iluminado por la poca luz que emanaba el sol.

Asintió lentamente, caminé aceleradamente hacia la orilla y cuando el mar cubría mis pantorrillas aventé el anillo con tantas fuerzas que mi brazo dolió.

El nudo en mi pecho se desanudó.

Sentí como me envolvió por la cintura y me cargó, pataleé divertida y aquel lleno de besos mi mejilla.

—¿Esto te hace sentir mejor? Preguntó.

—Por completo.

Era broma 🫦 (hoy actualización doble porque estoy aburrida, más tarde)

Solo una vez || Riverduccion Donde viven las historias. Descúbrelo ahora