Su padre había convencido a Clarissa de que no buscara otra vez el espejo de Oesed, y durante el resto de las vacaciones de Navidad la capa invisible que le habían regalado esa navidad permaneció doblada en el fondo de su baúl.
Clarissa deseaba poder olvidar lo que había visto en el espejo, pero no pudo.
Comenzó a tener pesadillas. Una y otra vez, soñaba que su madre desaparecía en un rayo de luz verde, mientras una voz aguda se reía.
—¿Te das cuenta? Tu padre tenía razón. Ese espejo te puede volver loca —dijo Juliett, cuando Clarissa le contó sus sueños.
John, que volvió el día anterior al comienzo de las clases, consideró las cosas de otra manera. Estaba dividida entre la sorpresa y la curiosidad, pero también la desilusión por no encontrar nada.
Ya casi habían abandonado la esperanza de descubrir a Flamel en un libro de la biblioteca, aunque Clarissa estaba segura de haber leído el nombre en algún lado.
Cuando empezaron las clases, volvieron a buscar en los libros durante diez minutos durante los recreos.
Clarissa tenía menos tiempo que ellos, porque los entrenamientos de quidditch habían comenzado también. Flint los hacía trabajar más duramente que nunca. Ni siquiera la lluvia constante que había reemplazado a la nieve podía doblegar su ánimo. Dorian y los golpeadores se quejaban de que Flint se había convertido en un fanático, despues de esa victoria pero Clarissa estaba de acuerdo con Flint.
Si ganaban el próximo partido contra Ravenclaw, podrían mantenerse todavía en la cabeza en el campeonato de las casas. Además de que deseaba ganar, Clarissa descubrió que tenía menos pesadillas cuando estaba cansada por el ejercicio.
Entonces, durante un entrenamiento en un día especialmente húmedo y lleno de barro, Flint les dio una buena noticia.
Se había enfadado mucho con Adrian, que se tiraban en picado y fingía caerse de la escoba.
—¡Dejad de hacer tonterías! —gritó—. ¡Ésas son exactamente las cosas que nos harán perder el partido! ¡Esta vez el árbitro será el profesor Nathan!
—¿Eso no es beneficioso? —grito Dorian con alegria—. Al fin un buen árbitro al que observar.
Flint le dio una mirada desagradable.
—Todos sus favoritos estan en Ravenclaw —explico con el rostro ceñudo—. Jung se esta exasperando cada vez de nosotros, para tu desgracia estamos en desventaja.
Miles Bletchley, al oír esas palabras, casi se cayó de verdad de su escoba.
—¿Jung va a ser el árbitro? —Escupió un puñado de barro—. ¿Cuándo ha sido árbitro en un partido de quidditch? A penas puede mantenerse de pie sin su bastón. No será imparcial, se nota que me detesta en clase.
—Solo detesta a las cabezas huecas —dijo Dorian también indeciso—. Lastimosamente casi todos de aquí, no les va bien en pociones. Yo soy su favorito.
El resto del equipo se acercó a Miles para quejarse.
—No es culpa mía —dijo Flint escupiendo en el suelo—. Lo que tenemos que hacer es estar seguros de jugar limpio, así no le daremos excusa al honorable profesor Jung para marcarnos faltas.
Todo aquello estaba muy bien, pensó Clarissa, pero él tenía otra razón para no querer estar cerca del profesor Jung mientras jugaba a quidditch.
Los demás jugadores se quedaron, como siempre, para charlar entre ellos al finalizar el entrenamiento, pero Clarissa se dirigió directamente a la sala común de Slytherin, donde encontró a Juliett y a John jugar con el pequeño prototipo que Clarissa habia creado últimamente para enviarle a Henry por correo.
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Hey Jude² | Wizarding World
Fanfiction[Segunda parte] Continuación de "Changes" Clarissa Potter ha vivido una vida normal con su excéntrico padre James Potter y sus padrinos Remus Lupin y Sirius Black. Sin embargo, después de haber cumplido 11 años, las cosas se han puesto demasiado r...