Capítulo 10

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Cuando empezó el mes de noviembre, el tiempo se volvió muy frío. Las montañas cercanas al colegio adquirieron un tono gris de hielo y el lago parecía de acero congelado.

Cada mañana, el parque aparecía cubierto de escarcha. Por las ventanas de arriba veían a Hagrid descongelando las escobas en el campo de quidditch, enfundado en un enorme abrigo de piel de topo, guantes de pelo de conejo y enormes botas de piel de castor.

Iba a comenzar la temporada de quidditch. Aquel sábado, Clarissa jugaría su primer partido, después de semanas de entrenamiento: Gryffindor contra Slytherin. Si Slytherin ganaba, pasarían a ser segundos en el campeonato de las casas.

Casi nadie había visto jugar a Clarissa, porque Flint había decidido que sería su arma secreta. Clarissa también debía mantenerlo en secreto. Pero la noticia de que iba a jugar como buscadora se había filtrado, y Clarissa no sabía qué era peor: que le dijeran que lo haría muy bien o que sería un desastre.

Lo bueno, es qué, desde ese día logró hablar con su padre (ya un poco más tranquilo), recibió por obvias razones una regañiza, pero al conocerlo tan bien, sabría que volvería a sus humores más estables.

Su padre se encargo de darle consejos, ahí descubrió que había sido un excelente jugador para el equipo de Gryffindor y que fue capitán en los dos últimos años.

-Mi pelea dejo de ser con Slytherin desde que tu profesor Jung ingreso a Hogwarts -explicó su padre un dia-. Todos sabían que no nos llevamos bien, incluso le rompí la nariz en una competición.

Clarissa se lleva sorpresa tras sorpresas, ahora entiende por qué el profesor decidió no sacarla del equipo y mantenerla ahí, pese que la ignora en clase y solo muestra cordialidad en algunas situaciones.

Además, era realmente una suerte que Clarissa tuviera a John como amiga. No sabía cómo habría terminado todos sus deberes sin la ayuda de él, con todo el entrenamiento de quidditch que el loco de Flint le exigía. El chico también le había prestado Quidditch a través de los tiempos, que resultó ser un libro muy interesante.

Clarissa se enteró de que había setecientas formas de cometer una falta y de que todas se habían consignado durante los Mundiales de 1473; que los buscadores eran habitualmente los jugadores más pequeños y veloces, y que los accidentes más graves les sucedían a ellos; que, aunque la gente no moría jugando al quidditch, se sabía de árbitros que habían desaparecido, para reaparecer meses después en el desierto del Sahara.

Algo tonto pero fascinante.

Descubrió también muchas cosas que le gustaba de John.

Tenía un gran conocimiento de tecnología Muggle, sabía armar cubos con rapidez y no entendía el fanatismo de Clarissa por destruir cosas y volver a armarlas. Además, su personalidad era parecido al de un gato negro, cauteloso, serio pero amigable. Siempre bromeaba o respondía de forma sarcástica a quienes lo molestaban.

La recomendación del profesor Jung, les ayudo mucho.

El día anterior al primer partido de Clarissa, los tres estaban fuera, en el patio helado, durante un recreo, y el muchacho había hecho aparecer un brillante fuego azul, que podían llevar con ellos, en un frasco de mermelada.

Estaban de espaldas al fuego para calentarse cuando el profesor Jung cruzó el patio. De inmediato, Clarissa se dio cuenta de que el profesor Jung cojeaba mucho más de lo acostumbrado.

Los tres chicos se apiñaron para tapar el fuego, ya que no estaban seguros de que aquello estuviera permitido. Por desgracia, algo en sus rostros culpables hizo detener al profesor Jung.

Se dio la vuelta, arrastrando la pierna.

—¿Qué tienes ahí, señorita Potter?

Era el libro sobre quidditch. Clarissa se lo enseñó.

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