one - ace degenarate

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ace degenarate

Isabella soltó un grito ahogado cuando oyó las crueles palabras que salieron de la boca de su padrastro. Habían pasado discutiendo la última hora, únicamente porque la adolescente no deseaba sentarse a cenar con él y su madre. Según el de ascendencia mexicana, comer en familia era importante para mantener una buena imagen, sin embargo, la de cabellos dorados pensaba diferente.

—¡Como vamos a fingir ser una maldita familia normal si discutimos todo el día!— exclamó Isabella en un chillido, tomándose las raíces de sus cabellos.

La adolescente había expresado sus pocas ganas de sentarse con ambos adultos, sabiendo que sí compartía un minuto más con el hombre, terminaría sin poder respirar.

Puta madre— masculló en español,— es una niña pendeja.

Isabella tragó saliva, sintiendo las palabras del hombre en lo más profundo de su corazón. Pasó la mirada a su madre, quien se mostraba inexpresiva, con los brazos cruzados y actuando como si fuera ajena a la situación.

Aquello fue lo que más le dolió a la rubia.

—Bien, pueden irse muy a la mierda— soltó, sintiendo como las lágrimas se acumulaban en su rostro.

Empero, rápidamente se arrepintió de su bocota.

—¿Qué dijiste, niña?

La voz ronca de Pedro le puso los pelos de punta, llevándole escalofríos por toda su cervical. Tratando de no temblar, fingió mostrarse firme, manteniendo la frente en alto.

—Voy a salir— afirmó.— No me esperen despiertos.

Sin esperar respuesta, cogió las llaves de su coche, junto a su pequeña cartera y salió dando un portazo de la enorme casa color blanco. Corrió por el porsche hasta llegar a su coche, un descapotable de marca conocida color blanco, sin ningún rasguño. Entró en él, encendió el motor y con agilidad salió del estacionamiento.

Cuando estuvo frente a la casa de su vecino, su mirada viajó hasta la ventana de su habitación, comprobando que la luz estaba apagada. Así no se enojaría con ella.

Manejó casi al límite de velocidad hasta las peligrosas calles de Reeseda, lejos de la gente con dinero, lejos de las apariencias y lejos de su familia.

Isabella Bobellon era, sin duda, una de las estudiantes más lindas de todo el valle. Encantando a hombres y mujeres con su cuerpo esculpido, sus pestañas largas, sus ojos marrones y su cabello brillante. Sin embargo, lo que más resaltaba del físico de la fémina era su hermosa sonrisa: la hilera de sus perfectos dientes blancos era algo digno de admirar, haciendo que muchos jóvenes soltaran suspiros de tan solo verla sonreír.

Sin embargo, ninguno de ellos sabía la realidad de la vida de la adolescente. Ninguno, excepto él.

Aparcó el auto en los estacionamientos de un pequeño centro comercial de mala muerte, no era el más limpio y era la casa de una mujer vagabunda. Bajó del vehículo con seguridad, tomando consigo las llaves y la cartera.

Abrió la puerta de una pequeña tienda de conveniencia, saludando con la mirada al vendedor, quien esperaba con paciencia a que un señor de cabellos rubios eligiera una porción de pizza. Isabella soltó un suspiro, adentrándose por los pasillos hasta los congeladores, para coger un six-pack de cerveza con desdén.

Se dio media vuelta, casi chocando con otro joven. Tenía la tez ligeramente morena, cabellos azabache y ojos del mismo color. Era bastante delgado, vistiendo una sudadera gris con blanco. El chico se quedó estático mirándola, haciendo que ella haga una mueca y pida perdón en un susurro, para hacerle espacio y caminar hasta el mostrador.

always been you | eli moskowitz (hawk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora