Capítulo VIII

727 116 21
                                    

—Pasas despacio el cepillo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Pasas despacio el cepillo. Así...— demostró mientras tenía entre sus manos ese mismo objeto y el cabello de una niña que se hallaba sentada y veía a través del espejo los delicados movimientos de la muchacha.

Por su parte, el chico del fleco estaba a su lado, atento a lo que ______ Kuroda hacía. Luego, separó el cabello de la pequeña, para comenzar a trenzarlo mientras que tarareaba la canción que sonaba en la radio y se movía lentamente al son de la canción.

Tomó una liga decorativa para atar al final la trenza.

—Tarán~— movió sus manos en lo alto, a la vez en que una sonrisa aparecía en sus labios —. ¿Qué te parece, Nanako?

—¡Me encanta!— exclamó emocionada, volteándose a un lado para ver cómo le había quedado —¿Podrá hacérsela a mi hermana, señor...?

Miró al muchacho que pestañeó un poco confuso, al tiempo en que la otra niña aplaudía para animarlo.

—Es fácil. Yo te guío— dijo la mayor, haciéndole señas de que desenredara su pelo con cuidado.

Sus ojos se alzaron a ver su concentrada expresión, siendo lo más delicado posible para no tironearle. Percibió que él solo continuó con el paso de separar el cabello en tres mechones, y así comenzar a recibir las indicaciones por parte de su novia del orden para que acabara en una trenza.

Finalmente, había quedado, aunque no tan bien como la de la apellidada Kuroda.

—¡Me gusta!— se vio al espejo Mimiko, para bajarse de la silla y abrazar las piernas del chico que sonrió con calma y posó una mano sobre su cabeza —Muchas gracias, señor...

—Gracias a usted también, señorita Kuroda— se volteó en su asiento y estiró sus brazos Nanako para abrazar a la nombrada.

Luego se bajó, tomó la mano de su hermana y se fueron soltando risitas para ir a jugar en otra habitación.

—Es más complicado de lo que pensé— suspiró con cansancio, con una mano escondida en el bolsillo de su pantalón y, la otra, por detrás de la nuca.

—Cuando le agarras la mano, no es muy difícil. Es tu turno— sonrió, provocando que volteara con una ceja arqueada a ella —. También te lo trenzaré.

A los segundos volvió a aparecer una curva en los labios del muchacho, para sentarse frente a la fémina, dándole la espalda. Esta misma, desató el peinado de siempre de su novio para comenzar a realizar el mismo procedimiento de antes.

Sentía suave el pelo de ese joven.

Cuando acabó, la ató con la misma liga para posar sus manos en los hombros de él, sintiendo lo fornidos que eran.

—¿Qué tal?

—No soy de trenzas— comentó en medio de una risita, ocasionando que una también se le escapara a ella.

DÉJÀ VU |Suguru Geto y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora