Capítulo XXVI

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—¿Qué?

Luego de un mes y medio, finalmente estaba de regreso en casa junto con su hermana, disfrutando de las vacaciones. Ya era hora de su merecido descanso.

—Sí, yo... no me sentía de humor en esos momentos para realizar el examen— le respondió a su madre mientras se reacomodaba en su asiento, dirigiendo la mirada a la mayor que estaba atónita.

—¿No te gustaba todo eso? Incluso Noguchi dijo que ganarías mucho más. Tendrías más tiempo para descansar si dejabas el trabajo.

—¡Le dije lo mismo en su momento!— respondió Aoi, alzando la voz desde el baño.

—Prefiero no tomarlo como un trabajo— alzó sus manos, soltando un pesado suspiro —. ¿Y si los horarios se me sobreponían con la universidad? ¿O me llamaban estando aquí? Además, el viaje a Kioto es muy largo.

—¡Para eso existen los aviones! — volvió a exclamar su hermana.

______ rodó los ojos con fastidio por sus interrupciones.

No era que no le gustara la hechicería, solo que prefería hacer cosas mínimas y pasar desapercibida. Realizar premoniciones podía seguir haciéndolo sin problema, pero algo le llamó la atención de todo eso: ahora, las demás personas que acudieron a ella, lo hicieron por el correr de la voz entre ellos. De Toji Fushiguro no sabía nada más. Se había esfumado con el viento. Seguramente encontró a alguien más que le generara dinero, y eso la liberaba.

Por lo menos estaba agradecida con él, ya que la inició en todo ello pese a que veía destinos tristes la mayoría de casos. El único que le brindó esperanzas, fue el de un joven hombre millonario que preguntó respecto a qué sería del difícil embarazo que estaba pasando su esposa. Para alegría de todos, todo se resolvería y tendría gemelos, por lo que le sugirió pensar un segundo nombre.

—Iré a visitar a la señora Miyazaki, para ver si me deja hacer alguna práctica— apareció Aoi tras salir del baño, para dirigirse a la puerta de la casa —. Si no vuelvo pronto, es porque me quedé insistiendo o me aceptó la ayuda.

Alzó la voz dando sus indicaciones, provocando que una sonrisa pequeña y divertida surcara los labios de su progenitora.

—¿No querrás ir a saludarla tú también?

—Quizás otro día. Ya suficiente con que Aoi vaya a amargarle el día, más si se le queda suplicando.

—Le doy diez minutos— agregó su padre, llegando a la cocina y soltando un suspiro —. Acabo de cruzarme con Ryo, y me gritó que te hiciera recordar que se juntaban hoy con los demás.

Esta vez fue _______ la que suspiró, echando su cabeza hacia atrás.

—Tendré que dejar mi descanso para otro día— se quejó al levantarse de su asiento —. Ya lo estoy viendo aquí, golpeando la puerta.

—La insistencia la sacó de los Fujita— comentó el hombre, sentándose al lado de su esposa como si nada, recibiendo un codazo y mala mirada de su parte —. Pero no estoy hablando de ti, amor— alzó sus manos para demostrar su inocencia —. Estoy hablando de la madre de ese chico.

—Mi hermana— remarcó.

—Qué triste tu vida, querida...— fingió lamentarse.

De nuevo recibió otro codazo y rio por ello, contagiando a la mujer y a su hija.

—Pero ahora eres Kuroda, no sé de qué te quejas— siguió el tema su progenitor mientras salía de la vivienda, escuchando esa divertida discusión.

Estaba nerviosa. Desde hacía mucho que no se juntaba con su viejo grupo completo. Apenas se puso al día con Daniel desde la vez que se toparon, y con Kaori solía hablar día de por medio. De Kenji no sabía nada, más que lo que Ryo dijo que parecía otra persona.

DÉJÀ VU |Suguru Geto y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora