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Desde el momento en el que me dejé caer, pude escuchar las voces de todos. Las palabras ofensivas que cada uno mandaba a la siguiente "eliminada", sus palabras que hasta ese momento rozaban la petulancia y engrandecían sus ideales. Cada uno de los participantes me hizo temblar...

— Ja, sabía que sería la siguiente.

— Ya lo sé, que tonta, ¿No engrandecía los talentos humanos ese día en el sendero de estrellas?

— No podía esperar menos de una hembra humana.

Pero esta vez no de temor, sino de gozo, fascinación, pero también de un poco de nervios. No sabía si de verdad funcionaria o si mi plan sería el mejor, pero, ya quería ver como todos cambiaban sus voces a unos de desesperación por no saber como hacer lo mismo que yo. Quería que su pensar cambiara a uno diferente, quería el respeto que me merecía desde el momento en que pisé Arquenia, el cual no recibí. No me consideraba alguien especial, pero, estaba segura de que al menos eso merecía al estar allí dándolo todo de mí, como una participante más.

Callaría las voces a mi alrededor.

Sin que ellos se dieran cuenta tomé en ambas manos algunas de las rocas grises que se encontraban cayendo a mi alrededor y una vez más comencé a contar. Seguía cayendo, viendo como el lugar en el que antes me encontraba era cada vez más lejano, como mi cabello atado poco a poco se soltaba y sobre todo los rostros que me observaban se hacían borrosos. Las sensaciones eran tan increíbles que me sentía más viva que nunca, la adrenalina corría por mi piel, lo sentía tan vivamente que cerré los ojos solo para tratar de tranquilizar la creciente euforia.

Y luego, terminando mi conteo, logré flotar. Mi euforia aumentó y las voces callaron, poco a poco el poder que tenían aquellas rocas comenzaba a arrastrar mis manos hacia arriba, necesitaba equilibrarme y llegar un poco más hacia el centro del cañón, el nerviosismo de a poco opacó aquellas sensaciones. Tomaba en el aire las rocas que pasaban danzando junto a mí para poder caminar un poco entre ellas. Con paciencia, demasiada paciencia logré llegar un poco más lejos de donde inicie.

De un momento a otro, los cuerpos de los demás participantes en su desesperación por pasar la primera prueba comenzaron a caer junto a mí, se lanzaron en la espera de poder flotar al igual que la humana que lo había logrado.

— ¿Qué clase de mala broma es esta?

— ¿Acaso ese es un tipo de don especial?

A partir de ese momento no debía dejarme distraer, si alguien lograba saber la verdadera forma de llegar a la meta lo más probable era que me alcanzaran. Una vez llegue al lugar indicado me deje arrastrar por un par de rocas más, llegue hasta estar por arriba de aquel puente y entonces me solté, necesitaba caer exactamente al centro del puente para poder derribarlo con mi peso, creía, que si lograba hacerlo, cuando las rocas flotaran serian mi camino hacia la meta. Y así fue, las rocas se partieron en pedazos y flotaron junto a mi una vez tomé unas de ellas entre mis manos, la gravedad de las rocas cesó y nuevamente caí al vacío, sosteniéndome de la primera roca que me llevaría hasta las siguientes.

Al principio no me había dado cuenta, pero una vez estuve cayendo sobre la roca, me percaté de que poco a poco el conteo que hacía era más pequeño. Eso significaba que tal vez en algún momento todas caerían y no volverían a flotar. Entonces perdería. Tenía que darme prisa antes de que bajara cada vez más y me fuera imposible llegar hasta el otro lado.

Yendo sobre la roca subí la mirada una vez más, aquella mujer de cabello negro y piel pálida me observaba como a su presa; viendo cada movimiento que hacía sin inmutarse y sin hacer ningún movimiento, con los brazos cruzados y el cabello largo siendo mecido por el viento. Muchos de los participantes estaban en una inusual aprensión y angustia, pero, sabía bien que los pocos que se encontraban con aquella calma inusual serían los que me darían más problema en aquel maldito juego por el poder.

Un abismo infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora