Abrí la puerta y entré de forma apresurada, mi condición era pésima y eso mismo me gritaba mi cuerpo en aquel momento en el que se sentía tan mareado por la pérdida constante de sangre y el esfuerzo excesivo que había hecho.
Me recosté en la cama aún sin siquiera haberme cambiado de ropa o aliviar mis heridas, mi cabeza daba vueltas y sentía que si volvía a pararme me caería. Había resistido lo suficiente como para salir sin que nadie notara mis pesares, pero una vez había estado sola, salí corriendo hacia mi habitación. El techo azul sobre mí, daba vueltas junto con la cama. Tal vez eran las consecuencias de que un humano hubiera domado de cierto modo a la gravedad. Aquella piedra roja era lo bastante dura como para dar en el lugar menos indicado, pues, sentía la sangre bajar por mi pómulo, llenar mi oreja y manchar la colcha color beige.
El dolor de cabeza comenzaba a intensificarse trayendo consigo mareos y asco. Me removía de un lado a otro viendo todo borroso a mi alrededor, el zumbido en mis oídos no ayudaba en nada, el cansancio y la somnolencia hacían que cerrara de a poco mis ojos y los volviera abrir de manera constante. No me sentía yo. Sumándole aquellos espasmos repentinos que hacían retorcerme.
El dolor de cuerpo pasó a segundo plano cuando todo aquello arribó, cuando ya no sabía qué hacer y de a poco iba perdiendo la conciencia. Necesitaba ayuda urgentemente. Y como si mis suplicas fueran escuchadas, la puerta se abrió de golpe una vez más, pero no pude ver de quienes se trataba. Sus voces se escuchaban distantes y mis párpados cada vez estaban más pesados que no sabía bien lo que en realidad sucedía.
Unas manos tocaron mi cabeza, eran cálidas y delicadas conmigo, casi como si no quisiera lastimarme más de lo que ya estaba.
— Le dieron en la arteria basilar, tenemos que llevarla rápido- exclamó una voz distante.
Escuché pasos rápidos y luego unas manos rasposas quitaron el cabello que tapaba parte de mi rostro, traté de abrir mis ojos para poder ver pero solo fueron siluetas que no tenían nombre. Aquellos cálidas manos me levantaron y sintiéndome segura perdí la conciencia completamente.
Esa tarde soñé con mi familia; había despertado en la sala de mi casa viendo un cuadro viejo en el que nos encontrábamos todos reunidos, y ,solo supe que era un sueño porque recordaba que en aquel cuadro (a comparación del que estaba observando), yo no sonreía. La luz de la ventana era tenue y delicada, no había nada más que un sillón que tiempo atrás había sido tirado a la basura y ese cuadro. Me levanté para acercarme a ver con mayor detalle; todos estaban felices, juntos, como hace mucho no lo estábamos.
Los detallé a todos esperando que sus rostros felices se quedaran guardados para siempre en mi conciencia. Voces se escucharon detrás de la puerta por lo que me acerqué hacía ella, pero, al girar el pomo, una luz incandescente me cegó.
Abrí los ojos en un lugar que no reconocía; lo primero que vi era el techo blanco y gris para después percatarme de que no me encontraba en mi habitación, el cuerpo me dolía un poco y una sensación extraña se encontraba en mi cabeza. Mi mano se encontraba conectada a una máquina extraña muy parecida a un monitor de hospital, aunque, estaba segura de que no se comparaba con una.
— Te lo digo de nuevo: Ella no está preparada para esto- exclamó una voz desconocida del otro lado de la pared.
— Lo sé, pero la Eternidad la ha elegido a ella por alguna razón. No podemos ir contra las reglas.
— Baron, te lo digo de verdad y no es porque tenga algo contra su raza. Sé que son capaces de muchas cosas, pues los he visto de cerca, pero ella... a comparación del resto de competidores es una niña ¡Una niña!- contestó encolerizado- además, su peso actuar no es el indicado. Debieron entrenarla antes de pensar en traerla. Por lo menos un mes y eso es muy poco a mi parecer. Ella no está en condiciones, terminará lesionándose una y otra vez. No es como si supiéramos en realidad mucho sobre ellos ¡Los evitamos siempre! E incluso si existen expertos, no contamos con ellos.
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Un abismo infinito
Science-Fiction¿Quién soy? ¿Quién fui? ¿Qué hace de mi tan especial para conocer aquellas cosas que alguna vez temí. No soy el inicio, de eso estoy segura, pero tampoco soy el final. No soy un ser especial; pero mi alma sí. Mi alma: un alma maldecida y encadenada...