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Sus labios sabían a miel y era en lo único en lo que podía pensar cada vez que lo besaba.

Nadie podría sacarlo nunca de ese mundo en el que su amor era lo único que importaba. Los recuerdos en su mente eran grises, pero Checo estaba comenzando a pintar sus días con sonrisas y suaves pinceladas de amor sobre su corazón.

No quería ser cursi, pero era necesario.

Sergio era como un sentimiento de verano, una melodía pegajosa, era todo lo que quería, lo único que necesitaba.

Sentía como si toda su vida hubiese estado atrapado en un huracán. La tormenta lo envolvió hasta que el mismo se volvió un huracán, destrozando todo a su alrededor. No pertenecía a ningún lado, o al menos así se sentía hasta que su vida colisionó con Sergio. Él era un refugio en medio de la tormenta, su pieza perdida.

Ahora sabía qué su lugar estaba entre sus brazos.

Se apoyó sobre la barandilla mientras su mirada se perdía en la vista frente a él. El mar se extendía bajo su mirada, inmenso e imponente pero aun así lo encontraba tranquilizador. El mar mediterráneo nunca significo mucho para él, no hasta que Checo soltó un cumplido que jamás iba a poder olvidar.

—Me recuerda a ti.

—¿El que? —sus ojos se movieron en la misma dirección que los del mayor, intentando encontrar algo en el agua, pero estaba vacío.

—El mar —comenzó a explicar— me hace pensar en tus ojos y es solo que... son tan lindos, tus ojos son de un azul profundo.

Podía ver a Sergio sonrojarse y sabía que sus propias mejillas se estaban tornando rojas gracias a aquel comentario.

Simplemente... se sentía bien.

Sergio llegó hasta su lado, observando el mar en su compañía por un par de segundos hasta que el mexicano rompió el cómodo silencio que se había formado entre ellos en aquel instante.

—¿Quieres salir?

—¿Salir?

—Pensaba que podíamos ir por ahí, dar una vuelta juntos —propuso.

Nunca iba a cansarse de ver a Max sonreír. Tenía una sonrisa aún más brillante que un millón de estrellas y ojos más profundos que el mar. Su sonrisa era la única señal que necesitaba para saber que la idea le gustaba.

Salieron juntos y como cada vez que lo hacían, Sergio conducía. No era que no le gustara, pero aún era algo nuevo para el que alguien lo llevara a todos lados.

Apoyó su cabeza en el respaldo mientras el aire movía su cabello, no tenían un destino específico, no lo necesitaban. Eran solo ellos dos atrapados en aquel momento.

Una sonrisa se dibujó en sus labios cuando Sergio condujo dentro del túnel, aumentando gentilmente la velocidad mientras giraba el volante en el ángulo correcto, acariciando la curva al final.

Una rápida mirada a Max le bastó para saber que el rubio estaba disfrutando de aquel paseo improvisado. La sonrisa en sus labios y la manera en la que sus ojos brillaban se lo decían todo.

Su corazón se relajó y por primera vez comprendió que Max era feliz cuando estaba a su lado.

La ciudad se pintó de azul y naranja al atardecer, atrapándolos juntos en aquel mirador de la ciudad.

—Esto es lo que veo cada vez que te veo a ti —murmuro mientras el sol se ocultaba—. Así de hermoso eres para mi cada día... con tus ojos azules y el cabello rubio.

La sonrisa de Max se hacía más grande con cada palabra. ¿De verdad estaba diciéndole que el atardecer de Mónaco le recordaba a él?

—Realmente estás enamorado, ¿no? —preguntó con aquella misma sonrisa en los labios.

—Tanto como tú.

La respuesta de Checo le sacó una risa y simplemente hizo su camino hasta sus labios, besándolo suavemente.

El tiempo se congeló cuando Max avanzó hasta él y sus labios se encontraron.

Max era una parte de él, recuperaría sus piezas perdidas y le construiría un nuevo mundo solo para él, solo para mantenerlo a salvo, le construiría un nuevo mundo si era lo que hacía falta.

Y ese nuevo mundo giraría alrededor de Max.    





***Este es el último capítulo tranquilo, ya se vienen cositas. Les dejo foto del atardecer de Mónaco xq literalmente me recuerda a Max. 

 

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𝐋𝐢𝐭𝐭𝐥𝐞 𝐁𝐨𝐲 「𝐂𝐡𝐞𝐬𝐭𝐚𝐩𝐩𝐞𝐧」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora