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Sergio despertó cuando uno de los gatos de Max comenzó a frotarse contra su brazo, intentando llamar su atención. Él no era precisamente una persona de gatos, pero las mascotas de Max eran agradables, ahora entendía porque le gustaban tanto, al menos un poco.

El rubio dormía a su lado, estaba tan cerca que podía sentir su peso contra su pecho, pero ya estaba acostumbrado a ello. Pasó una mano entre su cabello, pensando en lo mucho que le gustaba tenerlo cerca y saber que se sentía mejor a su lado, que era él quien hacía que las pesadillas de Max se mantuvieran a raya, lejos de él y le dejaran pasar las noches en paz.

Nadie sabía de ellos y habían acordado mantenerlo así por un tiempo más, ver a donde los llevaba la vida, ya llegaría el día en el que tendría que enfrentarse al resto del público, pero no le preocupaba. Por ahora se sentía como si finalmente estuviera en el sitio al que pertenecía y no necesitaba nada más.

El resto del mundo vendría después de ellos y su prioridad estaba recostada justo a su lado.

El más joven frunció la nariz después de un rato sintiendo como Sergio acariciaba su cabello. Se movió más cerca, apoyando su mejilla en su pecho y abrió uno de sus ojos, lo primero que vio fue a su gato de pie al otro lado de la cama mientras intentaba llamar la atención.

—Lleva un buen rato aquí.

—No le gusta estar solo mucho rato —respondió arrastrando las palabras y sus ojos volvieron a cerrarse.

—Lo note.

Sergio se movió, inclinándose más cerca para así besar sus labios. Sus labios se encontraron apenas por un par de segundos, pero fue suficiente para hacerlo sonreír. Ese sabor en sus labios que le robaba el corazón cada vez que se repetía. Sintió las manos ajenas trazar suaves líneas por su espalda baja y su sonrisa se tornó en un pequeño sonrojo.

Se sentía como un placer prohibido. Estaba en la entrada del infierno, pero Sergio hacía que se sintiera como si estuviera en el cielo cuando estaban juntos, le robaba besos, sonrisas y miles de sensaciones que no podía explicar recorrían su cuerpo, incendiando desde el interior.

—Preparare el desayuno, ¿qué quieres comer? —mencionó de manera casual como si sus manos no estuvieran colándose debajo de su camiseta, tocando su piel y empujándole más cerca.

—Yo... no lo sé —murmuró con los pensamientos nublados, su atención estaba puesta en las caricias en su cuerpo y los ojos del mayor.

—En ese caso tendré que improvisar.

Un nuevo beso fue dejado sobre sus labios antes de sentirlo apartarse. No pudo decir nada mientras lo veía levantarse de la cama.

Sergio le observaba con una pequeña sonrisa. —¿Quieres que nos demos una ducha juntos?

—Si. —La respuesta salió de sus labios de manera automática.

Sergio le ayudó a ponerse de pie y guio a ambos de camino al baño entre pequeños empujones y caricias sobre el cuerpo ajeno.

Max se perdió a sí mismo cuando el agua comenzó a caer sobre su cuerpo. Se encontraba atrapado entre los brazos ajenos y los húmedos besos que bajaban por su cuello hasta llegar a su hombro, dejando un camino de pequeñas marcas de color rosa que desaparecerían con el paso del tiempo pero que por ahora serian un recordatorio de ese encuentro.

Jadeo y apoyó una de sus manos en la pared de la ducha. —Por favor... —su voz estaba corrompida por la necesidad.

—Todavía no, corazón —respondió en un susurro—. Espera un poco y más tarde puedo hacerte el amor, pero ahora necesitamos darnos prisa e ir a desayunar.

Su cuerpo seguía contra el ajeno y no quería rendirse tan fácil. Un pequeño movimiento y su trasero quedó directamente sobre el miembro del mayor, tentando a ambos a ir más lejos. Sergio soltó un pequeño suspiro mientras lo sujetaba por los costados un poco más fuerte.

—¿Estás seguro, Max?

—Sabes que sí.

—Me gusta escucharlo.

Un gemido fue lo siguiente que abandonó los labios de Max. Su rostro totalmente rojo mientras el mayor lo sostenía con firmeza en su lugar y embestía, robándole el aliento con cada movimiento.

Sus manos intentaban desesperadamente encontrar algún punto de apoyo en la pared frente a él. Mordió sus propios labios cuando el ritmo se volvió más rápido, intentando mantener el silencio o al menos no sonar tan desesperado.

Sergio subió una mano a uno de sus hombros para mejorar su agarre, jadeando contra su oído mientras se hundía en su interior.

No era la primera vez, pero honestamente no podía tener suficiente de él. Amaba la manera en la que su nombre escapaba de los labios de Max cada vez que volvía a tomarlo y como la mirada de Max daba la sensación de que estaba totalmente perdido dentro de su propio mundo cada vez que lo tocaba de esa manera.

—Y-Ya casi...

Los gemidos de Verstappen solo le empujaron más a su límite. Una última embestida y su mundo se sintió completo. Permaneció abrazándolo por la cadera incluso después de abandonar su interior, acariciando gentilmente su piel y besando las marcas que había dejado en su cuello.

Max seguía recuperándose así que no dijeron mucho. Sergio le guio fuera de la ducha y lo ayudó a cubrirse con una de las toallas antes de volver a la cama en donde lo recostó y besó sus labios con una sonrisa. Max sonrió mientras correspondía y apoyó una mano en una de sus mejillas hasta romper el beso.

—Quédate aquí un rato, me ocuparé del desayuno y lo traeré —aviso de manera gentil antes de separarse, ponerse ropa limpia y salir de la habitación.

Max permaneció en su cama, tocando sus labios mientras recordaba el sabor de Sergio, aun con la sonrisa en su rostro.

𝐋𝐢𝐭𝐭𝐥𝐞 𝐁𝐨𝐲 「𝐂𝐡𝐞𝐬𝐭𝐚𝐩𝐩𝐞𝐧」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora