09

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Momentos que no quería.

Recuerdos que no deseaba tener.

Vivían en su mente y ardían como el queroseno.

Lo quemaban desde el interior, pero aún le quedaba corazón y lo estaba entregando.

Estaba tan acostumbrado a ellos que la línea entre él y sus demonios era borrosa, casi inexistente, las voces se distorsionaban y los rostros se volvían borrosos cuando sus lágrimas bajaban por sus mejillas. Ahora sus pedazos yacían en las manos de Sergio y esos pedazos se convirtieron en parte del mayor. Ahora tenía a Sergio con él.

Solo se acurruco en su regazo y se dejó llevar hasta que el sol salió, arrastrando lejos los terrores que la noche le traía. La suave luz de la mañana se filtraba a través de las cortinas, y los ojos cansados de Sergio observaban a Max mientras él finalmente encontraba la suficiente paz en su cabeza como para poder descansar después de pasar la noche despierto.

Sentía un amor tan grande por él que terminaría matándolo y la peor parte era que no le importaba tener que hacerlo por él.

Se mantuvo despierto junto a él, apreciando finalmente su rostro calmado y relajado. Amaba la manera en la que, aun dormido, Max seguía sosteniendo una de sus manos, era un pequeño gesto que hacía que por su pecho se extendiera calidez con cada latido.

Sus ojos se cerraron con pesadez y cuando volvió a abrirlos solo pudo ver a Max. Sintió su suave beso, casi tímido y tomó su rostro entre sus manos, cerrando sus ojos de nuevo.

Cada parte de él valía la pena. Max era la estrella que iluminaba su vida, aunque su brillo amenazara con ser extinguido por su pasado. A Checo no le importaba, él quería estar ahí con él incluso si alguna vez se apagaba por completo, quería ser la persona que se quedara a su lado por el resto de su vida, acompañarlo incluso cuando todo se volviera eternamente oscuro.

Sus labios se separaron y sus ojos capturaron la sonrisa del menor.

—Nos hice de comer —anunció el rubio, acariciando suavemente la mejilla de su pareja.

Sergio sonrió y le dio un beso en la sien, levantándose de la cama para seguirlo hasta la mesa del desayuno, sentándose junto a él.

—Lamento lo de anoche —comenzó Max después del primer bocado.

Mentiría si dijera que no se sentía avergonzado por lo que había sucedido. Mentiría si dijera que no sentía la necesidad de disculparse por ello, por haberse mostrado tan vulnerable ante él y hacer a Sergio lidiar con la situación cuando no era culpa suya.

En su interior esperaba algún reclamo, pero Sergio le respondió con una sonrisa comprensiva que apaciguó sus pensamientos.

—No pasa nada.

—Pero yo...

—De verdad, no pasa nada —repitió, tomando su mano por encima de la mesa y le dio un apretón—. Confía en mí, estás a salvo conmigo.

La mirada del menor permaneció en sus manos por un par de segundos antes de entrelazar sus dedos con lentitud.

—No es la primera vez que me pasa, no sé cuántas veces antes me ha pasado lo mismo —confesó, su voz se apagaba cada vez más con cada palabra—. Al inicio esperaba que dejara de suceder con el paso de los años, pero claramente eso no sucedió. Dudo que alguna vez vayan a dejarme en paz.

—¿Qué es lo que ves?

La pregunta rompió el aire y el silencio reinó por largos y pesados segundos que se sintieron como décadas para ellos dos. Sergio reaccionó cuando Max sostuvo su mano con más fuerza que antes.

—A mi padre.

El vacío estaba presente en sus palabras, pero también lo estaban la ira, la tristeza, el amor, la confusión y el miedo que se mezclaban en su respuesta.

Sintió a Sergio rodearle con sus brazos y presionar sus labios contra su mejilla en un dulce beso.

—Ahora estoy aquí contigo —susurró—, lo resolveremos, juntos.

La cabeza del rubio descansó contra el pecho del tapatío, sonriendo de lado. Encontraba paz entre sus brazos y estaba dispuesto a todo ante él.

—Te amo, schatje.

Nada podría reemplazar la pureza de esas palabras saliendo de los labios de Max.

—Te amo más —respondió, buscando sus labios una vez más.

Sellaron su promesa con un beso. 



Bnos días

𝐋𝐢𝐭𝐭𝐥𝐞 𝐁𝐨𝐲 「𝐂𝐡𝐞𝐬𝐭𝐚𝐩𝐩𝐞𝐧」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora