Dos días más.
Dos personas menos.
Un avance en mi amistad con Elinette.
Una reducción significativa del espacio.
Una percepción más capaz de mí misma.
Miles de dudas corriendo por mi mente.
Sobre Zoe, sobre los sentimientos escondidos por Zayne, sobre el estado de mis padres, sobre el mismo apocalipsis y la sospecha de como se expandió el virus en cuestión de una hora.
Demasiadas cosas en un solo día, pero ciertamente ya estaba empezando a acostumbrarme. Y sí, luego de ese evento es de imaginar lo que pasó durante los próximos dos días; otro vacío inquebrantable.
Presenciar la reacción de Mia al enterarse de que su hermana gemela había muerto fue una de las cosas más duras a las que tuve que enfrentarme, y ni hablar de ver al que solía ser mi compañero ahogarse de dolor por la mordida de mi profesora medio muerta.
Maldición, todo sonaba tan surrealista.
Procesar eso era como meter un pendrive en un ordenador antiguo el cual no tenía ni idea de tecnología moderna.
Los dos días pasaron débiles como plumas, solo podíamos estar en el pasillo de arriba, por ello las pertenencias de mis compañeros que no se alojaban allí quedaron perdidas abajo y tuvieron que cambiar de sitio. Elinette y Mia se alojaron en la clase de religión, al lado de la nuestra. Zoe y Dylan también fueron nuestros vecinos quedándose en la que estaba al otro lado. Los hermanos permanecieron en la clase que estaba al lado de la terraza, libre solo quedó la clase deshabilitada y el sótano del almacén.
Me encontraba tumbada en una mesa, desde allí llegaba a escuchar las voces de mis compañeros hablando en el pasillo. Miré el techo profundamente mientras buscaba algo en mi bolsillo; y allí lo tenía. Ojeé la goma de cabello que me dio Sophie antes de tirarse por el parapeto cuando liberé un suspiro desalentador, no había podido hacer nada para ayudarlos, ni a ella, ni a Aime, ni a George. Incluso llegué a sentirme culpable por organizar un plan que acabó con la vida de dos compañeros. No los maté yo, pero ese sentimiento de culpabilidad seguía helándome los huesos.
¿Por qué había tenido que suceder? Creía en la Ley de Murphy, la cual dice que cuando las cosas tengan que pasar, pasarán. ¡Pero eso no tenía que hacerlo!
El toque de la puerta me interrumpió y parpadeé.
—¿Puedo entrar? —preguntó la sombra de alguien, y supe que era de Zayne.
—No hace falta que lo preguntes. Te alojas aquí.
Zayne entró y cerró la puerta a sus espaldas suavemente para no provocar ningún ruido.
—Sabía que estabas en un mal momento, no quería molestarte.
—Tranquilo.
Mi amigo se acercó y se sentó a mi lado. Llegué a pensar que tenía un poder mágico al saber siempre cuando me sentía mal para venir a consolarme, incluso si me lo guardaba para mí misma.
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Instituto para siempre ©
General Fiction¿Sabes cuando parece que el destino se haya puesto de acuerdo en fastidiártelo todo? Y cuando digo todo, me refiero a toda tu maldita juventud. A mí me pasó, si ya antes todo me abrumaba y mostraba inseguridad, mi mejor y única amiga se robó a mi a...