—Espera, espera... ¿Estás insinuando que Zoe podría haberla matado?
Era incapaz de creerme las palabras que mi boca soltaba simultáneamente. Me vi con la obligación de cerrar el congelador para no seguir viendo de reojo el rostro congelado mi compañera.
—Tú lo has dicho, ella era la única que estaba con Aime cuando murió.
—¡Pero no puede ser! —por mucho que sospechara de las intenciones que tenía Zoe en cuanto a nuestra amistad, no la visualizaba matando a una persona, y menos sin una razón—. Sí así fuera debería haber llevado una arma el primer día en el que todo sucedió. No ha salido del instituto desde entonces, y en la entrada siempre revisan nuestras pertenencias.
—Pero Audrey... ¡Tiene que ser ella! Acabamos de ver que ha muerto por un disparo. Los zombies no disparan, no tienen el control de sus extremidades.
—Te digo que es imposible. Es totalmente imposible.
—¡Es la única explicación!
—Dylan, estamos hablando de la chica que ayudó a una niña a encontrar a sus padres cuando fuimos de excursión a la feria. De la chica que estuvo una semana sin salir de casa porque su abuela estaba enferma. De una simple adolescente —hice una pausa—. ¡De tu novia!
—Bueno, eso podría discutirse.
—¿Cómo que discutirse?
Por todo lo que nos tenía retenido en ese sucio almacén, la rubia empezó a hiperventilar como una aspiradora sin más espacio; su pecho se hinchaba y deshinchaba como una bolsa de compresión, el color rojo de su rostro cada vez aumentaba de color. La ayudamos a sentarse con la espalda pegada en la pared mientras sus pulmones seguían inquietos.
—Qué horror... No puedo más... Esto es inhumano, inhumano...
—Respira Mia, respira.
—Mi hermana ya no podrá descansar en paz —se lamentó—. Mientras su asesino siga de pie no podrá.
Agarré su mano con cautela.
—Tranquila. ¿Me oyes? Descubriremos quién la ha matado y haremos justicia, créeme cuando digo que no dejaremos ningún cabo suelto.
El chico me miró sorprendido. Supongo que no me recordaba de esa manera.
—Por favor... —su mirada se llenó de rabia cuando chocó contra la mía—. Que pague lo que se merece.
Ya estábamos aproximándonos a la clase de Zoe cuando decidí tener una nueva charla con ella. Pero esta vez no admitiría falsedades ni cambios de tema, eso ya se había acabado. Quería respuestas verdaderas y las quería ahora.
Era como si Mia me hubiera pegado toda su ira como una sanguijuela; succionando todo lo que no fuera la maldita ansia de saber la pura verdad.
No quedaba sitio para la vergüenza, la timidez o la cohibición. Eso ya era propiedad de una Audrey que no sabía lo que quería, de una Audrey pequeña que se quedaba arrinconada para pasar desapercibida, esperando a que el destino cambiara su forma de ver el mundo que la rodeaba.
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Instituto para siempre ©
General Fiction¿Sabes cuando parece que el destino se haya puesto de acuerdo en fastidiártelo todo? Y cuando digo todo, me refiero a toda tu maldita juventud. A mí me pasó, si ya antes todo me abrumaba y mostraba inseguridad, mi mejor y única amiga se robó a mi a...