Capítulo 6: Somos jóvenes

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—No sé de qué me estás hablando

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—No sé de qué me estás hablando.

Aun sabiendo perfectamente de qué estaba hablando se mantenía a la defensiva. Su blanca frente empezó a notarse húmeda engrasando su cabello castaño y su mano cerraba el puño como muestra de calumnia, si estaba tratando de esconder sus razones no se esforzaba en ocultar su alteración.

—Zoe... ¿Por qué él? —articulé intentando mostrarme un tanto comprensiva—. Siempre has sabido lo que sentía por Dylan. No sé si haces esto por alguna razón específica o si te gustaba de verdad y nunca osaste en decírmelo, pero sabes que merezco saberlo.

Le clavé una mirada con intenciones de que escupiera las palabras, ella subió la vista y mostró una mirada inexpresiva.

—Audrey, yo... Realmente no sabía que te gustaba tanto.

—A estas alturas es increíble que pienses que me creería algo como eso.

—Pensaba que solo bromeábamos, como en esa vez en la que dije que Jaime me gustaba solo para reírnos un rato.

—No tiene nada que ver y lo sabes.

—Lo digo en serio —afirmó intentando parecer sensata—. ¿No es lo que hacíamos siempre? Reír, bromear, hablar con toques sarcásticos, todo era parte de nuestras conversaciones para animar un poco las mañanas, nunca nos contamos secretos o nos hablamos con tanta confianza.

—Perfecto. Ahora resulta que solo era tu entretenimiento para las mañanas aburridas.

—¡No es eso, créeme! —dejó ir en formato víctima.

—¿Hay algo en nuestra amistad que fuese real, Zoe? —la corté empezando a liberar alguna lágrima rebelde—. Por qué si piensas que nuestra amistad solo fueron simples palabras, debería haber pensado desde el principio que no tenía amigos.

—No... No llores, Audrey.

—Me estás obligando a hacerlo.

—Tú no lo entiendes...

—No puedo entender nada por qué no me estás diciendo la verdad.

Me volví a girar encarada a ese paisaje que cada vez parecía estar más gris, las nubes se acercaban lentamente al instituto y no tardé mucho en identificarme con el tono oscuro que las acompañaba. Apoyé mis brazos en el borde inferior de la ventana y me quedé un rato así mientras escuchaba como la respiración de Zoe se iba moderando con el tiempo.

 Ni una ni la otra dijo nada más durante un minuto interminable. El aire estiró gentilmente mis mechones hacia atrás y, cuando estaba empezando a pensar que no diría nada más, noté unos brazos rodearme la clavícula y un cuerpo apoyándose encima de mi espalda afectuosamente.

—Dylan... —se atrevió a mencionar con un tono más placentero—. Me ha gustado desde primero. No quería decírtelo porque lamentaba perder nuestra amistad, y aunque no lo creas, nunca traté de hacerte daño. Quería reprimir estos sentimientos por ti pero simplemente... No pude.

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