18

830 101 1
                                    

Juegos / Primeras palabras

La tarde estaba llena de risas y sonidos alegres en la casa de Max y Checo. El sol brillaba a través de las ventanas, llenando la sala de estar con una luz cálida.

Emilian, que ahora tenia nueve meses de edad, estaba sentado en una manta esparcida por el suelo, rodeado de juguetes coloridos y suaves. Sus padres estaban a su lado, disfrutando de cada momento con su pequeño.

Max estaba sentado en el suelo, haciendo sonidos divertidos y moviendo un sonajero para llamar la atención de Emilian. Checo, a su lado, sostenía un peluche y hacía movimientos graciosos, tratando de hacer reír a su hijo. Emilian, que mientras crecía tenia la mirada desinteresada de Max, ahora se reía con cada gesto de sus padres, sus risas llenando la habitación con una alegría contagiosa.

—Mira, Emilian —dijo Max, sacudiendo el sonajero cerca de su hijo—. ¿Te gusta este sonido?

Emilian, fascinado por el sonajero, intentó alcanzarlo con sus manitas regordetas, riéndose encantado. Checo, viendo la oportunidad, tomó uno de los bloques de colores y lo sostuvo frente a Emilian.

—¿Qué tenemos aquí? —preguntó Checo con voz juguetona—. ¿Quieres jugar con el bloque?

Emilian observó el bloque con curiosidad, sus ojos grandes. Max y Checo se miraron, compartiendo una sonrisa de amor. Ver a su hijo explorar el mundo con tanta alegría y curiosidad era una de las mayores felicidades de sus vidas.

De repente, Emilian hizo algo que dejó a sus padres atónitos. Con un esfuerzo visible, emitió un sonido que se parecía mucho a una palabra. —¡Pa-pa! —dijo, mirando a Max con una expresión de pura concentración.

El tiempo pareció detenerse por un momento. Max y Checo se miraron, incrédulos y emocionados. ¿Habían oído bien? ¿Acababa Emilian de decir su primera palabra?

—¿Lo oíste, amor? —preguntó Max, su voz llena de emoción—. ¡Dijo "papá"!

Checo asintió, sus ojos brillando con lágrimas de felicidad. —Sí, lo dijo —respondió, sin poder contener una amplia sonrisa—. ¡Nuestro pequeño dijo "papá"!

Max se inclinó hacia Emilian y lo levantó en sus brazos, girándolo en el aire suavemente mientras reía de pura alegría. —¡Pero que niño tan bueno eres, Emi! —dijo, su corazón lleno de amor—. ¡Dijiste tus primeras palabras!

Checo se unió al abrazo, rodeando a Max y Emilian con sus brazos, creando un momento de pura felicidad y unión familiar.

Emilian, sintiendo la emoción de sus padres, se rió aún más, disfrutando del cariño y la atención. Y como el bebé inteligente que era lo hizo nuevamente.

—Papá —repitió Emilian, esta vez mirando a Checo, lo que hizo que el corazón de Checo se derritiera por completo.

—Sí, pequeñín —respondió Checo, besando la frente de Emilian—. Somos tus papás, y estamos tan orgullosos de ti.

Decidieron hacer una pequeña celebración. Max fue a la cocina y preparó un batido de frutas frescas, mientras Checo sacaba algunos de los juguetes favoritos de Emilian.

Regresaron a la sala y se sentaron en el suelo, formando un círculo alrededor de Emilian, que seguía fascinado por los colores y sonidos a su alrededor.

—¿Quieres probar un poco de esto? —preguntó Max, sosteniendo una cucharita con el batido y acercándosela a Emilian.

Emilian abrió la boca, probando el batido y haciendo una mueca adorable de sorpresa y agrado por la textura. Max y Checo se rieron, disfrutando de cada expresión y reacción de su hijo.

—Es increíble cómo crece tan rápido —dijo Checo, mirando a Emilian con ternura—. Parece que fue ayer cuando lo trajimos a casa por primera vez.

Max asintió, su mirada también llena de amor y orgullo. —Sí, y mira cómo ha cambiado ya. Está explorando, aprendiendo… y ahora hablando.

Pasaron el resto de la tarde jugando y hablando con Emilian, estimulándolo con palabras y objetos, ayudándolo a explorar y entender el mundo a su alrededor.

Cada pequeño logro de Emilian era celebrado con abrazos, besos y palabras de aliento, reforzando el vínculo fuerte y amoroso entre ellos.

A medida que el día llegaba a su fin, la luz dorada del atardecer bañaba la habitación, creando un ambiente aún más cálido y acogedor. Emilian comenzaba a mostrar signos de cansancio, sus párpados pesados y sus movimientos más lentos.

—Parece que alguien está listo para irse a dormir —comentó Max, acariciando suavemente la mejilla de Emilian.

Checo asintió, levantándose para preparar la rutina de la noche. —Vamos a darle un buen baño y prepararlo para dormir.

Juntos, llevaron a Emilian al baño y lo bañaron con cuidado, disfrutando de las risas y chapoteos del pequeño en el agua. Después, lo envolvieron en una toalla suave y lo llevaron a su habitación, donde lo vistieron con su pijama favorito.

Sentados en la mecedora, Max y Checo le leyeron una historia a Emilian, sus voces suaves y reconfortantes llenando la habitación. Emilian, con los ojos medio cerrados, escuchaba atentamente, su pequeño cuerpo relajándose cada vez más.

—Buenas noches, mi amor —dijo Max, inclinándose para besar la frente de Emilian mientras lo acostaba en su cuna.

—Duerme bien, cariño —añadió Checo, acariciando el cabello de Emilian.

Apagaron las luces y encendieron una suave lámpara de noche que emitía una luz tenue y cálida. Se quedaron unos momentos más junto a la cuna, observando a su hijo dormido con expresiones de puro amor y satisfacción.

Finalmente, se retiraron a su propia habitación, tomados de la mano y sintiéndose más unidos que nunca. Sabían que cada día con Emilian traería nuevas sorpresas y momentos inolvidables, y estaban listos para enfrentar cada uno de ellos juntos

Sweet August. [CHESTAPPEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora