Cap. 9 (Demasiado tarde)

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(by Amy)

—¿Qué te trae por aquí? —preguntaba la Sra. Kaulitz, pero yo sabía que ella ya tenía la respuesta.
Mirando la taza de té en mis manos, suspiré. Se me acababan las esperanzas.

—¿Se han ido? —pregunté en un hilo de voz, quitando mi mirada de la taza y en cambio dirigiéndola a la mujer sentada frente a mí en otro pequeño sofá—. Bill y Tom... ¿ya se han ido?

La Sra. Kaulitz abrió sus ojos más de lo normal al entender mi pregunta.

—Oh —soltó después de unos segundos de silencio. La cara de confusión que le siguió me hizo saber que por su mente pasaban muchísimas cosas. ¿A qué se debía?

—¿Sra. Kaulitz?

—¿Pensé que habían ido a tu casa a avisarte? —el tono de la mujer se volvió pura preocupación. ¿Qué me estaba diciendo?... ¡Ah! Joder, ¡es verdad! Ellos sí que habían ido, pero muy temprano... no pude verlos.

Cuando intenté explicarle aquello a la Sra. Kaulitz, no me dejó. Su preocupación le devoró el cerebro y ahora no me escuchaba. Pff... ¿ahora qué?

—Sra. Kaul...

—¡No, no! ¿Qué pudo haber pasado? —me interrumpió ella, quién ahora se encontraba de pie caminando de aquí para allá. Con una mano en su mejilla, totalmente absorta en sus pensamientos. ¡Scheisse! ¿Podría tan solo un momento escucharme?

—Pero, Sra. Ka...

—No puede ser... ¡ya sabía yo que tenía que prestarle atención a ese mal presentimiento! —volvió a hablar, interrumpiendo cada vez que yo emitía palabra. Santo Dios, no sé lo que haré con ella—. Dejarlos viajar solos era una terrible idea... ¿Dónde están sino? Se suponía que irían a tu casa antes de viajar... ¡pero ni siquiera han ido! —la mujer subió las escaleras apresurada mientras soltaba palabras que ni yo entendía.

Permanecí sentada en mi lugar, con el entrecejo fruncido, pensando en alguna forma de hacerla escuchar. Hasta que bajó por las escaleras de nuevo y se situó cerca de mí. Ahora traía un teléfono en sus manos y con uno de sus dedos presionaba la pantalla con desespero. ¡Ay, señora, usted me pone de los nervios!

—El número al que usted ha marcado, se encuentra apagado o fuera de servicio. Deje un mensaje de voz después del tono... —se escuchaba a una voz decir tras el teléfono, por el cual la Sra. Kaulitz había llamado al número de Bill, supongo yo, y éste tampoco contestaba. La mujer llamó unas cuantas veces más y terminaba recibiendo el mismo mensaje de aquella voz. Hasta que suspiró cansada, y marcó aparentemente otro número.

Éste sí le contestó, y la Sra. Kaulitz empezó a hacer un millón de preguntas, mientras al otro lado de la línea se oía la voz de una mujer joven intentando calmarla. Hum... ¿quién sería aquella mujer?

Mientras intentaba calmarse un poco, caminó con el teléfono aún en su oreja, hasta alejarse y entrar en la cocina. Sentí la necesidad de ir también y escuchar lo que ocurría, pero, ¡joder! no soy una metida. Si la Sra. Kaulitz se fue a otro lugar a hablar, es porque seguramente quería privacidad. Así que eso le daría.

—Hm —me había quedado sentada escuchando sólo murmullos de lo que era realmente una conversación entre la Sra. Kaulitz y una mujer que no conocía. Algo alcancé a oír de las preguntas que soltó la madre de Bill, mencionó algo sobre si los chicos habían llegado a su casa. ¿La casa de la mujer de la llamada? ¿Quién era ella? Tal vez alguien de la familia.

En eso, de la cocina regresó la Sra. Kaulitz, con una cara un poco amargada. Seguía preocupada.

—Pequeña, saldré a buscarlos. Tendrían que haber llegado a casa de su tía, pero aún no lo han hecho —suspiró pesadamente—, y ya que tampoco llegaron a tu casa, sospecho que lo que sea que ocurrió, fue por aquí. Después de que salieran por la puerta. Dios mío... mis niños —se llevó una mano a masajear su cien, como si intentase calmar un dolor de cabeza.

Conectar Contigo | Bill KaulitzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora