16. La Cacería

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—Te preguntaré algo, asentirás si es sí, y si es no negaras. —él hizo una pausa. —Dime si entendiste.

Phillip asintió.

— ¿Vincenzo firmó un contrato? —él asintió. — ¿Contigo? —negó. —Con tu padre.

Él asintió.

— ¿Isadora es tuya?

Negó.

—Lo será. —él asintió. —Solo sí se casan. —él se quedó en silencio. —Escúchame bien, Phillip Dubois. Te alejarás de Isadora aun y si haya un contrato por medio, no te le acercarás más y mucho menos se te volverá a pasar por la cabeza hacerle daño porque sino, ¿ves esto? —le mostró el arma. —Se llama La Cazadora ¿Sabes por qué la llamo así?

Alessandro se quedó en silencio dando una leve sonrisa.

—Si vuelve a saber que le tocas un pelo a Isadora Lombardi, te va a cazar como a una rata, te apuntara directamente a la cabeza y te sacará los sesos. Dime que lo has entendido.

Phillip lo miro dudoso y lentamente asintió.

—Me alegra. —dio una leve sonrisa enojado.

Al segundo en que se levanto Phillip empezó a gritar.

— ¡Te voy a denunciar imbécil, no vas a escapar tan fácil!

Alessandro sale por la ventana ignorando sus gritos y quejas.

Camina rápidamente por las calles de París, toma el celular al sentir que lo están llamando, contesta sin ver el remitente.

—Alessandro. —la voz de Steven se escucha al otro lado del teléfono.

Quita el celular de su oído para verificar de quien se trataba.

—Joder Steven, ¿dónde carajos estás?

—Necesito que vengas a esta dirección.

—No, no pienso ir a ti.

—Alessandro ven, ahora.

— ¿Has hablado con tu hermana hoy?

—Necesito que vengas, te explicaré todo, y no, no lo he hecho.

— ¿Qué me garantiza que no es una trampa?

—Siempre te he dicho que estamos en el mismo bando, ¿no? —Alessandro se queda en silencio. —Está vez confía en mí.

—Lo que te diré cuando te vea te joderá la conciencia.

— ¿Qué?

—Pasa la dirección ahora.

Alessandro cuelga, mientras espera el mensaje de Steven, tomó un taxi. El mensaje de la dirección llegó y él se dirigió hasta el lugar.

La oscuridad inundaba el lugar, era un terreno vacío excepto por una pequeña cabaña. Alrededor de ella estaba rodeado de todos los guardaespaldas de Vincenzo.

Alessandro dio un suspiro y se acercó directamente intentando ignorarlos. Sin embargo uno de ellos lo detuvo antes de que llegara a la puerta. Él miró su mano en su pecho y alzo la vista con recelo.

— ¿Steven está aquí?

Se quedó en silencio.

—Quita tus sucias manos de mi pecho. —volvió a decir Alessandro.

El guardaespaldas toco su audífono y asintió quitando su mano dejando que entrara.

Alessandro abrió la puerta y lo primero que observó fue la sangre en el suelo. Recorrió con su vista los rastros de sangre hasta que visualizó la silla que se encontraba en medio del lugar, un hombre desconocido estaba inconsciente ahogándose en su propia sangre.

El As DoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora