5. Corazón de concreto

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— ¿Qué estás diciendo idiota? —dijo ella furiosa. —Acabo de salvarte la vida.

—No sabes lo que acabas de hacer. —murmuro él. —Dispara.

Ella alzó la mirada viendo por el hombro de Alessandro.

—Es mejor que corramos.

Isadora bajo el arma y tomando su mano corrieron lejos de esa calle, intentando buscar una salida de esa oscuridad.

Sus respiraciones entrecortadas resonaba en el aire frío de la noche. El eco de sus pasos se mezclaba con el sonido distante de sirenas y el murmullo de la ciudad dormida.

El corazón de Isadora latía con fuerza en su pecho, una mezcla de miedo y emoción recorriéndola mientras se aferraba a la mano de Alessandro. A pesar del peligro que los rodeaba, sentía una extraña sensación de libertad al lado del misterioso hombre que había irrumpido en su vida desde el día de su cumpleaños.

Alessandro, por su parte, estaba lleno de furia contenida y determinación, no podía dejar de pensar en que la chica que le tomaba la mano era la misma que le daño todo desde un principio, aún así él había actuado por impulso y terminó huyendo del lugar sin conseguir nada.

La adrenalina corría por sus venas mientras corría junto a ella, su mente trabajando a toda velocidad para idear un plan de escape.

Finalmente, encontraron una calle más amplia que parecía conducir hacia una salida. Sin dudarlo, Alessandro tiró de Isadora hacia adelante, su paso rápido y decidido mientras buscaban una forma de llegar a un lugar en donde estuvieran a salvo.

Se detuvieron en un pequeño café de 24 horas, los dos entraron al lugar.

— ¿Sabes usar un arma? —susurro él detrás de ella.

—No, no sé como lo hice. —dijo ella sentándose en una mesa.

Él se sentó mientras la miraba con enojo.

—Dame el arma.

—No, ¿por qué te daría el arma?, si esos hombres te estaban siguiendo es porque hiciste algo malo, —ella hizo una pausa mientras miraba a su alrededor. —no confío en ti.

—Si no confías en mí, ¿por qué me salvaste?

Ella lo miró. Se quedó en silencio sin saber qué responder.

— ¿Sabes quienes eran esos hombres? —cuestionó él.

—No, te vi huir de ellos, luego vi como se te cayo el arma. —dio un largo suspiro. —Ellos daban miedo. —murmuro.

Alessandro entrecerró un poco los ojos, ¿cómo siendo hija de Lombardi no reconocía a sus guardaespaldas? Cuando iba a decir algo más la voz de una chica se hizo presente.

—Buenas noches, ¿qué desean ordenar?

Alessandro lanzó una mirada escéptica a Isadora mientras ella titubeaba, sintiendo la tensión palpable entre ellos. Decidió abordar la situación con un toque de sarcasmo.

—Déjame adivinar, ¿una malteada con leche de almendras y un croissant de quinoa sin gluten? —bromeó.

Isadora le lanzó una mirada fulminante antes de responder con firmeza.

—No. Solo una limonada, por favor.

Alessandro soltó una risa ahogada ante la elección de Isadora. Sabía que en un lugar como aquel, las opciones que ella siempre tenía no serían una posibilidad.

—Vaya, una elección más sensata de lo que esperaba —comentó.

La camarera asintió y tomó nota de la orden de Isadora antes de dirigir su atención hacia Alessandro.

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