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Nicholas.
Me alarmé al ver un llamado de la comisaría a la madrugada, atiendo la llamada.
—¿Diga?
—¿Es el señor Nicholas Thobers? —pregunta.
—Si, soy yo. —continuó hablando adormilado.
—Le habló de la comisaría del aeropuerto, para informarle que es el número de contacto de una mujer de uno veintitantos, dice ser su esposa, fue detenida porque tiene una prohibición de salir del país. —Me volteo para ver que ella no se encuentra a mi lado, y aún en el teléfono puedo escuchar voces.
—¿Por qué se encuentra detenida? —pregunto levantándome deprisa.
—La información le será brindada al llegar. —dice antes de cortar la llamada.

No tarde ni cinco minutos en salir de mi casa en dirección al aeropuerto, miles de cosas pasan por mi cabeza, tal vez ella tuvo un brote de locura y me quiso dejar, algo le sucedió y quiso huir, no lo sé, miles de cosas.

Llegó al aeropuerto y veo una camioneta policial, me acerco solo para ver qué ella se encuentra dentro, con esposas en sus brazos.
Todo se vuelve muy extraño para mí, como si fuera algo irreal.
Y así lo compruebo cuando soy despertado por ella.
—Me tenías asustada. —dice muy estresada. —Creo que el darte pastillas para que puedas dormir tranquilo y descanses ha Sido una mala idea, casi no he podido despertarte.
—¿Qué? ¿Qué hora es? —pregunto con la garganta totalmente seca.
—Si preguntas por tu trabajo, hoy han cerrado la firma, no he comprendido que ha pasado pero hoy no trabajan, además es sábado por si no lo has notado. —responde para luego arrebatarme el teléfono de las manos. —No quiero verte usar nada en estos días que tienes libres, porque luego no puedes dormir, no descansas y todo lo que se ve difícil, sin poder dormir es aún más difícil, y yo quiero muchas cosas para tí, pero que estés cansado no es una de esas cosas, no seria una buena esposa si haría algo así, además se que esta pasando algo porque veo que nadie parece tranquilo ahora, pero mi aporte será apoyarte y cuidar de tí, porque es lo mas que puedo hacer. —ella sonríe y se pone de pie hasta caminar a la mesa que redonda de madera que hay en la mitad de la gran habitación. —Te he preparado un desayuno, se me quemó un poco, pero te prometo que es el mejor desayuno que has comido en años. — dice ella muy orgullosas de sus tostadas oscuras y su jugo violeta.

Sonrió para negar.
—Solo espero que no busques intoxicarme para ser viuda, porque aún no te pongo en mi testamento. —bromeo haciendo que ella comience a carcajearse.

—Claro que no, no lo tengo en mis planes a corto plazo, a largo plazo podría ser dependiendo de qué tan bien me trates, después de todo ahora por falta de un abogado tengo al menos tres a mi disposición.
—Eres muy graciosa cuando te lo propones querida esposa.
—Se oye tan raro, ser tu esposa. Siempre creí que estás cosas eran más complicadas, hay personas que demoran años en conocerse y casarse, sin embargo yo en pocas semanas ya he tomado incluso un nuevo apellido y una nueva familia como propia. —su sonrisa ilumina toda la habitación como si fuera un sol radiante luego de días de lluvia
—Nunca se ve tan complicado, si las personas se entenderían tan bien como lo hacemos nosotros, entendería que es más un querer que un poder, y aún teniendo en cuenta que nosotros no tenemos amor, sino un cariño especial que hoy es más pequeño de lo que puede ser mañana.
—¿En serio me quieres? —pregunta ella sorprendida.
—Claro que lo hago, eres mi esposa, la mujer con la que decidí despertar unos cuantos años, la sonrisa que iluminará mis mañanas y mis noches de desveló, mi pequeño refugio aún cuando mi casa es un fuerte, solo espero que esté lugar y yo también me convierta para ti en un lugar seguro y un fuerte.
—Eres mi protector y mi salvador desde el día uno, ¿Cómo no te voy a ver cómo un lugar seguro? Si me has dado incluso lo que no creí posible de existir. —dice ella antes de ponerse de pie. —Creo que te dejaré desayunar tranquilo, yo tengo que salir a hacer un par de cosas.
—Las calles están muy inseguras, has que alguien te lleve y espere. —le digo a lo que ella solo asiente y se marcha.

Doy un sorbo al café y me rio, porque ha confundido el azúcar con la sal.
—Creo que voy a tener que mandar a qué etiqueten las cosas en la cocina, o de lo contrario la buena voluntad de mi esposa terminará haciendo estragos con mi presión.

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⏰ Última actualización: May 17 ⏰

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