Un fantasma en una tierra extraña

Capítulo 1: Fuyuki 1

El mundo del Spartan era fuego.

No los fuegos del Tártaro, suponiendo que el inframundo todavía estuviera acogiendo a los muertos todos estos años después de la caída del Olimpo (o que hubiera algún muerto griego a quien acoger). Kratos estaba muy vivo, habiendo pasado por la otra vida varias veces, tanto como alguien asesinado luchando para salir, como alguien que había sido arrojado allí, o alguien que viajó allí por una razón u otra y ahora buscaba irse. , sabía lo que se sentía estar en los reinos más allá de la vida.

Y en cualquier caso, cualquier castigo que pudiera haber habido, o que todavía le esperaba en el Tártaro, sería más personal que esta hoguera indiferente.

Estaba rodeado de fuego. Llamas crepitantes se aferraban a todo, edificios, calles, árboles, consumiendo hambrientamente la ciudad en la que se encontraba; el incendio inicialmente lo había distraído de la forma de su entorno, antes de que la disciplina que lo había visto a lo largo de muchas vidas humanas se hubiera afirmado. y había asimilado completamente dónde estaba. Y él no estaba en los Ocho Reinos; podía sentirlo en sus propios huesos.

Kratos estaba rodeado por más metal del que jamás había visto en su vida, incluso entre sus compañeros espartanos entre las legiones que asediaban Troya, fácilmente la reunión de hombres más grande que había visto en su vida, tanto antes como después de convertirse en dios. Los edificios estaban hechos de metal y, al parecer, se elevaban lo suficientemente altos como para alcanzar las nubes. Y a diferencia de las estructuras titánicas de sus dos países de origen, eran creaciones numerosas, no únicas, que definían sus paisajes urbanos, como la estatua que se alzaba sobre Rodas, o creaciones fantásticas como el Templo de Tyr. No, brotaron del suelo como hierba, torres de metal y vidrios rotos se alzaban sobre él, los incendios que arrasaban la ciudad parpadeaban en las ventanas y la luz se reflejaba en las calles. Los extraños vehículos que cubrían las calles estaban hechos de metal, aunque la mayoría estaban destrozados y retorcidos de tal manera que no podía adivinar su forma de funcionar. En cada calle se habían erigido postes metálicos de distintos tamaños, algunos sosteniendo lo que sólo podía suponer que eran fuentes de luz, otros con gruesos cables tendidos entre ellos, y otros en los cruces de calles con extraños dispositivos metálicos colgando entre ellos.

No, dondequiera que estuviera, esto no era Midgard, ni ninguno de los otros Ocho Reinos. Este lugar era demasiado extraño, demasiado distinto para ser el lugar que Kratos había llegado a conocer desde que salió de Grecia.
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Había comenzado con una carta, entregada por un antiguo Dios de la Guerra.

Tyr había sido algo poco frecuente desde que él y Freya liberaron al hombre de la prisión de Odin en Niflheim. Una vez liberado de su esclavitud, el antiguo Dios de la Guerra había expresado su deseo de que lo dejaran solo y de viajar por los reinos, y Kratos había estado más que dispuesto a dejar que el hombre siguiera su camino, al igual que la mayoría de los demás que habían mantenido la esclavitud. La compañía de Spartan.

Kratos sospechaba que al menos para algunos de ellos, los recuerdos de Odin-como-Tyr todavía estaban demasiado cerca de la superficie, y aunque el verdadero Tyr no tenía culpa por las acciones de Odin mientras usaba su rostro…..

……La sangre de Brok todavía Manchó el piso de la Casa del Árbol. Kratos lo había visto en las raras ocasiones en que pasaba por el refugio, esperando que Sindri hubiera regresado allí, que se pudiera alcanzar alguna forma de reconciliación.

Estaba... preocupado por el enano. Sabía bien por qué caminos podía llevar a una persona una obsesión decidida por la venganza, y no le deseaba lo mismo al hermano de Brok.