𝐏𝐑Ó𝐋𝐎𝐆𝐎

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I've got the brains, you've got the looks. ¡Let's make lots of money!

Espero que los vecinos no sean capaces de escucharme, en vez de cantar parezco un ganso graznando sin parar. Bueno, no creo que les llegue a molestar mucho el sonido de mi concierto bajo el estruendo que hace la aspiradora. Que se jodan un rato.

Bailo al compás de una de mis canciones preferidas desde que tengo uso de razón mientras limpio el salón. De verdad no entiendo como los cantantes de ahora no son capaces de hacer temazos tan buenos como los de antes, ¿es que no les apetece ser aún más millonarios o qué? Mis cascos hasta tiemblan, tengo el volumen al cien por ciento. El dolor de tímpano vale la pena cuando se trata de tu canción favorita, prefiero disfrutar ahora y quedarme sorda más adelante, ese es un problema de la Amelia del futuro. Mientras limpio sincronizo mis movimientos siguiendo el ritmo y a su vez bailo de forma vergonzosa, menos mal que mi estudio se encuentra en una duodécima planta, desde aquí arriba puedo ver todo mientras que nadie es capaz de verme a mí.

Ooooooooooooh, there's a lot of opportunities if you know when to ta-

Me sobresalto y grito como una loca al sentir inesperadamente a alguien que me toca el hombro, haciendo que mis grandes cascos de diadema se caigan al suelo. Me giro al momento para enfrentar a mi casi asesino y me encuentro con mi mejor amiga y compañera de estudio, Helena.

—¿Sabes que las paredes no están insonorizadas, no? Se te escucha desde el descansillo del ascensor.—dice mientras deja su enorme bolso en una butaca y cuelga su gabardina en el perchero.

—¿Tú lo que querías era matarme, verdad? El ruido era lo que menos te importaba.—apago la aspiradora y recojo mis cascos del suelo, dejándolos en la mesilla justo enfrente del sofá

—Si no fuese porque no quiero que ningún vecino llame a la policía por posible caso de asesinato, créeme que me hubiese quedado disfrutando y grabando tu concierto.—se ríe mientras se quita los apretados y altos tacones con un resoplido.—Joder, tenemos que ir de putas compras, no aguanto más con estos tacones del infierno.—se sienta en la butaca junto a su bolso y se masajea los talones.

Sonrió en respuesta y me siento en el sofá frente a ella.

—Podemos ir esta tarde, la tengo libre y tengo ganas de no quedarme en casa.

Es entonces cuando, como si con mis palabras, el mismísimo Dios hubiese aparecido en el salón y estuviese ahora mismo bailando encima de la mesita del salón porque a Helena se le ilumina la cara y me agarra de los hombros.

—¡Me acabas de recordar algo! ¡Tengo buenas noticias!—me sacude mientras me muestra una amplia sonrisa.

—¿¡Sí?! ¿¡Por fin has dejado de obsesionarte con aquel camarero de la cafetería a la que vas todos los días?!

—He dicho buenas noticias, no milagros.—se le borra la sonrisa y pone una expresión que me da hasta miedo.

—Joder Helena cuando te vas a dar cuenta de que es feísimo...

—¡Cállate y no me desvíes del tema!—se deja caer en la butaca manteniendo la expresión que hace que me recorra un escalofrío.

—¡Vale! ¡Vale! Madre mía...

—Lo que iba diciéndote. Hoy, tú y yo, nos vamos de fiesta.—vuelve su enorme sonrisa.

—¿No estabas hablando algo sobre buenas noticias?

¿Esta chica está loca o tiene Alzheimer?

—Te lo contaré al final de la noche, ¿sí? Así conseguiré que luego también tengas ganas de salir a celebrarlo tras enterarte.

Es en ese momento cuando soy yo la que recuerdo algo y sonrió. Parece ser que Helena es la loca y yo la que sí que tiene Alzheimer.

—¡Entonces al final de la noche yo también te contaré mis buenas noticias!

—¿¡Qué?! ¿¡Tú también tienes buenas noticias?! ¡CUÉNTAMELAS AHORA MISMO!—casi se le salen los ojos de sus órbitas.

—No, voy a hacer como tú y dejarte con la intriga, las sabrás al final de la noche.—me cruzo de brazos sonriente.

Suspira claramente molesta de que le aplique su propia medicina y se levanta de la butaca.

—Si no me lo vas a decir, entonces no perdamos más tiempo hablando, ¡tenemos una fiesta a la que ir!

Sonríe y tira de mí hacia la habitación, donde me somete a un tedioso y exhaustivo interrogatorio sobre cuál es el mejor conjunto para llevar y arrasar esta noche. Tras veinticinco opciones distintas, cada una tiene ya elegido que va a ponerse y decidimos jugar a piedra, papel y tijera por ver quién es la que se ducha primero. Como siempre, gana ella y desaparece victoriosa tras la puerta del baño mientras me deja a mí, la perdedora, con tres cuartos de hora menos para poder prepararme. 

𝐅𝐈𝐍𝐀𝐍𝐂𝐄 𝐌𝐘 𝐋𝐎𝐕𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora