𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓭𝓲𝓮𝔃

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YUTA

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YUTA

—¿Se supone que hay amor ahí? — Preguntó frunciendo sus cejas mientras observaba fijamente a ese sujeto.

Ah, ese sujeto.

— Ella dice que sí... — Yuta miró con una ceja alzada a Daira cuando escuchó ese tono poco convencido — No me agrada sinceramente, pero no diré más respecto a él, no quiero arruinarle nada.

— Pues eres su mejor amiga, creo que estás en todo tu derecho de desconfiar y hacerle saber lo que piensas.

— Tú te ves demasiado disgustado — El pelinegro rodó los ojos al escuchar ese tono burlón y al ver la sonrisa de la chica — Estás así porque quieres,  pendejo, ya te he ayudado bastante.

— Te he dicho que no me gusta Aisha, no de esa forma,  deja eso. No quiero que te escuche e incomodarla.

— Bueno... si tú dices... — Ambos se quedaron mirando fijamente,  después Yuta enrojeció — Awww, te encanta, ¿verdad? Se te ve cara de pendejo cada que hablo de ella.

El chico solamente se quedó callado y le terminó de explicar lo que haría. Se quedó de pie junto al otro entrenador y cruzó sus brazos. Quería ir hasta los demás,  pero el novio idiota de Aisha estaba con ellos en lo que su partido no comenzaba. Yuta no quería ni podía mirar eso.

De alguna manera no le dejaba un buen sabor de boca el estar cerca de ese tipo, y es que su manera de expresarse, su tacto y su lenguaje corporal... no lo sentía apropiado para que estuviera con Aisha. Simplemente no, era demasiado invasivo, decía comentarios fuera de lugar, le tocaba sin preguntar primero.

¡Yuta había pasado días tratando de rozar sus manos y tratar de no incomodarla en el intento! Eso le enojaba. Sabía que no era lo mismo,  porque ellos tenían una relación, había confianza. No sabía cuánto tiempo habrían estado juntos pero seguramente habrían recuerdos de los dos juntos que Aisha amaba.

No podía evitar sentir envidia de eso, no podía evitar sentir enojo porque al menos,  Yuta estaba seguro que se estaba ganando todo de ella. Estaba seguro que se merecía todo eso de ella que él tiene,  estaba completamente seguro que él se estaba esforzando mucho más de lo que él lo hizo en todo ese tiempo que la ha tenido.

No es como que estuviera celoso.

Claro que no. Pero no se le hacía... justo, de alguna manera. No se le hacía tan justo que la trataran así, tampoco se le hacía justo que ella lo permitiera.

Suspiró, no debería pensar en eso.

—¿Cómo va?

Se sobresaltó al escucharla detrás suyo, se giró un poco en su asiento alzando la mirada, sonrió sin quererlo. La chica estaba apoyada en el respaldo de la banca mientras su vista se paseaba divertida por la cancha, observando a la rizada que parecía muy concentrada en acomodarse el cabello más que en el propio partido.

— Pues... al menos sí ubica bien su equipo. — Contestó mientras se recargaba en el respaldo,  sintiendo la una caricia en sus omóplatos por parte de la chica que lo hizo suspirar.

— Jamás imaginé verla en esas circunstancias solo por un chico.

Jamás te imaginé a tí en esas circunstancias por un chico.

— Ya sabes,  el amor, supongo. — No quería sonar tan cortante como lo hice. Al final de cuentas ella no tenía la culpa de eso, volví a suspirar y me incliné  un poco para recostar mi cabeza en su brazo,  viéndola un momento para asegurarme de que no le molestara.

Tuve que reprimir una sonrisita triunfante cuando no se movió de lugar y tuve que reprimir las ganas de frotarme en su piel con alegría. Eso sería raro.

— Ten — Alcé de nuevo la mirada para sonreírle cuando me dió un gatorade de mora azul, no iba a reprocharle el que me lo aventara cerca de la entrepierna, le perdonaría incluso si me diera una patada en los huevos.

— Se lo daré cuando termine.  — Le aseguré refiriéndome a la rizada.  Que seguramente ni siquiera estaba agotada pues  estaba lo suficientemente ocupada retocando su labial en medio de la cancha.

— Ese es tuyo, el de ella lo compré más grande — Me mostró otra botella y alcé una ceja mirándola con sorpresa.

— Gracias pero... ¿no te causa problemas?

— ¿Daira? Algunas veces pero si no le doy el grande la va a agarrar contra tí.

Reí levemente mientras negaba, recosté mi mejilla en su antebrazo mientras la observaba y sentía el calor de su piel — No, linda, tu novio. Te recuerdo que está aquí,  es a él a quién deberías llevarle la botella, ¿no?

La vi dudar y eso me hizo mirarla con curiosidad,  es más,  ¿dónde estaba el idiota ese? Paseé mi vista por las demás bancas cerca de la cancha y no me sorprendió verlo con un grupo de personas mientras reían de algo. Solo de verlo me picaba la mano un poco.

— Está ocupado. — Pude ver como trataba de darme una sonrisa y sentí demasiadas ganas en ese momento de meterle la botella de gatorade por donde sea que le quepa a ese infeliz. Palmee el lugar a mi lado mientras le daba una sonrisa suave.

— Ven, observemos a nuestro retoño no dar ni un gol y desarrollar asma en el intento — No tardó mucho tiempo cuando estuvimos observando atentamente a la rizada,  le rodeé los hombros con mi brazo mientras ella recargaba su cabeza en mi hombro.

¿Sería muy exagerado decir que quiero vomitar?

— Ni siquiera sé por qué lo hace, tanto que criticaba a los fifes... — Reí un poco al ver como hacia una mueca del asco al decir eso y giré un poco para observarla más atentamente.

— ¿Qué? ¿Tú no lo harías por el chico que te gusta? — La vi vacilar un poco y quedarse en silencio, a veces me gustaría entrar en esa cabecita rubia y poder saber qué pensaba.

Seguro me traumo en el proceso.

— Haría demasiadas cosas por el chico que me gusta. — Etc, solo miren ese labial bonito en esa sonrisa bonita,  ya ni siquiera recuerdo el qué de la cosa de la que hablábamos.

— ¿Si?— Pregunté vagamente mientras me inclinaba un poco, sonreí mientras contaba cada pestaña oscurecida por ese rimel que hacía resaltar un poco más esos ojos oscuros.

— Invades mi espacio personal.— En otro caso me hubiera sonrojado y seguramente me hubiera alejado rápido. Pero ya estaba harto, ¿por qué tenía que alejarme a mí? ¿por no alejaba al bastardo ese?

Fruncí un poco mis cejas pero seguí observando sus ojos con una media sonrisa,  mis iris pasando de nuevo a ese rojo llamativo — ¿No tengo permiso para hacerlo?

La vi negar algo avergonzada y mi sonrisa se hizo más grande, pero me alejé mientras asentía. No sería como el bastardo ese, si tendría que ganarme una pequeña pizca de lo que él tenía,  aún si tuviera que quitar espina por espina, quitaría espina por espina.

— Aún. — Respondí algo sonriente mientras tomaba su mano con la mía y volvía la vista a la cancha.

Claro que no estaba celoso, en lo más mínimo.

Pero eso no evitaba que mi cabeza comenzara a pensar, que mi mente comenzara a imaginar, lo gratificante y satisfactorio que sería tener a Aisha entre sus brazos y darle todo lo que seguramente ese idiota no le daba.

Y aún si ese pensamiento me asustaba en cierta parte, no solté su mano, no forcé a que se quedara, no apreté mi mano con la suya, le dejé completamente la libertad de alejarse si así lo quería.

Sonreí,  porque no se alejó.

𓍊𓋼𓍊𓋼𓍊

El examen me cogio... lo peor es que ni me resistí.

Sin intenciones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora