Capítulo 7

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15 de febrero de 2005

Era una de esas tardes en la que los ocho hermanos se reunían en la cocina para ver a su madre cocinar mientras ellos se quejaban de la vida.

Afuera caía una ligera llovizna y sus profesores particulares no habían podido acudir para darles clases, por lo que, aunque siempre se quejaban de tener clases, estaban bastante aburridos.

—Si yo fuese un panqueque, ¿me comerían o me cuidarían? —preguntó Klaus tirado en la mesa.

—Te echaría a la basura —comentó Diego, aburrido.

Klaus rio divertido y dio media vuelta, de modo que quedó mirando el techo de la cocina.

—Si yo fuese un caballo, ¿me montarían? —siguió Klaus sonriendo.

—Puaj, Klaus, no seas cochino —dijo Victoria con una mezcla de desagrado y diversión.

Cinco soltó un suspiro y tomó un sorbo de su café recién hecho por él mismo. La verdad nadie sabía cómo lo había conseguido, en la academia habían 42 cuartos, 19 baños, una manzana entera, pero ninguna sola gota de café.

—¿De dónde lo sacaste? —inquirió Victoria con curiosidad.

—De donde no te importa —contestó Cinco seriamente.

Los hermanos, excepto Cinco y Victoria, que no se dieron cuenta, se dieron una mirada significativa y se pusieron expectantes ante la escena.

Las estúpidas discusiones entre Cinco y Ocho siempre eran divertidas para los hermanos y las veían en conjunto. Seguro que si tuviesen palomitas también comerían mientras los miran.

—¿Y qué pasaría si nuestro padre se entera de esto? —amenazó Victoria sonriendo con arrogancia.

—Vaya, ahora eres como el rubio teñido —ironizó Cinco sonriendo con burla.

—¿Sabes cómo eres tú? —preguntó Ocho retóricamente.

—Ilumíname.

Victoria suspiró antes de empezar.

—Eres como... un teletubbie. ¡Sí! Quitando lo alto, claro. Porque, sabes, los teletubbies me dan miedo. No es que tú me des miedo, pero un teletubbie, por ejemplo, es poco agradable de ver. Y además eres como de esos perros que ladran cada que ven a alguien... Agh, ¿cómo se llaman?

—¡Chihuahuas! —intervino Klaus.

—¡Eso! Un chihuahua que gruñe y da saltitos mientras ladra —continuó Victoria sonriendo ampliamente—. ¿Los has visto? Son muy chistosos, pero me caen mal igual que tú.

—Ah, ¿estamos con esas? —preguntó Cinco, furioso.

—Pues sí.

Los seis hermanos miraban la escena embobados, incluso Grace había dejado las galletas en la mesa y los hermanos tenían una frente a sus bocas enfriándolas.

—Tú eres esas lombrices que se retuercen con sal cuando te enojas. Chillas y chillas. ¡No dejas de joder!

Victoria bufó, ofendida.

—¿Y acaso tú te crees mejor? Estás más cerca de ser un simio a ser un humano completamente.

—¿Sabes a quién te pareces? ¡A Doña Florinda!

Victoria ahogó un grito, indignada.

—¡Sí! Una vieja chancluda que siempre me trata mal sin motivo alguno.

𝐌𝐲 𝐥𝐨𝐯𝐞 𝐰𝐢𝐥𝐥 𝐧𝐞𝐯𝐞𝐫 𝐝𝐢𝐞 - Five HargreevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora