Capítulo 1

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01 de octubre, 2004

Aquel cumpleaños fue especial. Fue el día en que recibieron nombres de verdad, reales. Aquellos números que les había asignado su padre quedarían en el pasado. Al menos cuando él no estuviera.

—¿Qué te parece mi color de uñas? —preguntó la pequeña número Tres mostrando sus uñas a Uno.

Él tomó suavemente la mano de su hermana y se acercó un poco para examinarlas.

—Mucho brillo, pero son lindas —dijo tras pensarlo varios segundos.

—Que tengan brillitos es lo que las hace bonita, hermanito —comentó Cuatro entrando al dormitorio de su hermana como si fuese el suyo.

Tres sonrió al ver a su hermano. No sabía si en una familia debía de haber favoritos, al menos en aquellas películas que veía a veces no parecía que debiese ser así, sin embargo, ella sentía que Cuatro era el mejor de todos los demás.

—¡Tú sí sabes! Ven aquí, ¿quieres que te pinte las uñas? —Tres le hizo un lado en la cama. Cuatro no dudó y se aventó a la cama, sin importarle que su hermano rubio casi cayese de ésta.

Uno al ver que toda la atención caía en Cuatro, decidió marcharse del dormitorio haciendo un gesto de despedida que ninguno de los manicuristas notaron.

Uno iba camino a su dormitorio cuando escuchó risas provenientes del dormitorio de Número Seis. Sigiloso, se acercó a la puerta que estaba en su mayoría abierta.

Número Dos y Seis reían divertidos mientras hacían algo con un peluche. Parecía que lo estaban decapitando.

Número Seis se percató de la presencia de su hermano y le dio un codazo a Dos. Éste, confuso, se giró hacia la puerta y vio a Uno. Rápidamente escondió el peluche y forzó una sonrisa inocente.

—Hola, líder de explo-ploradores come galletas, ¿qué tr-traes? —lo saludó con sutil burla Dos.

Número Uno los miró, desconfiado, y negó con la cabeza lentamente.

—Nada, solo pasaba a saludar.

—¿Vienes con nosotros? —ofreció Seis amablemente y recibió un pisotón por parte de Dos—. Quiero decir, otro día. Ahora no, estamos ocupados...

—... decapi- pitando peluches —interrumpió Dos.

Uno entrecerró los ojos unos segundos, pero al final decidió marcharse al notar que no sería bien recibido.

—¡A veces eres ton-tonto, Seis! —dijo Dos y tiró relleno del peluche a su hermano, pero estos se mecían en el aire como si fuesen copos de nieve.

Seis rió divertido y agarró el relleno.

—Falta poco para la cena, será mejor que hagamos luego el regalo —apresuró Número Seis a Dos y este último asintió.

Ambos tenían un desastre en el suelo. Habían hilos de distintos colores, tijeras, pegamento, cinta adhesiva, papeles y lápices de colores esparcidos a su alrededor. Incluso Dos tenía pintitas de pintura en el rostro por las pinturas que había hecho Seis y que, cuando Dos se había burlado de ellas, Seis lo había atacado con sus manos llenas de pintura.

Número Siete tocó la puerta del dormitorio. Los hermanos la miraron y ella sonrió tímidamente.

—Hola, Seis y Dos, yo... Eh... Seis, ¿te podría pedir prestado un libro? —preguntó nerviosa. No estaba acostumbrada a pedir cosas, principalmente porque no hablaba con ninguno y no se sentía en plena confianza.

𝐌𝐲 𝐥𝐨𝐯𝐞 𝐰𝐢𝐥𝐥 𝐧𝐞𝐯𝐞𝐫 𝐝𝐢𝐞 - Five HargreevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora