Espadas

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Yin Haoran se encontraba tarareando una melodía muy familiar mientras cortaba algunas verduras en la cocina. Estaba tan concentrado en su tarea que no notó cuando Tian Wenquan se acercó sigilosamente por detrás.

—Buenos días, Haoran —saludó Tian Wenquan con una afable sonrisa—. Madrugaste hoy, por lo que veo.

Yin Haoran dio un pequeño respingo de sorpresa y se volteó rápidamente.

—Maestro Tian Wenquan, me asustó —dijo con una reverencia—. Solo me levanté temprano para preparar el desayuno. Quería tener listos un rico desayuno para usted.

—Ya te he dicho muchas veces que no necesitas ser tan formal cuando estamos a solas —comentó Tian Wenquan, haciendo un gesto para restarle importancia—. Somos amigos, no solo maestro y discípulo.

Yin Haoran asintió, aunque se notaba que le costaba dejar de lado las formalidades.

—Está bien, siempre lo olvido... Tian Wenquan —dijo finalmente, con una media sonrisa.

—Así me gusta, a veces extraño la forma tan insolente que tenías al referirte a mi cuando recién vine al clan —asintió Tian Wenquan satisfecho. La expresión de Yin Haoran fue de vergüenza pura.—.

—Tian Wenquan, por favor olvidemos eso. ¿Si?

Tian Wenquan rió un poco.

— Ahora, déjame ayudarte con eso. Se ve que tienes todo bajo control, pero un par de manos extra nunca vienen mal.

Tian Wenquan comenzó a amasar la masa para los panecillos con pasta de frijol dulce con pericia, mientras retomaba la conversación.

—Por cierto, parecí escucharte tararear mi canción favorita del guqin. ¿Te gusta? Yo la hice.

Yin Haoran se sonrojó levemente.

—Es que... me gusta madrugar para oírlo tocar —admitió—. Eres muy habil.

—Me halagas —dijo Tian Wenquan con una risita, claramente complacido por el cumplido.

—Ese tiempo que estuviste ... durmiendo. Fue muy dificil para mí, así que escucharlo tocar siempre será grato para mí. —Le sonrió alegremente.

Tian Wenquan escuchaba con atención cada detalle que Haoran compartía, haciéndolo sentir valorado. En contraste, cuando Haoran preguntaba sobre el pasado, Tian Wenquan solía desviar hábilmente la conversación, renuente a hablar sobre sí mismo.

—¿Creciste en la Isla de las Grullas, verdad? ¿Había muchas grullas?—preguntó Haoran con curiosidad, mientras formaba los wontons.

—Sí, ahí nací... y no, se llama así porque la forma de la isla parece una—respondió Tian Wenquan escuetamente, concentrándose demasiado en cortar las verduras.

Haoran notó que preferiría no ahondar en el tema, así que cambió de conversación.

—Los demás discípulos te admiran mucho, ¿sabe? Eres un gran maestro.

—Me conmueves, Yin Haoran —dijo Tian Wenquan con modestia—. Solo hago lo mejor que puedo. Tú también serás un extraordinario líder cuando te toque guiar a la próxima generación.

Yin Haoran sonrió halagado por las palabras de su maestro. Le complacía que viera tanto potencial en él.

Trabajaron juntos armoniosamente el resto de la mañana, preparando suficientes wontons para todo el clan. Tian Wenquan se aseguró de separar unos específicamente para Yin Zong, agregándole un poco de azucar.

El amor está en el vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora